Neuroarquitectura: Diálogo con el cerebro
El diseño de estructuras habitables se da la mano con la neurociencia en una disciplina que aún es desconocida para los no especialistas, pero que ya está mostrando sus efectos en la salud mental de la población.
La fantasía se dispara al escuchar el término "neuroarquitectura". Ante esa palabra, que suena como asunto de ciencia ficción, algunos pueden imaginar a un arquitecto que trabaja con electrodos pegados a sus sienes, y otros pueden visualizar un edificio con forma de cerebro, donde las ventanas sirven como neuronas.
La neuroarquitectura, sin embargo, es una disciplina muy real, y que se podría describir como una tendencia arquitectónica que incorpora criterios de la neurociencia. Su objetivo es crear espacios interiores que proporcionen un bienestar profundo a quienes habitan en ellos. Y para conseguir eso, claro, es neceario manipular aspectos de diseño –las líneas, los colores, la iluminación y la acústica, entre varios otros– que tienen una influencia directa en el cerebro humano.
En Chile, uno de los mayores exponentes de este cruce de saberes es Pablo Redondo, fundador del Instituto de Neuroarquitectura y Diseño (NAD), quien define la neuroarquitectura como "el matrimonio entre la neurociencia y la arquitectura".
"Históricamente, los arquitectos han tratado de crear espacios pensando en el bienestar mental de los coupantes, pero siempre lo hicieron de manera intuitiva. Hoy, en cambio, con la neuroarquitectura, ya nos hemos alejado de lo intuitivo para empezar a diseñar basándonos en los datos duros que nos aporta la ciencia", dice el profesional, quien también es académico del Diplomado Neuroarquitectura en Espacios Interiores, de la Universidad del Desarrollo, y director para Latinoamérica de ANFA (Academy of Neuroscience For Architecture).
"La ciencia nos aporta información que se apoya en experimentos e investigaciones. Así sabemos cómo nos afectan los espacios, qué nos pasa con ellos a nivel sináptico, psicosomático, psicológico, sensorial. Qué nos pasa con las formas, por ejemplo: los ángulos muy agudos nos provocan una activación de la amígdala del cerebro, lo cual nos pone en estado de alerta ante una posible amenzada, llevándonos a estar menos concentrados y a que disminuya nuestra capacidad cognitiva", explica Redondo.
En el plano estrictamente laboral, el arquitecto ya ha dejado su impronta en los espacios interiores de numerosos edificos corporativos de Santiago. Su trabajo también se puede apreciar en el Hotel Nodo, en Providencia, recinto donde incorporó elementos biofílicos y conceptos de neuroarquitectura. El profesional, en todo caso, aclara que no ha sido fácil popularizar esos criterios en el mundo corporativo local.
"Al principio, al presentar mis proyectos no explicaba que estaba trabajando con neuroarquitectura. La versas es que cuesta mucho introducir un tema con un nombre tan potente, tan desconocido. Cuando le hablas a la gente de neurociencia aplicada a la arquitectura, muchos salen corriendo, porque se imaginan que es una forma de construir que resulta cara, complicada y difícil, cuando en realdiad no es ninguna de esas cosas", relata.
Pese a que la neuroarquitecura suena, en Chile, como una tendencia vanguardista, sorprendente y difícil de entender, la disciplina misma tiene una historia de más de medio siglo. Según cuenta la leyenda, sus orígenes se remontan a la década de los 50. En esa época, el médico estadounidense Jonas Salk, más conocido como el creador de la vacuna contra la polio, advirtió que su creatividad se activaba al máximo cada vez que visitaba la Basílica de San Francisco de Asís, en Italia.
Al regresar a Estados Unidos, en 1962, el médico fundó el Salk Institute for Biological Studies, establecimiento –ubicado en la ciudad de La Jolla, California– donde, con la ayuda del arquitecto Louis Kahn, intentó recrear las estimulantes condiciones ambentales del templo italiano. Varias décadas más tarde, el año 2003, las investigaciones realizadas en el Salk Institute motivaron la creación de la ya mencionada Academy of Neuroscience for Architecture (ANFA), entidad cuya sede se encuentra en la ciudad de San Diego, y que desde su nacimiento contó con el apoyo del American Institute od Architects.
En el caso de Pablo Redondo, su vínculo con la neuroarquitectura comenzó hace unos seis años, poco antes de la pandemia. En esos días sentía que su trabajo en el diseño de espacios corporativos se había cuelto demasiada superficial. Comenzó así una búsqueda de nuevos desafíos, y terminó descubriendo que el universo de los ejecutivos y oficinistas era presa del burnout o estrés severo. Investigó sobre el tema y así llegó a la neuroarquitectura, disciplina que, según pudo ver, era capaz de sanar a quienes ya eran víctimas de la ansiedad y la depresión.
"Desde que he estado hacienco proyectos de neuroarquitectura he notado que la gente que habita esos espacios está más feliz. Hemos creado, por ejemplo, zonas pensadas para que los trabajadores bajen el volumen de sus voces. Eso se logra manejando la luz, porque ya sabemos que mientras más luz haya en el lugar, más alto será el volumen de la voz. Con menos luz, todos hablan más bajito. Los clientes además, me han dicho que ahora tienen menos ausentismo laboral, menos licencias médicas", dice el arquitecto.
Anita Antico, arquitecta y dueña de Antico Studio, también ha obtenido resultados positivos con la neuroarquitectura, que en su caso está aplicada al diseño de interiores en espacios residenciales. La profesional argentina, quien reside en Chile ya hace veinte años, cuenta que ha visto lso procesos de recuperación de varias personas que al momento de buscar sus servicios presentaban cuadros de insomnio crónico, estrés, depresión y ansiedad.
"Tuvimos clientes que llevaban años sin dormir bien, y que tomaban medicación. Después de que rediseñamos sus dormitorios, controlando variables como las formas de los muros, los colores, la iluminación y hasta los aromas, hoy duermen de lo más bien y ya no requieren medicación. También hubo gente que no lograba concentrarse para estudiar, o que tenían altos niveles de ansiedad, con manos sudorosas, y que ya no presentan esos problemas", cuenta el profesional.
En el sitio web de Antico Studio es posible ver, en lugar destacado, la lista de los "siete pilares", o aspectos claves que sostienen su visión de la neuroarquitectura. Ellos son: las formas (curvas, para crear ambientes acogedores), los colores (verdes, azules y beige, para reducir el estrés), los aromas (cítricos para la alegría y lavanda para la calma), la iluminación (luz natural para mejorar la energía y reducir la tristeza), los sonidos (música pra brindar felicidad y mejorar la concentración), la biofilia (incorporación de plantas para estimular el contacto con la naturaleza) y la personalización (ver los espacios como extensiones de nuestras identidades).
Algunos piensan que el siguiente paso en la evolución de la neuroarquitectura es llevar estos conceptos más allá de los amvientes interiores, para extenderlos a las fachadas de los edificios y, por qué no, a la concepción misma de las estructuras. El arquitecto Felipe Diéguez, quien tiene un magíster en neuroarquitectura aplicada al diseño arquitectónico, ya ha empezado a emplear esos criterios en sus trabajos, principalmente en el ámbito de los recintos educacionales.Uno de sus proyectos más recientes, cuenta, es la Escuela de Medicina Veterinaria de la Universidad Católica.
"He hecho entrevistas posocupación de esa escuela de Veterinaria para evaluar la performance del inmueble entre sus ocupantes, y muchos de los profesores dijeron haber tenido mejoras en su desarrollo comunitario, lo que llevó a que las investigaciones hechas en el lugar se volvieran más interdisciplinarias", cuanta Diéguez, quien este año, además, impartirá en la Universidad Diego Portales un curso de postítulo donde compartirá sus ideas y experiencias en esa área de la neuroarquitectura.
"Si tomas un liceo público que está mal diseñado desde su base, aunque lo pintes bonito y le pongas muebles nuevos, maceteros y árboles, seguirá siendo un espacio que los estudiantes no desearán tener como entorno habitual. Y por eso creo que la neuroarquitectura debe partir antes de que pongas muebles o pintes las paredes", reflexiona.