Mujer

Tatiana Farkas: Entre letras

Tiene 21 años, pero ya viene de vuelta. De ser conocida como “hija de”, rápidamente se convirtió en un referente en redes sociales y recientemente en autora de un libro donde expone con franqueza su lado más vulnerable. De heredera, todo y nada a la vez.

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Como una narradora y coleccionista de historias. Así se define Tatiana Farkas, la joven que podría ser un personaje tipo Paris Hilton o bien abusar de su popularidad como influencer, pero ella ha elegido un camino muy diferente; primero formarse en artes visuales y luego realizar una exploración muy profunda en torno a la espiritualidad, la naturaleza y la fe, que la tiene actualmente estudiando Kabbalah, Herbalismo y Acupuntura. Este giro en su vida no es casualidad. Hace un tiempo, mientras estudiaba un programa de museología (Museum and Curatorial Studies) en The New School en Nueva York, se encontró con un entorno muy materialista y ególatra que, de alguna manera, vetó su esencia sensible. “Eso me hizo sentir como una cáscara de persona. Era una persona vacía en un entorno lleno de narcisistas. Estuve sometida a una depresión irracional y terminé internada en una clínica por un tiempo, porque no sabía cómo vivir con esa pena vacía”, confiesa.

Parte de su camino de sanación también tiene que ver con incursionar en meditación, yoga –está estudiando para certificarse como instructora– y técnicas antroposóficas, las mismas que la ayudaron a ella a sanar. Parte de ese proceso también ha decantado en la escritura, particularmente en la publicación de su primer libro, Mirar hacia la luz es una plegaria, un poemario donde habla con honestidad acerca de su identidad, camino de autodescubrimiento y de sus experiencias lidiando con enfermedades de la mente que, como a ella, afectan a toda una generación. “Este libro nació para decirte que no estás sola, podrida, o desequilibrada. Estas son las escrituras que anhelaba cuando ni siquiera me tenía a mí misma. En esos tiempos en los que me sentí como una persona vacía, mirar hacia todas las cosas llenas de luz en este mundo fue, de alguna manera extraña, un acto de plegaria”.

Sus abuelos paternos buscaron refugio en Chile desde Transilvania, escapando del nazismo, los; del lado materno, se fueron de Rusia a Estados Unidos buscando una vida libre de antisemitismo. Ella es hija de padre chileno y madre estadounidense y ha vivido en Santiago, Florida y Nueva York, pero a través de su Instagram (@tatianafarkasoficial), plataforma desde donde se conecta a diario con sus más de 200 mil seguidores, se le puede ver permanentemente viajando por diferentes latitudes. Para este shooting con L’Officiel Chile nos reunimos con Tatiana en Miami, hasta donde llegó convertida en autora y dueña de una vida mucho más reflexiva y emocional.

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Chaqueta y biker shorts, RAMI KADI COUTURE.

L’OFFICIEL: ¿Te gusta la vida nómada?
TATIANA FARKAS: Desde que era niña siempre he estado entre uno o muchos lugares. Es una bendición, pero también puede darte un contexto muy desestabilizador cuando eres chiquita. Creo que esa situación me ha dejado la necesidad de estar siempre en otro sitio. El año pasado, con la pandemia me vi obligada a convertirme en turista en mi propio país. He sido capaz de manejar el sentimiento de inquietud con una conciencia constante del momento actual y una profunda gratitud por estar dondequiera que esté.

L’O: ¿Qué tan chilena te sientes, en general?
TF: Siento un apego biológico por Chile, porque crecí allá. Y no sólo a Santiago, sino que a todo el país: Huasco, Caldera, Copiapó, Zapallar, Vallenar, Algarrobo o el sur. Para mí no es una opción considerarme chilena o no chilena. Siempre que visito mi país –apenas salgo del avión– respiro el aire, veo la neblina y la cordillera de los Andes. En algún tipo de nivel espiritual-químico me siento en casa; puedo respirar más fácil. Nunca he tenido esta misma conexión con otro lugar; no sé si eso me hace chilena o no, pero es la parte más importante de mi identidad.

L’O: ¿Cuáles han sido los mayores referentes en tu vida?
TF: Las personas que han aportado más sabiduría e inspiración en mi vida han sido mis padres. Podría hablar durante horas sobre cómo es que los grandes artistas y escritores como Franz Kafka o Patti Smith me han influido a mí y mi trabajo, pero sólo me han dado un vistazo a mi alma. Mis padres me regalaron un alma; me han enseñado la importancia de ella y de cómo dirigirla hacia la luz. Me han enseñado qué significa ser una persona consciente y con corazón; me han mostrado y demostrado qué es el amor incondicional; cuál es la importancia de vivir cada instante, el ahora y siempre observar lo que tengo por sobre lo que no tengo. También, me han enseñado a estar agradecida, a ser humilde y creativa. Ellos son una unión de dos almas llenas de creatividad, tradición, generosidad, valores, celebración y crecimiento constante. Mirarlos me hace entender cómo es una vida que vale la pena vivir.

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Conjunto SIMONET.

L’O: ¿Te gusta ser una persona pública?
TF: No es algo que juzgo como algo bueno o malo. He tenido oportunidades fantásticas que nunca pensé que eran posibles. Yo veo mi plataforma como un privilegio y más que eso, también, la veo como una responsabilidad. Soy introvertida, pero al mismo tiempo soy increíblemente abierta, entonces las plataformas digitales son una ruta muy cómoda para expresarme sobre cosas importantes como, por ejemplo, la salud mental.

Durante el confinamiento por la pandemia y luego de sus años universitarios en Boston y posterior paso por Nueva York, Tatiana volvió a vivir con sus padres. Ahí tuvo un año de silencio y aprovechó de reconectarse con su esencia: “Una persona curiosa, espiritual, creativa y con valores”, y también de sanar. “Porque las enfermedades de la mente, su ruta no está en la mente, está en tu alma y la responsabilidad que sientes a ti misma es muy importante. Y para sanar requiere que seas vulnerable frente a lo que te rodea y ser vulnerable es un acto muy valiente”.

L’O: En tu primer libro Mirar hacia la luz es una plegaria te refieres abiertamente a la salud mental, ¿por qué consideras relevante hablar de este tema?
TF: Porque es algo que todos, de alguna manera, vivimos y experienciamos con nosotros mismos o con integrantes de nuestra familia, amigos o la gente con que trabajamos. En Chile hay mucho estigma sobre el tema. Tengo la necesidad de hablarle a la gente que está sufriendo, porque yo también lo entiendo de forma íntima, y no sólo por mis propias experiencias, sino porque también he tenido muchos amigos con todos tipos de enfermedades de la mente en mi vida. Hay una necesidad de todos por ser vistos, especialmente cuando sientes sufrimientos que pueden ser muy invisibles a otros. No quería que fuera un libro superficial o un libro estéticamente lindo, quería soltar todo muy íntimamente para poder interactuar con las almas de la gente.

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Conjunto SIMONET.

L'O: ¿Qué te motivó a escribir?

TF: Mi inspiración, o mejor dicho lo que me provoca a expresarme de esta manera, con papel y lápiz, son mis interacciones tratando de descifrar por qué, como seres conscientes, hacemos las cosas que hacemos. Por qué nos relacionamos –nos emocionamos– con ciertas cosas y con otras no. Nuestra relación con la consciencia y por qué expresamos emociones de ciertas maneras. La complejidad de las cosas que tenemos en común y la necesidad de entender, confiar y valorar nuestras diferencias.

L’O: ¿Cuál fue tu primer acercamiento a la poesía?
TF: Mi primera interacción notable con la poesía fue en Tumblr alrededor de 2012, que fue el primer año en que mi depresión se volvió lo suficientemente profunda como para ser notada. La idea de entrar a una plataforma de forma anónima y ser parte de una comunidad sobre la base de intereses mutuos y emociones profundamente sentidas, que eran difíciles de expresar en los entornos en los que nos encontrábamos, fue una gran bendición. Tumblr me animó a leer, despertó una curiosidad dentro de mí.

L’O: ¿Cómo ocurre tu proceso de creación?
TF: Creo que todo parte en interacciones con este mundo físico de maneras significativas, como conversar con un chanchito de tierra o de cómo interactúo con mis medicamentos. Estos momentos, casi siempre sin palabras, pero con otra lengua (idioma), me causa verme en formas con valor, valorables, importantes, extrañas, necesarias, y de ahí, puedo escribir para entender mejor. Puedo escribir para descifrar los sentimientos/ lecciones de esas experiencias.

L’O: Has dicho que para ti es distinto escribir en español a escribir en inglés, ¿por qué?
TF: Nunca tuve que escribir seriamente en el ambiente académico en español. Por eso es mucho más fácil expresar mis emociones simplemente en ese idioma. Igual, para mí el español es algo con lo que puedo jugar; cuando escribo en español no me pregunto si está escrito de forma correcta; no trato de ser tan clara y eso ayuda. Con inglés, en cambio, es algo complejo. Si no escribo algo “bien”, me siento insegura. Siento la presión de escribir en inglés con palabras intelectuales, de sonar más madura.

L'O: ¿Qué recepción has tenido de las personas que han leído tu libro?

TF: Muy profunda. Me han escrito personas con todo tipo de enfermedades de la mente mensajes muy largos. En realidad, más que mensajes, han sido cartas muy íntimas. Al compartir mis experiencias tan íntimamente a través de mi libro, la gente que lo ha leído ha sentido que abrí una puerta, y estoy emocionada con esta nueva relación que tengo con ellos. No puedo contener mis lágrimas de gratitud y de pena cuando leo lo que me escriben; que las personas tengan ese tipo de confianza en mí es una bendición. Espero que podamos tener conversaciones más abiertas en Chile sobre la realidad de vivir con enfermedades de la mente. El pueblo de Chile merece que se escuche su dolor, los chilenos son dignos de ser escuchados.

L’O: Si pudieras cambiar de vida por un día con alguien, ¿con quién sería?
TF: Di*s (risas). Ser la creadora de todo, el ser de luz por un día, aunque igual ¡todos somos una parte de esa luz en el ahora! 

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Traje ANA QUAN.

Fotos: Diego Armando Mendoza

Styling: Pamela García-Olier

Maquillaje y pelo: Mariana Pineda con CHANEL Beauty

Asistente de fotografía: Junior Rojas

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