"Gabrielle Chanel: Fashion Manifesto", una francesa en londres
La niña nacida en un pueblo del valle de Loira en 1883 —abandonada por su padre a los 11 años en un convento para niñas huérfanas, al morir su esposa— comenzó a reinar Paris y balnearios más glamorosos de su país alrededor de los años 30. La exhibición, que se abre al público este sábado 16 de septiembre en el Museo Victoria & Albert de Londres, es una cuidada radiografía de su vida y obras. Gabrielle Chanel: A Fashion Manifesto, comienza con una foto de la impresión de sus huellas digitales y sigue con un diseño sobreviviente de sus primeros trabajos: una blusa de cuello marinero en tela de lencería, un concepto de avanzada para la época. Continúa de manera cronológica, atravesando las diferentes etapas creativas y los sesenta años de vida de esta mujer visionaria, ambiciosa, controversial, misteriosa y fascinante.
Dos años tomó recopilar piezas en archivos distribuidos por todo el mundo para finalmente desplegar esta muestra con 191 maniquíes vestidos con diseños de la propia Chanel, y decenas de documentos. Aunque la exhibición es la extensión de la presentada el 2021 en el Museo de la Moda de Paris (Musee Galliera), no solo se le han sumado 100 looks nunca antes mostrados, sino que se ha puesto particular énfasis en la relación de la diseñadora con Gran Bretaña, país al que la unieron innegables y profundos lazos tanto profesionales como afectivos. Su primer romance con un británico lo tuvo en París, siendo muy joven. Arthur “Boy” Capel era un aristócrata que financió sus primeros negocios, incluida la icónica boutique en el número 21 de la Rue Cambon, cuya curvada escalera rodeada de espejos es recreada en la última sala de la muestra y, sobre la cual se exhibe en una paleta de blanco y negro, parte de la colección final de esta mujer que trabajó prácticamente hasta el día de su muerte.
En los años 20, Gabrielle se movía en los altos círculos de la sociedad británica, causando impacto con su estilo refinadamente relajado, que hasta el día de hoy se define como típicamente francés. “Antes de Chanel, los modistos no eran recibidos en estos círculos sociales, eran vistos simplemente como proveedores. Ella cambió esa visión y convirtió a los diseñadores en figuras de alta sociedad. Ella se posicionó como un igual para aquellos a los que vestía” afirmó Orielle Cullen, curadora de la muestra. Sus estadías en el Reino Unido dieron origen a una rama de su imperio llamado British Chanel y a la introducción de diseños de corte masculino en sus colecciones. Su devoción por el tweed también comenzó en el país y fue así como, dandole una vuelta de tuerca, nace la famosa chaqueta con cuello de cardigan construida en esa tela que ella reinventaría de mil maneras y transformaría en elemento de haute couture. En una de las espectaculares salas se despliegan en corridas de dos pisos y en los más diversos colores, 62 de estos trajes que se convirtieron en su emblema.
Su relación amorosa de diez años con el Duque de Westminster y su profunda amistad con Winston Churchill, entre otros factores, dieron fruto a un vínculo que nunca se cortó entre la diseñadora y Gran Bretaña. En la exhibición, nos encontramos con fotos de Coco y su amor, el Duque, en carreras de caballos en Cheshire, otras de ella con Sir Winston Churchill y el hijo de este, además de un bello retrato de una Gabrielle de cuarenta años pintado por Churchill, amistad que, al parecer, la salvaría veinte años más tarde de caer prisionera y ser juzgada como espía.
Antes de llegar a la pequeña galería que revela documentos de esos años de guerra y acusaciones, la curadora Orielle Cullen llevó a la audencia por espacios que reimaginó para evocar lugares cruciales en la vida de Chanel: su villa de verano, que bautizó como La Pausa en el sur de Francia y otro inspirado en la famosa botella de su perfume Nº 5, que ocupa por supuesto, un lugar de honor en un ambiente blanco e inmaculado junto a varios de los productos de belleza creados por esta mujer de imaginación inagotable. Sin embargo, uno de los documentos más sorpresivos de esta exhibición: una carta escrita por la Reina Isabel II en 1955, agradeciendo a su amigo Frederick “Boy” Browning por el regalo de una botella de Chanel Nº 5. “Ya lo estoy usando y espero, gracias a eso, estar oliendo mucho mejor” escrito de puño y letra de su majestad.
En el apogeo de su carrera y con un imperio que crecía impresionantemente, llega la segunda guerra, la ocupación alemana en París y con ello el cierre de la casa CHANEL. Su historia desplegada en documentos, se pone ambigua y contradictoria. Sale a flote su romance con Gunther Von Dincklage, un espía alemán, y es catalogada por los nazis como fuente confiable y le otorgan un seudónimo: Westminster. Se especula que, Gabrielle Chanel, utilizo esta relación para liberar a su sobrino prisionero en un campo alemán, objetivo que logró. No obstante, en un vuelco inesperado, fue encontrada en el Museo de Archivos del Ejército Frances, una lista en la que su nombre figura entre otros 600.000 miembros de la resistencia francesa “Existen 170 biografías de Coco Chanel” cuenta Orielle Cullen. “Sin embargo, cuanto más uno investiga y lee sobre ella, más lejana y misteriosa nos parece, es un personaje fascinante” y agrega que “aunque no es una muestra biográfica, que se enfoca en sus diseños, existen quince años en que congeló su carrera y quisimos cubrirlos con lo que había ocurrido durante ese periodo”.
Al terminar la guerra, Gabrielle se autoexilió en Suiza para volver con todo el ímpetu que la caracterizaba en 1954. Tenía 71 años y no se detuvo más. En los días antes de su muerte, a la edad de 87, en el Hotel Ritz que fue su hogar desde su regreso, preparaba su catálogo de primavera. Una mujer brillante que contaba con un instinto prodigioso para ver qué le venía bien a los tiempos, e iba siempre un paso o varios adelante. Incluso luego de su último desfile —dos semanas antes de fallecer— un diario británico la describía como “la respuesta al dilema de la mujer moderna”. Continúa siéndolo hoy, más de 50 años después. Esas carteras de cuero acolchado con el logo de broche y los slingbacks bicolores de la exhibición son aún objetos de deseo de las actuales generaciones, y no cabe duda que hasta los más jóvenes asistentes a la muestra estarían felices de llevar hoy cualquiera de los diseños mostrados en este verdadero espectáculo. Así de atemporal es la declaración de principios de moda de Gabrielle Chanel.