Memorias de la nación Blondie
"Gente común: Una historia oral de la Blondie”, es el título del nuevo libro de Rodrigo Fluxá, quien combina su carrera de escritor con su trabajo como guinista. Netflix ya terminó de rodar la serie basada en su investigación sobre el crimen de Viviana Haeger.
Cuando le pregunto a Rodrigo Fluxá (1980) qué queda del periodista deportivo que alguna vez fue, primero responde “nada”. Luego corrige, “muy poco”, detallando dos elementos que aprendió en el oficio: identificar rápidamente conflictos y someterse al rigor de trabajar los fines de semana. Fluxá pasó de reportear en deportes de 'El Mercurio' a la revista 'Sábado' del mismo diario, en donde se destacó por su privilegiado sentido para encontrar historias, conseguir golpes y, por si eso fuera poco, como un escritor de talento evidente. Ganó premios, recibió elogios, escribió libros. Fue su libro 'Solos en la noche', sobre el asesinato de Daniel Zamudio, el que lo acercó al mundo del audiovisual, en donde ahora desarrolla una carrera paralela a la de escritor. Fue asesor de la serie sobre el crimen de Zamudio transmitida por TVN y luego trabajó en las producciones 'La Cacería' y 'El Presidente', ambas creadas a partir de sus investigaciones sobre los crímenes de Alto Hospicio y el prontuario de Sergio Jadue, respectivamente.
Netflix ya tiene lista la producción de la serie inspirada en el caso del crimen de Viviana Haeger, basada en 'Usted sabe quién', un libro que a Fluxá le tomó tres años de trabajo y en donde expone las deficiencias institucionales de la policía y el sistema de justicia local. Fue después de terminar ese texto que decidió dar un giro temático: recrear las noches de los años 90 con 'Una historia oral de la Blondie' (Catalonia UDP), su próximo lanzamiento fechado para el mes de abril.
L’OFFICIEL: ¿Qué crees que ha aportado tu trabajo en el mundo audiovisual a tu escritura?
RODRIGO FLUXA: Mucho, porque me hizo separar las historias en tres actos, algo que yo sólo operaba por intuición antes de comenzar a hacer guiones. Me ordenó la manera de hacer un relato, y los relatos ganaron mucho. Ahora veo la estructura, distingo claramente el primer acto, del segundo y del desenlace, lo que incluso sirve si después quieres desordenarlo. En lo demás el trabajo audiovisual es muy latero, porque es demasiada gente trabajando, lo que significa explicar repetidamente lo mismo. Lo bueno es que ahora ya trabajo con un grupo de personas a quienes no les tengo que explicar a cada rato de qué trata una historia. Aunque cuando tengo reuniones con Netflix igual debo “pitchear” la historia, explicarle en cinco minutos a alguien por Zoom por qué sería bueno hacer, por ejemplo, una serie de la Blondie. Eso es muy cansador.
L’O: El caso de las niñas asesinadas en Alto Hospicio, La Cacería, ¿fue la primera adaptación que hiciste tú?
RF: Exactamente, la serie sobre Zamudio (Perdidos en la noche) fue una adaptación que hizo otra gente. Después Fábula compró los derechos de un perfil que escribí sobre el dirigente de Sergio Jadue. Ahí participé más en el proyecto inicialmente, hasta que llegó un director argentino, Armando Bo, y me llevé pésimo con él. Fui a Buenos Aires y me devolví, fue desastroso. Después Fábula compró los derechos de Usted sabe quién y la hizo para Netflix. Ya está hecha. Ahí escribí.
L’O: Debe ser difícil la relación entre el escritor original y la dirección audiovisual.
RF: Es muy difícil, es demasiado difícil. Ahora estoy tratando de hacer documentales, que es un trabajo donde el material es el que manda. El proceso de ficcionalizar, de adaptar historias, da para cualquier cosa. He estado en reuniones en donde hay quienes dicen: este personaje no puede decir tal cosa, no puede ser racista. Y yo creo que sí, que hay gente racista, hay que mos- trar que eso existe, que pueden existir personajes racistas. Ser periodista ayuda mucho en eso, porque como periodista uno no elige cómo es la gente. Como dice Cristián Castro, el cantante, yo quería cambiar el mundo, pero el mundo es como es. Y esa es una elección que uno aprende muy rápido reporteando. La gente de ficción audiovisual, en cambio, quiere más cambiar el mundo que retratarlo.
L’O: En el caso de la serie La Cacería, ¿qué te hubiera gustado que hubiera sido de otra forma?
RF: En realidad me hubiera gustado que hubiera tenido un presupuesto más grande. Hacer Tacna en Tacna y no en Patronato. Cosas de producción que no tienen que ver conmigo. Pero son detallitos. Por ejemplo, a mí no me hubiera gustado que el protagonista, el policía, tuviera un interés amoroso como ocurrió, lo encontraba absolutamente descabellado. Si estás investigando un asunto como ese, el asesinato de niñas, que un personaje tenga un interés amoroso en esas circunstancias puede ser una característica fascinante, pero tienes que marcar la bandera de que no es algo normal. Yo creo que hay que hacer ideas nuevas, no imitar lo mismo que tuvo éxito fuera y que además tuvo mayor presupuesto. Muchas veces se busca eso: si la serie Mare of Easttown tuvo éxito, buscan hacer algo parecido. Pasa así siempre, cuando aquí hay historias reales que podrían transformarse en libros o series, como lo que ocurrió en Alto Hospicio.
L’O: ¿Cuánto te tomó en tiempo desarrollar la serie sobre los crímenes de Alto Hospicio?
RF: Siete meses de investigación y un año en hacer el guion. Pasa eso. Cuando se me ocurrió la idea de escribir sobre Blondie, estaba leyendo un libro que escribió Peter Hook sobre el club The Hacienda de Manchester. Lo leí y me pregunté, por qué estoy leyendo esto y no la historia sobre la Blondie. Lo mismo cuando veía Mindhunter y me preguntaba por qué no existía una serie sobre el sicópata de Alto Hospicio.
L’O: En 'Usted sabe quién' y 'Una historia oral de la Blondie' hay un humor que, me parece, en tus anteriores libros no se hacía tan evidente.
RF: Claro, en ese me abrí un poco, no tanto, porque igualmen- te se había muerto una persona, pero en Una historia oral de la Blondie, la cancha está abierta y es un libro de jolgorio. A todo el mundo le gusta reírse. Y el periodismo chileno está muy caren- te de humor. Y es verdad que estamos en un país precario, pero incluso en situaciones precarias la gente tiene humor.
L’O: Con el libro sobre la Blondie abandonas el caso policial ¿Cambió eso la manera en que enfrentaste la historia que querías contar?
RF: Sí, completamente. Fue una de las razones por las que hice el libro también. Fueron varias, pero en un momento me invitaban a los matinales a comentar crímenes como si fuera Carlos Pinto, y obviamente no iba. El Usted sabe quién fueron tres años de trabajo y estaba súper cargado, venía saliendo del artículo sobre las denuncias de abuso contra Nicolás López y Herval Abreu, que fue un parto de un año. Fui a la Blondie con una polola de esa época, no iba hacía mucho tiempo; había gente conocida, gente de todas las edades y pensé: esto que ocurre acá es muy especial, y empecé a rondar la idea. En la Blondie había, hay, mucha chi- lenidad. Es súper loco porque toda la gente se cree británica pero hay algo muy chileno en esa bajada de lo británico que ocurre en Blondie. Quien tiene una buena explicación es Eddie Pistolas de Pánico. Él decía que cuando llegó de Francia, como el 92, encontró que toda la gente, sobre todo los jóvenes, estaban con un estrés postraumático evidente, solo que ellos no lo veían. Te- nía mucho sentido que hubiera tantos góticos en Santiago el 92.
L’O: Otro tema de Blondie es que reúne a personas de distintos orígenes que escuchaban la misma música y que no se hubieran conocido si no es por este lugar.
RF: Es loco. Es como si hubieran salido todos los raros del curso que estaban esparcidos y se encontraron ahí. Eran los raros que se vestían de negro, los raros a los que molestaban por gay, los raros que no les gustaba el futbol... se abrió Blondie y todos aparecieron. La gente no vive con épica cuando van pasando las cosas, pero a la distancia es bonito. La imagen que hay ahora de los 90 es decadente, me refiero a que la idea que quedó de la década es la del Liguria, de Los Tres y la Concertación. Pero la Blondie nunca fue eso, probablemente es lo que era Lemebel para la Concertación, es lo mismo, gente rara. Es una época que está en revisión.
L’O: Hiciste algo que me parece muy difícil, extremadamente arriesgado que es organizar un libro en torno a voces. ¿Cómo decidiste hacerlo así?
RF: Tenía un ejemplo, que era el libro 'Please Kill me', que es la historia del punk en Nueva York en los años 70. Era muy divertido, pero tenía un elemento importante, que los entrevistados era personajes famosos como Lou Reed. Aun así, había algo en la oralidad que era súper bueno. Además, empecé a hacer entrevistas como loco, como cien entrevistas y mi fantasía era que cuando tuviera todas las entrevistas que había planificado, ese material se iba a ordenar fácilmente. Después me di cuenta que me metí en un cacho total. Fue súper difícil.
L’O: Finalmente Blondie fue lo más cercano al destape a la española que muchos esperaban que ocurriera durante la transición. El lugar donde ocurrió el destape.
RF: Sí. El hito más grande de la Blondie es que es un hito cultu- ral que no proviene de la elite. No surge de la elite. Eso yo no lo había encontrado. La armaron entre el dueño que era un hom- bre criado en el campo, un productor que trabajaba en la cons- trucción y un Dj que no venía de una comuna del sector oriente. Después empezó a llegar gente de clase alta, pero después, algo que es muy poco habitual en Chile. Durante mucho tiempo la Blondie fue el único lugar en donde podían conocerse y pinchar alguien de San Ramón con alguien de Vitacura. No había otro.
L’O: Tú ahí haces una diferencia con las fiestas Spandex
RF: Las Spandex estaban hechas para mostrarse, la Blondie para perderse. Era bajar a un hoyo sin señal de celular, super oscuro.
L’O: ¡Y el olor que había!
RF: Claro, pero como dice alguien, era olor a felicidad. La Blondie ganó en un país hostil a los que son distintos, ganó en el respeto a la diversidad, a ser raro, y a que todos traten de convivir con eso. Igual de alguna forma todo funcionaba, por algo Morrissey terminó tocando en el Festival de Viña. Si eso no es señal de que ganó la Blondie, no sé qué otra cosa podría serlo.