Los tiempos modernos de Sebastián Errázuriz
Un padre especializado en su enseñanza lo nutrió de arte y lo llevó a empujar los límites. Diseño, moda y tecnología es lo que el artista mezcla con humor y seriedad al mismo tiempo. Pero ahora va por más.
Llenó de bostezos Times Square, puso una vaca en la azotea de un edificio, plantó un árbol en medio del Estadio Nacional y hasta llamó la atención de Lady Gaga con sus zapatos para la marca Melissa. El chileno Sebastián Errázuriz personifica a un verdadero hombre del Renacimiento 2.0, aunque él mismo se define como “atleta de alto rendimiento autoflagelante”. Se sumerge en el arte como disciplina, lo cruza y lo desmiembra, lo vuelve a unir con piezas de distintas áreas; justo al estilo de sus referentes, Leonardo da Vinci o Richard Wagner. Pese a ser old school, Sebastián se adelantó absolutamente a los cuestionamientos de la actualidad en torno a los avances tecnológicos. “El otro día me contactaron de Dezeen para dar mi opinión como alguien que, en 2018, ya hablaba de las consecuencias de usar IA. En ese entonces no fui muy comprendido”, afirma. Pero antes vino una pequeña decepción al estudiar cine. “Entendí que tenías que manejar tanta cantidad de personas que la capacidad de controlar el resultado final era casi imposible”, afirma.
L’OFFICIEL: ¿Y eso es muy terrible para ti?
SEBASTIÁN ERRÁZURIZ: Mi sistema no lo aguantaba. Tengo una percepción de las artes como si fuesen una ciencia; estoy buscando casi ecuaciones matemáticas.
L'O: ¿Cómo ha evolucionado esa perspectiva hasta ahora?
Mi padre es Doctor en Educación a través del arte. Y me tocó criarme en Londres con este profesor obsesivo, que empezó a practicar sus teorías en este hijo bueno para dibujar; las artes estaban en un Olimpo. Cuando uno se va metiendo en el sistema, se da cuenta de que el arte es gobernado por todo tipo de políticas, es corrupto y mediocre. Dentro de eso hay que aprender a aceptarlo y buscar tus propios parámetros para cumplir, pagar tu vida y a tu equipo, pero estar constantemente mordiendo la mano que te da de comer para mantenerte independiente.
L'O: ¿Ya no existe esa visión romántica del artista sensible que niega la visión comercial?
Creo que algunos pueden partir así, pero iría por parte. Lo primero es la percepción que la sociedad tiene de las artes, que se ve reflejada en la frase beauty is in the eye of the beholder (la belleza está en el ojo del espectador); eso es completamente erróneo. Si bien las artes tienen componentes universales, son un lenguaje y puede ser aprendido; no debiese ser muy distinto a la programación o al chino mandarín.
"El arte y la moda son hermanastras que niegan sus conexiones, pero ambas son una industria de lujo que vende exclusividad, identidad, estatus".
L'O: ¿Y por qué crees que muchos artistas y obras populares fueron capaces de conectar con la gente, independiente de su entendimiento?
Si midiéramos las artes como medimos la ciencia, esperaríamos que cada nueva investigación incluyera innovación. Hoy muchos artistas famosos están básicamente repitiendo investigaciones de otra época. No tiene sentido hacerlo salvo por la propia vanidad, y el resultado es obvio; el público se siente contento porque lo reconoce.
L'O: Y si hacemos ese paralelo con la moda, podríamos hablar acerca de lo mismo.
El arte y la moda son hermanastras que niegan sus conexiones, pero ambas son una industria de lujo que vende exclusividad, identidad, estatus. Ambas dicen ser originales, pero están mucho más preocupadas del momento y son muy pocos los creativos capaces de generar una combinación inédita y un diálogo con algo construido anteriormente.
L'O: ¿Sientes que has logrado equilibrar muchas disciplinas al estilo de Da Vinci?
Soy tan autoflagelante y autoexigente que siento que aún hay variables que no he incorporado a lo que hago.
Diseñando el futuro
Uno de los proyectos de Sebastián es un libro donde analiza las consecuencias de utilizar IA dentro de cualquier área. En 2018, el chileno vino a CorpArtes a exponer El principio del fin, donde ya estudiaba cuáles podrían ser sus efectos. Allí, Errázuriz aludía al poder de las máquinas y una eventual crisis para la humanidad.
L'O: ¿Por qué decidiste trasladar tu análisis a un libro más que a otro tipo de obra o soporte?
En la universidad se reían de mí, me decían “Mister Bauhaus”, porque era el único hueón de mi generación que no usaba computador. Les explicaba que hay una parte importante en la cual la herramienta se convierte en una artesanía. En esta etapa es vital desarrollar las ideas; hay mucho tiempo para esa artesanía digital. Comprender que quizás somos los últimos artistas y después sean las tecnologías las que creen algo que nos fascine es muy fuerte. Pasé por toda esa curva hace años, las proyecciones son atemorizantes y nadie les está poniendo atención. En su momento no fui muy entendido; amigos arquitectos me decían “Sebastián, hasta cuando te gusta llamar la atención”, pero hoy me mandan mensajes diciendo “es verdad, se viene”. Pensé que necesitaba escribir un libro para darme autoridad y avisar a ilustradores, diseñadores, artistas. Estoy convencido de que la única posibilidad es hacer crowdsourcing de inteligencia natural, pasar por todos los problemas que se nos ocurran y dar con soluciones. Cada página tiene un lugar que te lleva a otra donde puedes discrepar y dar con soluciones, lo cual lo convierte en una herramienta para entender las IA. Mientras exista más conciencia, más podremos exigir a los gobiernos medidas de manera rápida.
Pese a lo intenso del asunto, a Sebastián no le preocupa su propio futuro sino el de los demás. Su perspectiva lo ha llevado a pensar siempre en una obra comprendida por cualquier persona. “Mi capacidad de generar un prompt original debiese actuar como un cortafuego que da distancia antes que una IA me reemplace. En cambio, quien hace el mismo tipo de pinturas, está frito. Si una IA puede replicar tu trabajo, entonces no es tan bueno, y eso va a ser doloroso para mucha gente”, afirma.
L'O: Siempre hablas acerca de la autoflagelación y autoexigencia. Esos conceptos pueden atribuirse a un verdadero sufrimiento.
El otro día salí a comer con mi papá y me decía “¿cuándo crees que vas a empezar a relajarte?”. Y... no lo sé. Uno con el tiempo va madurando y teniendo cierta distancia, pierdes un poco de energía, pero aún estoy en la etapa combativa. Me siento un poco más débil que antes y voy cada vez más al gimnasio, me reviento más en sesiones para sentir más testosterona.
L'O: Muy Patrick Bateman de tu parte.
Sí, súper, de todas maneras hay una obsesión con todo. Desde la tarjeta de presentación al físico, todo lo que pueda controlar. Igualmente vas incorporando sistemas de eficiencia: mi equipo está integrado por cinco personas con diferentes habilidades, lo que me permite funcionar casi como un ajedrecista que juega múltiples partidos al mismo tiempo. Trabajo en treinta proyectos en paralelo, y lo bueno de eso es que me permite el máximo nivel de eficiencia. Estoy siempre surfeando la ola de la creatividad.
L’O: ¿Has pensado en colaborar con artistas musicales u otros? Hiciste una colaboración con Melissa digna de Lady Gaga.
Justamente ella llamó al taller porque quería usar los zapatos. Existe la posibilidad y me encantaría desarrollarla más y meterme en moda. Tengo un par de amigos que me decían “Schiaparelli sería perfecto para ti”; me encantaría diseñarles las tiendas o generar un mobiliario escultórico. Tengo todo un diálogo con su creadora.
L’O: Antes de cerrar, dinos una canción, una película y un ícono que te inspiren.
La canción es Enter Sandman (Metallica), en vivo en Rusia 1991. Su fuerza la busco como si fuese un músico tratando de afinar su instrumento. Aria de Bach, versión Goldberg Variations de Glenn Gould 2 para lo más refinado y sublime. Una película, In the name of the father, con Daniel Day-Lewis. Estaba en Londres viendo las noticias cuando liberaron a estos irlandeses presos por crímenes que no habían cometido y les exigía a mis papás explicaciones, no entendía cómo era posible vivir en una sociedad que encarcela a gente inocente. Además, hay una escena donde el protagonista pone Like a rolling stone de Bob Dylan, y me siento un poco ese personaje a la deriva. El ícono es supercontroversial: Elon Musk; creo que es el empresario más brillante de la historia de la humanidad. Su capacidad de revolucionar nuestras vidas será algo que entenderemos con el paso del tiempo. Si alguien lograra ordenar a este hueón para que deje de ser tan desatinado, tendríamos a un ganador de múltiples premios Nobel.
Fotos: Carlos Saavedra (@carlos.saav)
Estilismo: Romina Morales (@romimoralesr)
MUA: Alexandra Cancino (@alemakeupart)
Asistente de moda: Macarena Pichara (@macapichara)