Arte y Cultura

Ayer como hoy: lo que es moda no incomoda

En una de las muestras que ofrece el Museo de Bellas Artes de Buenos Aires puede verse una colección de peinetones, accesorio asombrosamente voluminoso que hizo furor en la capital argentina en los años 1830.

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Peinetones en la calle.

Si su ancestro fue la tradicional peineta de carey española que llegó a Buenos Aires alrededor de 1815, el peinetón que se desarrolló in situ creció desproporcionadamente en tamaño hasta convertirse en un tocado completamente diferente y alcanzó su apogeo –y sus medidas– entre 1830 y 1837. Su tamaño era por cierto extravagante, llegando a alcanzar 120 centímetros de alto y de ancho, provocando situaciones engorrosas de las que los humoristas de la época no tardaron en burlarse.

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Peinetón ©FS.
Peinetón ©FS.
Peinetón ©FS.

Si bien los ejemplares que se exhiben actualmente en el Museo de Bellas Artes de Buenos Aires, que originalmente forman parte de la colección de José Manuel Guerrico (1800-1876), no son los más voluminosos, son en cambio de una calidad exquisita y permiten ver el minucioso trabajo de los artesanos rioplatenses. En efecto, en los talleres porteños éstos recibían planchas de carey que cortaban, fundían, calaban, cincelaban, pulían y estampaban en general con diseños inspirados en la naturaleza y que a veces incrustaban con piedras semipreciosas. El accesorio, de una sola pieza, tenía el cuerpo ligeramente convexo y su diseño era único, según los gustos de cada clienta.

Pero si para nuestros ojos hoy en día este accesorio no es otra cosa que ridículo, durante su corto apogeo sirvió como una forma de diferenciarse de la cultura española y se convirtió en un rasgo definitorio de la mujer rioplatense en un período asociado con un creciente sentido de identidad nacional en la Argentina post-colonial, pero inmersa entonces en un enfrentamiento entre unitarios y federales. El desarrollo de esta moda tuvo lugar principalmente durante el gobierno del caudillo federal Juan Manuel de Rosas, época en que la indumentaria estaba severamente codificada para demostrar la adhesión al régimen (el rojo era de rigueur). De hecho, el uso del peinetón se asoció con las mujeres federales y algunos modelos presentaban el rostro de Rosas (similarmente a lo que ocurría en la Francia de Napoléon Bonaparte cuyo rostro ilustraba guantes, chales y abanicos). 

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Izquierda: Peinetón con la esfinge de Juan Manuel de Rosas @ MNBA. Derecha: Peinetón de carey ©MNBA.

Debido al alto costo del carey y su elaborada manufactura, el tocado era un artículo de lujo que servía como símbolo de prestigio entre la élite pero, de cierta manera, sirvió también para que la mujer irrumpiera y se destacara en el espacio público en una época en la que estaba básicamente relegada a la vida doméstica.

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Izquierda: señora porteña. Traje de paseo. Derecha: señora porteña. Traje de verano.

Pero esta moda duró poco, probablemente a causa de su propia esencia. La incomodidad de las señoras para moverse con ellos a cuestas, además de la fragilidad del material y su costo altísimo fueron razones suficientes para bajar la temperatura de esa moda febril. Un ocaso que fue agradecido por acompañantes y transeúntes cercanos, “esquivadores” profesionales de peinetones en las veredas y ocasiones sociales.

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