Clara Lyon Parsons: voz clara
Nómade, resuelta y honesta. Así se describe a sí misma y así se percibe a través de videollamada a Clara Lyon, la modelo chilena de metro ochenta, 19 años y ojos verdes como las araucarias en otoño. El mismo color de ojos que la actriz Lorenza Izzo, su hermana, y que la madre de ambas, la modelo referente de los años 80, Rosita Parsons, fundadora de la agencia de modelos Parsons Fashion Management con su hermana Carolina, también mannequin.
La cotidianeidad de Clara transcurre entre compromisos laborales en Miami, proyectos de trabajo en Europa y Nueva York —posibles destinos de una futura mudanza— y visitas a la casa de Lorenza en Los Angeles, “mi hermana once años mayor y mejor amiga, la persona más perseverante y amorosa del mundo”. Cuando está en Santiago, vive en lo de su madre, donde aprovecha para dibujar, escribir y visitar amigas, mientras continúa con sus estudios de Sociología en la Pontificia Universidad Católica de Chile. También se toma el tiempo para esquiar, escalar, hacer yoga y pasear los caballos de la familia, una pasión que le inculcó Antonio Eguiguren, el marido de Rosita, quien falleció hace tres años. “Fue como un segundo papá; me dejó un gran vacío perderlo. Antonio era jugador de polo y me encantaba ir a las prácticas y los partidos y acompañarlo a comprar caballos”.
Clara explica que su interés por la sociología viene de la influencia academicista de su padre, el arquitecto Eduardo Lyon, que ahora se desempeña en las Naciones Unidas como Director de Servicios Generales en la Comisión Económica para América Latina y el Caribe. “No sé si me veo en diez años trabajando como socióloga, pero mi papá me pegó el bicho de querer saber y alimentar la curiosidad, y el estudio me ayuda a pensar con claridad; demostrar que se puede trabajar de modelo y estudiar una carrera al mismo tiempo”, dice y se ríe. Sus múltiples intereses le permiten expresarse a través de los deportes y las artes; también a través de la ropa, como cuando decide cambiar los vestidos delicados por jeans deliberadamente anchos, y andar de remera y zapatillas.
¿Cómo decidiste comenzar una carrera en moda?
Al final, lo que tiene que ser, es. Los mejores amigos de mi mamá son maquilladores, estilistas, fotógrafos, editoras de revistas, y yo nací dentro de ese mundo. Crecí con el apoyo familiar para dedicarme a esto. De mi mamá aprendí a ser perseverante, responsable, ambiciosa y abrazar todas mis facetas. Y mi tía Carola es un ejemplo de cómo tomarse las cosas con humor, aun en los momentos difíciles. De adolescentes, mi mamá y mi tía ya desfilaban, pero yo quise buscar mi propio lugar; encontrar un nicho personal y representar a mi generación, que es muy distinta de la de los 80, con modelos como Linda Evangelista, Carla Bruni o Cindy Crawford. Hoy muchas cosas cambiaron, hay caras nuevas, editoriales y reglas de juego distintas.
¿Qué creés que vino a cambiar esta generación?
Siento que está mutando hacia conductas más sanas, que ahora importa más quién es la modelo y su personalidad, no solo si es una cara bonita. Es un ambiente al que se considera muy frívolo, pero he conocido personas muy maduras, constantemente enfrentadas a las peores inseguridades desde temprana edad. Más allá de la moda, hay mucho todavía para hacer porque la sociedad latinoamericana es muy represiva y está llena de prejuicios.
¿En qué sientes que la sociedad es represiva?
Por ejemplo, siempre supe que me gustaban las mujeres, pero estoy en contra de esa imposición social de que hay que salir del closet y contarlo. ¿Por qué las gays tenemos que pasar por un proceso de sentimientos encontrados, de miedos, vergüenza y dolor? Si nadie anda preguntando si eres heterosexual. Hace poco los medios levantaron unas declaraciones de mi mamá en una entrevista hablando de la Lore y de mí, porque les sorprendía que ella aceptara tan abiertamente que sus hijas fuéramos gays. También me apena que las relaciones entre mujeres sean sexualizadas, como si estuviésemos invitando al trío o si los hombres pudieran hacernos cambiar de opinión. Es un poco ahogante a veces.
Por otro lado, son los jóvenes quienes hoy están reformando la política y la sociedad. ¿Te ves a ti misma como una activista?
La vida universitaria se está transformando y, de a poco, los estudiantes vamos tomando los ambientes artísticos, intelectuales y hasta las calles en un rol político para configurar un nuevo mundo. Uno donde haya más sostenibilidad, salud mental, inclusión social y mayor poder de decisión de las mujeres sobre sus cuerpos. Soy muy democrática, los derechos individuales para mí son muy importantes y es vital resguardarlos. Todavía no puedo creer que en América Latina la mujer no sea protagonista de su propia vida. Además, en Chile hay problemas con la Justicia. Viví varios abusos sexuales, uno cuando era chica y otro con una pareja, y no encontré contención ni respuesta por parte del sistema judicial.
¿Cómo atravesaste esas experiencias?
Fue un proceso muy difícil, que me costó mucho y lo viví muy sola al principio. Desde afuera se me puede ver como intensa o dura, pero soy muy sensible y me resultó superdoloroso no encontrar una solución desde el Estado. Pude trabajarlo en familia, con amigos y terapia. Fue muy importante construir una red de apoyo y buscar gente que no me diera remedios, sino que simplemente me escuchara y dijera: “Te escucho y eso que te pasó está mal, es un delito”.