París, capital de la perla
París capital de las artes, París capital de la moda, París capital de la gastronomía… Pero pocos saben que durante ochenta años, París fue también la capital de la perla. Una exposición recorre este fenómeno singular a través de las más bellas piezas concebidas durante ese periodo.
Una canción de Marilyn Monroe repetía en su estribillo que “los diamantes son el mejor amigo de una chica”. Sin embargo, de 1860 hasta 1940, puede decirse que las mejores amigas de una mujer eran las perlas, y que el lugar ideal para obtenerlas era París.
Toda mujer deseaba tenerlas: la burguesa se conformaba con un anillo o un collar de una vuelta; la millonaria con una gargantilla de cuatro hileras o un conjunto de collar, aros y pulsera; y la princesa con una tiara o un broche salpicado con otras piedras preciosas.
Las perlas finas, a diferencia de las perlas de cultivo que recién aparecieron en el mercado en los años 20, se obtenían principalmente en el mar del Golfo Pérsico por métodos de pesca que hoy serían considerados inhumanos y por lo tanto, impracticables.
La gran mayoría era dirigida hacia París donde los más prestigiosos joyeros –muchos como Cartier, Van Cleef & Arpels, Fred o Boucheron, continúan siempre activos– las transformaban en joyas espectaculares, muchas de las cuales se exhiben en esta magnífica muestra que presenta una centena de piezas únicas. Entre ellas, el collar de la condesa de Lytton, el conjunto de collar y aros de lady Wolverton o una fabulosa tiara diseñada por Chaumet. Asimismo, piezas curiosas como un broche en forma de margaritas construido con perlas alargadas; un pendiente en forma de Lechuza, de 1880, cuyo cuerpo es una enorme perla barroca; un broche en forma de cabeza de carnero cuya melena está realizada con centenas de perlas minúsculas; o un fabuloso collar de perlas y esmalte que encierra un retrato, diseñado por el célebre joyero René Lalique en 1900.
“Perlamanía”
Es difícil imaginar hoy en día una tal pasión, como la que se vivió en ese período, por una gema en particular. Todos parecían haber caído en una “perlamanía” no solo en el marco de la joyería sino también en otras formas de expresión artística, de la ópera al cine pasando por la pintura, la fotografía y la ilustración, al punto de hacer de la perla un símbolo de la llamada Belle Époque. En efecto, durante ocho décadas fue la reina indiscutida en el corazón de la industria del lujo y la cultura parisina.
También pueden verse en la muestra numerosas ilustraciones de principios de siglo XX, páginas publicitarias, retratos de mujeres célebres con su collar de perlas, realizados por pintores igualmente célebres, fotografías, como la de Coco Chanel (como bien es sabido, admiradora apasionada de este biomineral), de aquellos que hicieron fortuna con su comercio y de aquellos que las gastaron en ellas como el Marajá de Baroda o el sultán Abdulhamid II.
La muestra —auspiciada por Van Cleef and Arpels— con entrada gratuita, recorre la historia de esta “perlamanía” que se ilustra también con numerosas anécdotas y una amplia información. Por ejemplo, a fines del siglo XIX, se concentraban en apenas dos cuadras de la parisina calle La Fayette más de trecientos talleres de joyería especializados en perlas finas.
La perla de cultivo, mucho más económica desarrollada en Japón, hizo su aparición en la Exposición Internacional de Artes Decorativas e Industriales de 1925 y con ella, comenzó el lento e inexorable descenso de la fiebre de la perla, sellado definitivamente con el comienzo de la Segunda Guerra Mundial.
Sin embargo, hoy la perla conoce un resurgimiento, pues, sin ser la gema más cara encarna un valor simbólico, prestigio, tradición y una sutil elegancia.
“Paris, capital de la perla”, Hotel de Mercy-Argentau, París (hasta el 1/6/2025)