Luz Méndez, naturaleza textil
A través de colores y texturas, la diseñadora textil, colorista y decoradora de interiores ha demostrado su fascinación por la naturaleza y el diseño.
Si se le pregunta a Luz Méndez qué tanto de ella hay en cada uno de sus diseños, la respuesta es rápida y precisa: “¡Todo!”.
Criada por un padre arquitecto y poeta, y una madre galerista —creadora y gestora de la Galería de Arte Espacio CAL—, la sensibilidad que tiene por el arte se le dio casi de manera innata. Fueron sus maestros, aprendió de ellos y rescató la visión minimalista que tanto su hogar como sus padres tenían. Creció en Lontué, Molina, donde tuvo una infancia cercana a la tierra, la naturaleza y sus texturas. Por las tonalidades de la zona comenzó a tener una gran fascinación por los colores que, con el paso del tiempo, se convirtieron en su pasión.
En 1985 —a los 31 años— comenzó a trabajar profesionalmente como diseñadora textil creando alfombras. Sus primeros trabajos fueron sintéticos, quería expresar ese minimalismo que la acompañó a lo largo de su niñez. “Demostrar que con poco se puede decir mucho, especialmente con el arte y el diseño”, comenta.
Gracias a su trabajo textil poco a poco se introdujo en el mundo de la decoración y del interiorismo. Trabajaba a la par con los arquitectos, lo que la motivó a seguir jugando con lo textil y los colores. Desde 1994 a la fecha, ha diseñado espacios para residencias, embajadas y hoteles. Un proyecto que recuerda con mucho cariño fue el que realizó con los arquitectos nacionales José Cruz y Germán del Sol para el Hotel Explora Patagonia, ubicado en el Parque Nacional Torres del Paine. Afirma que fue un gran desafío y que se enfocó en traspasar el paisaje del lugar a la decoración. “Seleccionar lo más simple de la naturaleza para trasladarla al interior en su máxima expresión”, dice Méndez. Una síntesis de la naturaleza a lo textil.
La construcción de un legado
Mediante la simpleza y el equilibrio, la diseñadora generó un sello propio gracias a sus diseños. La composición de los colores, los materiales que utiliza y las texturas que sus alfombras poseen, han hecho que sus proyectos tengan vida propia y que al mirarlos se reconozca que son suyos. Cuentan una historia sin mostrar una imagen en concreto. La manufactura y la composición de las texturas, logran representar lo que ella rescata de la naturaleza: una puesta de sol, el mar de Pichilemu, las abejas de Lontué, entre otras cosas. “Encontrar la perfección en la simpleza de las cosas”, afirma.
Actualmente se ha transformado en una artista nómada. Se mueve desde su departamento en Bellas Artes a Lontué, Pichilemu, o a la casa taller que tiene su marido —el grabadista francés-porteño Loro Coirón— en Normandía. Luz Méndez es una marca registrada; su última colección textil es una síntesis de sus orígenes, una muestra de lo que ama de Lontué, el luger que considera su hogar. Alfombras de colores vivos que rescatan lo que vio tanto en su infancia como ahora: abejas polinizando en flores de cerezos, kiwis verdes y jugosos, guindas rojas color vino, ajíes sabrosos y pincantes de Villa Prat y uvas grandes y moradas que se cultivan desde hace años al lado de su campo. Esto sigue siendo lo que más le gusta.
Sin embargo, el día a día, el campo y el tiempo de estío son los factores que la han ayudado a iniciar su proceso creativo. “Estar en el campo me ha ayudado mucho a crear y diseñar. Hay un relajo distinto, intervienen otras cosas que la ciudad no tiene. El día a día me conmueve, en especial en la época de las estaciones veraniegas; hay más luz y calidez distinta. No soy mucho de invierno, lo que hace que la primavera y el verano sean meses de mucha inspiración por todo lo que estas traen consigo”, finaliza Luz Méndez. Una observadora del entorno, que mediante las texturas y los colores muestra su visión del mundo.
Retrato de portada: Carlos Saavedra