Cohabitar desde el origen
El puente entre el territorio y la arquitecta Cazú Zegers es la poesía. En sus más de 35 años de trayectoria se ha propuesto demostrar que el patrimonio de Chile está en su paisaje, las personas que lo componen y las narrativas que se generan entre estos.
El arquitecto estadounidense Frank Lloyd Wright afirmó alguna vez que "todo arquitecto es, necesariamente, un gran poeta". Este es el caso de Cazú Zegers, la arquitecta que dialoga con el territorio mediante sus obras y se inspira en la poesía para desarrollar su praxis. Por encima de todo es su pasión, y en lo que no ha cesado de involucrarse, que la ha llevado a recibir grandes reconocimientos. En 2013, su Hotel Tierra Patagonia ganó el premio Best New Hotel en los Wallpaper Design Awards; en 2015 obtuvo el premio Unique Lodges of the World por National Geographic; en 2018 recibió el premio Eliana Caraball por el Colegio de Arquitectos de Chile, que destaca el rol de las mujeres en la arquitectura, y en 2020 fue reconocida por Forbes Magazine como una de las arquitectas latinoamericanas que derriban barreras. Las narrativas que logra entre el territorio y la poesía la han llevado a esto y mucho más. No obstante, su amor por esta práctica se originó antes de comenzar su trayectoria profesional.
Al ingresar a la Universidad Católica de Valparaíso tenía la intención de estudiar diseño; le parecía atractivo y una buena manera de acercarse a distintas manifestaciones del arte. Sin embargo, todo cambió gracias a una reveladora conversación que sostuvo con el profesor universitario y poeta argentino Godofredo Iommi, quien le habló acerca de Amereida, poema colectivo publicado en 1967 por docentes de la Escuela de Arquitectura de la PUCV. Él le transmitió su significado y la visión de fundar ciudades y crear culturas propiamente latinoamericanas. Estas palabras resonaron en ella y la llevaron a decidirse por el camino de la arquitectura. Una vez dentro de la escuela se convirtió en discípula de grandes académicos: el mismo Iommi, Alberto Cruz, Miguel Eyquem, José Vial y Manuel Casanueva, a quienes considera pilares fundamentales de su aprendizaje.
Poco a poco se introdujo en la idea de cómo los grandes territorios generan narrativas. En ese entonces no se conocía como geopoesía —término acuñado por Kenneth White en 1979—, pero veía cómo sus profesores apuntaban hacia ese cruce entre el lugar físico, la palabra poética y la forma arquitectónica. "En mi escuela existía una relación entre el poeta y el arquitecto. Por un lado, Iommi abría el territorio; por otro, Cruz construía en relación con este. Estas ideas me fecundaron y me hacen ser la arquitecta que soy; logré generar mi propia metodología artística arquitectónica para desarrollar una obra", comenta.
L’OFFICIEL: ¿Cómo influyó esto en tu carrera?
CAZÚ ZEGERS: Todos los intereses que tenía encajaban a la perfección con la visión de Amereida. Mi actual camino se traduce en la fidelidad a este concepto poético y a construir una cultura propia a través de la arquitectura: entender cuáles son nuestros valores, cuál es nuestra identidad, entre otras cosas.
Un diálogo con el ser
Cuando Zegers fue contactada para realizar su primera obra como profesional —Casa Cala, diseñada en 1990—, el anteproyecto no se basó en un plano o maqueta como era la costumbre. Ella se aproximó a la idea mediante una conceptualización que abarcó el estudio del lugar, pero también de la palabra poética que surge desde la cala y cómo estos elementos se relacionaban. Aunque nunca habían recibido una propuesta de este estilo, decidieron arriesgarse y seguir adelante. Tres años después la casa recibió el Premio Latinoamericano de Arquitectura en la Bienal de Buenos Aires, Argentina. El diálogo que se generó entre las curvas y rectas logró una reinterpretación vernácula del lugar: Lago Ranco. "Como arquitecto, te transformas en una especie de lector de personas al momento de diseñar un nuevo proyecto. Muchos saben qué buscan, otros no tienen ni idea de qué quieren. Por eso apunto a hacer proyectos para el ser, que permitan una evaluación y una trascendencia en quienes lo habitarán", comenta. “Cuando un arquitecto llega a la imitación, es porque no hay conocimiento o no se realiza el trabajo de cuestionar y entender quiénes son los que habitarán el espacio; dónde se encuentran y cómo es su manera de residir el lugar”.
El territorio como patrimonio cultural
Para la arquitecta, actualmente existe una tremenda valorización arquitectónica a nivel nacional. Sin embargo, afirma que es necesario realizar un trabajo multidisciplinario en los distintos proyectos para así tener una mayor conciencia del gran patrimonio que posee Chile: su territorio, paisajes y cultura. "Frente a los proyectos de alto impacto en el territorio debería existir un gran grupo detrás de diferentes profesiones —arquitectos, paisajistas, biólogos, naturalistas, artistas, poetas, sociólogos, entre otros— que entiendan el lugar y trabajen acorde a eso. Si se invierte en el desarrollo de un buen plan, eso le generará mayor valor al producto final”.
L’O: ¿Cuál es el mayor desafío para lograr eso?
CZ: Tenemos un país de una riqueza enorme, que se está homogeneizando por no entregarle el valor que merece. Hay que tomar la posta de salir de esta mirada negativa que se le tiene a Chile, y cambiar el switch para aprovechar el potencial y la belleza del sitio en el que habitamos. Para mí, la arquitectura es la que puede generar ese cambio dentro de las personas.