A diferencia de otros países de América Latina, en Chile no hubo desarrollo de la filigrana, una técnica que nació dos siglos antes de Cristo. Sin embargo, desde hace poco más de una década, gracias al interés de algunas artesanas se ha puesto en valor este arte en nuestro país. No tener el peso de la tradición aporta una enorme ventaja, la libertad de hacer una filigrana contemporánea y con identidad local, experimentar y romper las reglas.