Breve recorrido por la moda queer
Vestidos para mujeres y trajes para hombres ya no está de moda. Cada vez más los papeles se entremezclan, y con ello la vestimenta que nos identifica. Aquí, la intersección entre las diversas identidades sexuales y estilos es lo que ha dado origen a la moda queer.
En el diccionario solemos ver la palabra queer descrita como algo extraño. Hoy se entiende como una identidad sexual que se sale de las normas establecidas producto de una intersección de formas de concebir la sexualidad y el género.
Grandes íconos pop de la historia -como Marlene Dietrich, David Bowie o Elton John- han traspasado las barreras de la moda heteronormada y se han atrevido a usar prendas que abren caminos a nuevas formas de mostrar la belleza de la diversidad sexual.
Los primeros atisbos de las minorías sexuales como subcultura se remontran al siglo XVIII, cuando la homosexualidad era ilegal en Europa. La única forma en que se identificaban unos a otros era a través de cierto código de vestimenta, como una especie de lucha silenciosa contra la represión injustificada. Parte de esto era utilizar vestidos, enaguas, máscaras e incluso maquillaje durante encuentros nocturnos en bares o tabernas escondidos.
En “Los locos años 20” -época de prosperidad económica en Occidente post Primera Guerra Mundial- en los clubes nocturnos del barrio de Harlem en Nueva York, comienzan a hacerse cada vez más recurrentes -y parte de la cultura underground- los drag balls, un espacio seguro en que hombres vestían y se maquillaban grotescamente como mujeres y vestían con trajes, pantalones y llevaban las manos en los bolsillos, algo también denominado “cross-dressing”.
Pero entre los años 50 y 60, cuando se da la liberación gay y ya nadie sería reprimido -al menos legalmente- por expresar su identidad de género, es cuando se normaliza ver mujeres con pantalones y hombres interesados en moda femenina. Así surge otro concepto: la androginia; la combinación entre características masculinas y femeninas, y parte de esto se mostraba en la moda, que es acompañada de la identidad sexual, en parte, el origen de lo que hoy podríamos llamar ser y vestir queer.
Diseñadores como Christian Dior, Pierre Balmain o Therry Mugler son íconos de la moda que no solo han puesto su propia identidad sexual como inspiración en sus prendas, sino que también han experimentado con este cruce de barreras en la moda y han generado prendas consideradas en algún momento escandalosa o transgresoras por ser usadas por el género opuesto.
En los años 90 ya vemos expresiones propiamente queer, como la estética de Mugler en una de los shows de Primavera-Verano en el año 92 cuando una de sus musas sería la artista drag Lypsinka, quien llega de manera estruendosa y atrevida a la catwalk utilizando cuatro prendas que revela en capas, una de ellas el power suit que deja ver las curvas y un escote, pero con un toque clásico en las profusas mangas y cuello y con una caminata y coreografía que dejará que recordar.
Otros diseñadores que vale la pena mencionar en la cultura queer también son Jean Paul Gaultier con sus faldas masculinas y aquel corsé con unos conos puntiagudos que hemos visto en Madona. Ya en el 2000, nombres como Rick Owens o Charles Jeffrey marcaron la fluidez de los géneros con los boob tubes femeninos y las botas altas para hombres.
Definitivamente, estamos frente a un estilo que llegó para quedarse, y quedan años para seguir desarrollando una moda fluida y sin límites o concepciones de género establecidas.