Con sello propio
A diferencia de otros países de América Latina, en Chile no hubo desarrollo de la filigrana, una técnica que nació dos siglos antes de Cristo. Sin embargo, desde hace poco más de una década, gracias al interés de algunas artesanas se ha puesto en valor este arte en nuestro país. No tener el peso de la tradición aporta una enorme ventaja, la libertad de hacer una filigrana contemporánea y con identidad local, experimentar y romper las reglas.
En el Museo de Artes Decorativas de nuestro país hay 22 objetos en filigrana. De ellos, 21 son de Perú y uno de España. Contar con piezas históricas nacionales sería prácticamente imposible, y no por falta de recursos para adquirirlas, sino porque simplemente no existen. Ni adornos ni joyas que den cuenta del pasado. “En Chile no hubo desarrollo de la tradición de filigrana como sí se vio en otros países de Sudamérica”, explica Francisca Campos, conservadora y encargada de las colecciones del museo.
Una realidad interesante si se tiene en cuenta que la técnica nació, aproximadamente, unos 2.500 años a.C. Fenicios, griegos, etruscos y romanos dejaron testimonios.
“En la Antigüedad clásica ya hay objetos de filigrana. Después sigue en la Edad Media. Y más tarde, particularmente en el siglo XVII, en países como España y Portugal. La tradición de la filigrana llegó en el periodo colonial a Sudamérica”, explica la especialista, y agrega que se desarrolló principalmente en el Virreinato del Perú por un tema “lógico y orgánico”; como era un gran virreinato, con muchos yacimientos, llegaban muchos plateros de Europa.
“Entonces se empezaron a generar tradiciones locales. Esta técnica se avenía muy bien con todo lo que es la estética del barroco americano. La técnica se desarrolló principalmente en la ciudad de Ayacucho, que antes era Huamanga, a finales del siglo XVIII y con mucho énfasis en el siglo XIX. Y todavía hay artesanos contemporáneos que trabajan en ella. Es algo que no es del pasado, sino que se instaló y fue quedando (en Perú). Pero en Chile no ocurrió así”, comenta Francisca Campos.
Exponentes chilenas
La falta de tradición filigranera quitó la presión histórica de mantener la forma clásica de la técnica. Hace poco más de una década Chile se convirtió en un verdadero lienzo en blanco para los artesanos que deseaban incursionar en esta área. “Al ser Chile un país no filigranero, tenía el permiso de hacer filigrana de cualquier tipo. No tenía esta restricción del modelo clásico (...) tenía licencia de poder experimentar”, menciona Valeria Martínez, artesana dedicada hace más de 15 años a la filigrana contemporánea.
Luego de aprender la técnica en Luque, Paraguay, en 2009, Valeria pensó que nunca se dedicaría a la filigrana por lo complejo que era de hacer. “Con demasiada paciencia logré hacer una florcita en el taller”. Sin embargo, al llegar a Chile comenzó a implementar lo que aprendió en tocados de novias de plata y a experimentar con la técnica.
Su trabajo la llevó a ganar el concurso “Creación en Cobre de Minera Los Pelambres” en 2011, con un collar hecho de filigrana en cobre. En ese entonces la filigrana en ese material no era una práctica a nivel mundial –y hasta el día de hoy tampoco lo es–, por lo que Valeria Martínez se convirtió en una pionera en esa área y en la principal exponente a nivel nacional. “Es más difícil trabajar en cobre porque las terminaciones son más complejas”, menciona la artesana.
“La mayoría de las cosas que sé de la técnica de la filigrana ha sido experimentación propia. La base la tengo de lo que aprendí en Paraguay, pero el resto, todo lo que he logrado es una experimentación propia”, explica Valeria. Por el mismo motivo, su trabajo ha llamado la atención de personas de diferentes partes del mundo, desde Israel a Brasil, gente ha viajado específicamente para aprender de ella, lo que también la ha llevado a realizar talleres tanto en Puerto Varas como en Barcelona.
Antes del 2008 la enseñanza de la filigrana en Chile casi no existía, quienes se interesaban por la técnica debían ir al extranjero a aprenderla. Así fue el caso de Valeria en Paraguay y también de la joyera Pamela de la Fuente, quien luego de conocer la técnica en Mérida decidió estudiarla en Buenos Aires con un propósito muy claro: “Me traje la filigrana a Chile como conocimiento, desde el interés de enseñarlo”, menciona.
Así es como un año más tarde, en 2008, la escuela que lleva su nombre –Escuela de Joyería Pamela de la Fuente– impartió el curso de filigrana a 15 alumnas. “Fue un boom al principio. Un boom”, relata Pamela. Luego de varios años enseñando esta delicada técnica, la escuela trajo a un gran experto en 2014: el maestro y artesano Osvaldo Herrera, desde la zona joyera de Santa Cruz de Mompox, Colombia, a enseñar durante diez días los detalles y requerimientos de la técnica.
Ese mismo curso lo tomó la joyera y profesora de platería Soledad Ávila. “Yo ya llevaba como 10 o más años haciendo joyas y dando clases, pero no lograba entender cómo se hacía la filigrana. Lograba dilucidar un poco, pero obviamente no tenía el detalle.Me llamaba la atención, sobre todo tenía una curiosidad técnica”, cuenta.
Aclara que, aunque hoy ella hace clases de filigrana, no se considera una filigranera, porque no se dedica a producir joyas con esta técnica. Y coincide ciento por ciento con la joyera Valeria Martínez respecto al tipo de filigrana que se hace en Chile, una particular que rompe las reglas de la tradición. “A raíz de las escuelas de joyería que se han ido abriendo, y de los profesores que vienen de afuera, se ha incorporado la técnica a nuestra manera. Nosotros no hacemos la filigrana tradicional peruana; en Chile enseñamos la técnica más que el decir ‘esta pieza se hace así’”, explica.
Esto es algo muy positivo desde el punto de vista creativo, concluye Soledad Ávila: “Tenemos más libertad y podemos faltarle un poco el respeto, por así decirlo. No a la técnica en sí, sino al diseño. Si bien hay cosas que son características del filigrana, la manera en que se han resuelto acá les da una vuelta más contemporánea y más propia de acá. Valeria Martínez combina filigrana con crin, por ejemplo”.
Es imposible hablar de un boom, eso sí, porque hay un factor económico que pesa. “En Perú, en Bolivia o en Colombia tienen talleres de producción masiva de filigrana, con gente especializada trabajando: uno haciendo alambre, el otro haciendo esto; uno otra cuestión más específica. Ellos pueden hacer eso. Nosotros hacemos la filigrana más hecha a mano, más una a una. Y eso la hace más cara, porque además es una técnica que puede llegar a ser muy lenta, dependiendo de lo que tú vayas a hacer”, explica Soledad.
“Porque puedes hacer, por ejemplo, pequeños detalles de filigrana y el resto con otras técnicas, y ahí se puede hacer más rápido, y es válido, pero si es una pieza como única, con un diseño especial para cierta persona y no tienes molde ni nada, es más lenta. Y para poder trabajar las filigranas no es que solamente tengo la plata, la lámina, tengo que preparar el alambre especial y la soldadura. Para las filigranas se hace una soldadura especial, una soldadura en polvo, entonces por lo menos en Chile la filigrana no es algo barato. Lleva tiempo prepararlo y lleva una expertise también, y eso también es parte de lo que uno cobra”, agrega.
El futuro de la filigrana
“Para mí fue aprender la técnica y decir, ‘okey, tengo acá un recurso que me permite expresarme y estar totalmente desprejuiciada de esta tradición’”, menciona Paulina Godoy, joyera de la Escuela Municipal de Joyas de Buenos Aires y miembro de una nueva generación de filigraneras chilenas. Desde que aprendió la técnica en 2019 en Santa Fe de Antioquia, un pueblo colombiano de tradición filigranera, Paulina describe que su trabajo se ha tratado de “probar y que haya errores, porque a partir de los errores se generan situaciones superenriquecedoras”. Su distintivo proceso creativo ha aportado una visión nueva de la técnica, donde en vez de apuntar a la perfección de las piezas, se abrazan los desperfectos que hay en el proceso.
“No tengo problemas con las imperfecciones, me gusta que se note que no quedó superparejo todo y eso es parte de lo que yo quiero expresar ¿no?, esta cercanía con lo orgánico, con las curvas, con lo no tan rígido”, menciona Paulina. El ritmo y movimiento de la naturaleza juegan un rol fundamental en la inspiración de sus piezas de filigrana, al igual que para Valeria Martinez, quien menciona que haber estudiado arte la convirtió en una gran observadora, “siempre estoy viendo las hojas y el viento, la corteza, las luces”.
La complejidad de la técnica requiere de gran paciencia en el proceso de creación, pues como menciona Valeria Martínez, “mientras más fino el hilo es más delicada la filigrana; más difícil de hacer, y más bonito el resultado”. De acuerdo a Paulina Godoy, la concentración que se necesita atrae una calma inherente que se transforma en casi como una meditación, “entras como en un estado reflexivo. No puedes hacer filigrana estando alterado, se te rompe en mil pedazos el hilo, no es posible. O se te puede fundir la pieza mientras estás soldando”.
A los ojos del público este tipo de joyería, si bien puede ser desconocida, es bien valorada gracias a su notoria complejidad, “da esa percepción de calidad, además de ligereza y belleza que es inherente en ella. Es supernotorio para el público”, reflexiona Pamela de la Fuente.
Desde que Valeria y Pamela comenzaron sus trabajos en filigrana, cada vez hay más personas interesadas en aprender la técnica. Sin embargo, la razón por la que existen pocos exponentes nacionales es, nuevamente, por la complejidad de la técnica. “Sí, cada vez hay más (personas interesadas), pero no es mucha la gente que perdura en el tiempo haciendo la técnica, porque es demorosa y de tanto detalle. No es una técnica comercial, es muy difícil”, afirma Valeria.
Si bien Valeria Martínez menciona que, dado que Chile no es un país de filigrana, todavía no ha habido un año de apogeo de la técnica, afirma que pronto lo será: “Este año será el año de las filigranas”. Esto se debe a que durante el 2025 continuará la segunda parte del proyecto llamado “Árboles sagrados”, que corresponde a una serie de obras en filigrana de cobre, en la que diferentes joyeros podrán exponer una pieza, oportunidad única que se realizará en Puerto Varas y Santiago. “Es el año de mostrar todo lo que la gente está haciendo y lo que ha aprendido de esta técnica”, plantea Valeria Martínez.