Arte y Cultura

Los Jaivas: Todos juntos en Francia

La banda musical más importante del país celebra los 40 años de Alturas de Machu Picchu, probablemente su álbum más universal, grabado en París, en el período en que sus integrantes vivían en una idílica casona de Châtenay-Malabry, en las afueras de la Ciudad Luz.

person human musician musical instrument drum percussion drummer

En nuestro país las distancias de cinco horas en automóvil están a la orden del día y es lo que uno se demora en ir hasta La Serena por el norte o a Chillán viejo por el sur. En Europa, los ritmos son otros, los tramos se acortan y en ese lapso se puede recorrer de sur a norte un país entero. Se puede, por ejemplo, atravesar casi toda Francia. Si se es niño y se cruza una nación completa, las posibilidades de la fantasía aumentan en forma exponencial y es probable que el muchacho o muchacha quede para siempre con aquella experiencia alojada en algún lugar de su memoria.

La música chilena Juanita Parra aún tiene recuerdos de un viajede aquellos. Aún no cumplía los siete años y ya le tocaba vivir en el tercer país de su vida: había nacido en noviembre de 1970 en Santiago de Chile, a los cuatro años se había ido con sus padres Gabriel Parra y María Eugenia Correa a Argentina y en 1977 los acompañaba a ambos por una carretera francesa rumbo a París. “El primer recuerdo que tengo de París es despertar a los pies de la Torre Eiffel en el auto de ellos”, rememora la baterista de “Los Jaivas”. “Veníamos desde Biarritz y habíamos llegado recién a la capital de Francia. Mi padre venía, como en una especie de avanzada del grupo, a ver en qué parte de París podríamos vivir después de que todos habíamos estado cuatro meses en Biarritz, en el suroeste de Francia, muy cerca de la frontera con España. Fue una especie de aclimatación a lo que luego vendría, ya en París”, cuenta la hija del fallecido Gabriel Parra, el primer baterista de la banda chilena. 

Aunque el grupo más importante en la historia del rock chileno regresó oficialmente a nuestro país a mediados de los años 90, una gran parte de sus capítulos históricos pertenecen a Francia. Fue en ese país donde se radicaron durante casi 20 años. Allá nacieron y se criaron los hijos y nietos de sus integrantes y, de cierta forma, nunca abandonaron París. Los hermanos Eduardo y Claudio Parra, extecladista y pianista de la banda, respectivamente, tienen domicilio parcial allá y vuelven con frecuencia.

De Buenos Aires a Les Glycines

Después de editar dos discos esenciales en su breve y fructuoso paso por Argentina (“Los Jaivas”, también conocido como “El Indio” en 1975, y “Canción del Sur” en 1977), arribaron a Francia con el objetivo de desplazarse a toda Europa. En ese esquema de proyección, ese país sería algo así como su centro de operaciones y residencia al mismo tiempo. Allá también grabarían otros tres álbumes igualmente fundamentales: “Alturas de Machu Picchu” (1981), “Aconcagua” (1982) y “Obras de Violeta Parra” (1984). Serían además los discos de sus primeras giras de retorno a Chile, primero en el Festival de Viña del Mar de 1983 y luego en otras ciudades. 

“Nuestra llegada a Francia venía cargada de aventura. Ya en el Eugenio C, el transatlántico que nos transportó a Europa, se fue cultivando el espíritu de encontrarse con lo desconocido”, recuerda Eduardo Parra, fundador de la banda junto a sus hermanos Claudio y Gabriel. “Sin que nosotros nos diéramos cuenta, se iba creando una nueva imaginación que debería responder a ese viejo continente que a fin de cuentas había marcado a fuego nuestra historia, la historia total de América. Es la misma historia que nosotros habíamos tratado de soñar e integrar al pensamiento que a duras penas articulamos en nuestros primeros compases y pentagramas”, reflexiona desde París el mayor de los hermanos, actualmente alejado de la banda y radicado entre Colombia y Francia. La vida en comunidad que habían cultivado en Zárate (cerca de Buenos Aires, Argentina) se extendió en Francia gracias a una jugada de la fortuna y en una casa que sería la morada mítica de “Los Jaivas” en las afueras de París, en el sector de Châtenay-Malabry, hacia el suroeste de la ciudad. 

Eduardo Parra lo detalla: “Dos o tres viajes entre Biarritz y París bastaron para encontrar finalmente la casona que todos conocieron como el ‘Castillo de Los Jaivas’. En realidad, el lugar se llamaba Ville Les Glycines, terreno perteneciente a una auténtica familia republicana, madame y monsieur Croux. Fue madame Croux quien se conmovió de esta comunidad de músicos errantes (ella era pianista y organizaba conciertos ensu casa y en la comuna). Fue ella quien a nuestra llegada a Les Glycines, y dándose cuenta de nuestra situación, tomó el teléfono y de inmediato se comunicó con el prefecto a quien le pidió encarecidamente la regularización de nuestros papeles en Francia. ¡Ya estábamos instalados en París! En el corazón de Europa”. 

La morada ocupaba alrededor de una hectárea de terreno y así como fue el lugar de ensayos y de creación de la banda, también fue el gigantesco patio de juegos de los niños del grupo. Entre “Los Jaivas”, sus esposas y los chicos había cerca de 20 personas en Les Glycines. “Era una casa hermosa, de tres pisos, con una gran laguna y jardines especialmente diseñados por paisajistas. En realidad, una serie de coincidencias fue lo que nos condujo hasta ahí y muchos se preguntaban cómo lo habíamos hecho. En ese tiempo había muchos exiliados chilenos y latinoamericanos
en Francia y nosotros, en rigor, ni siquiera éramos exiliados políticos”, comenta Claudio Parra, pianista de la banda.

Fueron en total ocho años los que el grupo habitó la casa de Châtenay-Malabry, una construcción de 1860 que era propiedad de la familia Croux, dedicada a la venta de plantas y árboles
de sus viveros. Aquí también grabaron varias canciones que ocuparían sus discos de la época y hubo una cantidad no menor de encuentros y festejos. “Para ser honesto, todo era bastante
idílico, todo, pues no estábamos precisamente en el centro de la ciudad, sino que en el departamento de Hauts-de-Seine (Altos del Sena), a 18 kilómetros al sur de París, en una zona con colinas y muchas partes muy verdes, con bastantes bosques. Pero en 1985 tuvimos que irnos, pues los dueños ya tenían avanzada edad y tuvieron que vender. Debimos separarnos, dejar de vivir en comunidad e irnos a departamentos en la ciudad. El único que no quiso irse fue Gabriel, que logró encontrar una casa en la misma zona de Châtenay-Malabry: ese sería el próximo centro
de operaciones en el futuro, el lugar de los ensayos y también la oficina del grupo”, recuerda el pianista de la banda.

meal person vacation tree plant female picnic leisure activities dress face

Por los caminos de Europa

Aunque la capital gala era la ciudad preferida para vivir de “Los Jaivas”, el público francés no fue el primero que los alentó y celebró. De alguna manera, el perfil musical mixto del grupo entró primero al torrente sanguíneo de las naciones vecinas. “Es curioso lo que pasaba con los públicos en Europa. Los que más conectaron con nuestra música, por lo menos al principio, fueron los holandeses y los alemanes. Los franceses son un poco más tradicionalistas en ese sentido y esperaban que un grupo latinoamericano se presentara con charango, bombo y ataviados
de chullos. Nosotros, por el contrario, teníamos batería y guitarra eléctrica”, reflexiona Claudio Parra. 

Y agrega; “Y al revés, en Holanda la gente era muy abierta. Tocábamos y se ponían inmediatamente a bailar, independientemente del ritmo que escucharan. En Alemania era igual: comprendían y les interesaba la música, más allá de si entendían o no la letra. Creo que en general había una diferencia de apreciación entre los países nórdicos y los latinos. En España, incluso, tampoco fue tan fácil al principio y eso que ahí sí que entendían la letra de nuestras canciones”. En este sentido, algunas de las presentaciones más memorables del período europeo de “Los Jaivas” fueron en el centro cultural Melk Weg de Amsterdam, uno de los más importantes de Holanda, y en el Shafestbury Theatre de Londres. Eduardo Parra también tiene especiales recuerdos de los conciertos en Alemania: “Ya no tengo memoria ni apuntes de todos los conciertos que hicimos en ese país, pero sí sé que fueron muchos y durante varios años. Aparte de estar en incontables salas importantes, creo que uno de los máximos triunfos fue presentarnos muchas veces frente a un público universitario que curiosamente gustó de nuestra música como casi ningún pueblo latinoamericano lo había hecho antes”.

La operación de conquista del exigente público francés estuvo marcada por algunos especiales momentos a atesorar, empezando por la actuación en el Teatro Olympia, el más antiguo y prestigioso de la música popular en Francia, arena de presentación de Edith Piaf, The Beatles y Ella Fitzgerald, entre muchos. “Al año de haber llegado a Francia, ya habíamos logrado tocar ahí. Habíamos empezado en recintos más pequeños y después ya estábamos en el Théâtre de l’Athénée o en el Théâtre de la Cité Universitaire, ambos en París. Tengo especiales recuerdos además de Le Palace, que en ese tiempo estaba muy de moda. Era más pequeño además”, cuenta Claudio sobre el legendario club que en la época tenía tanto artistas como público famoso, desde Mick Jagger a Andy Warhol, pasando por Karl Lagerfeld, Grace Jones, Jean-Paul Gaultier, Jerry Hall o Roland Barhes, entre otros. 

Aunque los gustos del público comenzaron a cambiar a inicios de los años 80 y las giras ya no eran tan asiduas como a fines de los 70, “Los Jaivas” encontraron un magnífico refugio en los estudios de grabación de París. “Grabamos Alturas de Machu Picchu fundamentalmente en Francia, aunque una canción la registramos en Alemania: fue Sube a Nacer Conmigo Hermano. Sucedió porque mientras estábamos en gira por Alemania nos pedían muestras del material desde Perú. Así es como en unos días libres logramos grabar el tema en los estudios EMI Electrola de Colonia. El resto fue en los estudios Pathé-Marconi de París a excepción de la canción Del Aire al Aire en la casa de Les Glycines. Era uno de los grandes estudios de Francia y hacía solo un año que los Rolling Stones habían grabado ahí (el disco Emotional Rescue). Luego ya nos hicimos regalones y los dos álbumes siguientes, Aconcagua y Obras de Violeta Parra, los hicimos ahí también. En rigor, entre Pathé-Marconi Les Glycines”, recuerda.

clothing apparel person human jacket coat pants

La huella de la diversidad

Radicada desde el año 1996 en Chile, Juanita Parra cree que en su vida corre una identidad europea y francesa que de vez en cuando hace aparición. Lo explica así: “Mi madre ya se había venido en 1988, cuando murió mi padre (Gabriel Parra, el baterista y fundador de Los Jaivas falleció en un accidente automovilístico en abril de 1988). Fue raro, porque me sentía muy, muy chilena, pero ya estando acá me di cuenta que no lo era tanto. Era mitad y mitad, chilena y francesa, pues allá tampoco era una francesa total, por supuesto. Había cuestiones que me parecían curiosas, desde los códigos amorosos de los chilenos hasta la forma de ser”.

Es probable que una de las huellas más claras de sus años de niñez y adolescencia en Francia tengan que ver con el entorno y la sociedad en que creció. Hay detalles y anécdotas que alumbran
esa época: “De la misma manera en que recuerdo despertar viendo la Torre Eiffel frente a mí, también se me vienen a la cabeza imágenes de probablemente son del barrio de Pigalle, en
el distrito 18 de París, y donde me sorprendió mucho ver por primera vez en mi corta vida a personas de color. Nunca en mi vida había visto a afro-europeos. Era algo absolutamente nuevo.
Vendría una vida de mucha diversidad cultural”. 

Ella misma también era parte de la integración que en ese tiempo vivía el país que acogía a Los Jaivas. “Se reflejó también en cuestiones como entrar a un escuela pública en Châtenay-Malabry sin saber una palabra de francés, junto a compañeros que también venían de otras partes del mundo. Había chicos de África del Norte, de la India, de Latinoamérica como yo, etcétera. A todos nos dieron una educación igualmente buena y gratuita, sin que nadie se cuestionara porque había que atender a extranjeros. Nos pusieron incluso profesores especiales desde la municipalidad a cada uno de los niños para ir avanzando en el idioma y a los seis meses estábamos todos hablando francés”. Es el mismo idioma con que se criaron varios descendientes de “Los Jaivas” que quedaron allá, entre ellos los hijos de Claudio y Eduardo, o la propia Aurora Alquinta, hija del fallecido vocalista Eduardo “Gato”Alquinta (1945-2003). Todos juntos, alguna vez en París.

Tags

Entradas recomendadas