Joyas y Relojes

La perla, moderna e intemporal

Ciertamente hay gemas que pueden alcanzar precios más altos, pero la perla tiene algo que otras no poseen y es su valor simbólico, la representación de poder y prestigio en el pasado y de tradición y sutil elegancia en el presente. Pero hoy, además, vive un verdadero resurgimiento: ya no es sólo la encarnación del gusto burgués la perla es ahora definitivamente cool.

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Anna Weyant, Pearls, 2021. Foto: Rob McKeever. Cortesía: galería Gagosian.

Un artículo reciente en el New York Times trataba sobre el entusiasmo que despiertan las perlas entre las novias neoyorquinas. Todas quieren lucirlas el día de su boda y las que no disponen de las perlas de su madre o abuela (según la antigua tradición nupcial), las arriendan. La demanda es impresionante. Por cierto, las novias de hoy incorporan la gema de formas más modernas: en aros y gargantillas, pero también en velos, corsés y otros accesorios como clutchs y zapatos. Los observadores coinciden: la perla es la tendencia joyera del momento, símbolo del quiet luxury, el lujo discreto.

Las perlas también se han hecho muy populares entre las celebrities. En su tercera boda, Jennifer López lució para el banquete un vestido de Ralph Lauren con cascadas de perlas y combinó sus tres conjuntos nupciales con joyas de perlas de Mikimoto. Asimismo, fueron la joya omnipresente en las pasarelas de primavera y verano de 2024, de Nueva York a París, de Londres a Milán. Se vieron sobre todo en Givenchy, donde su director artístico Mathew Williams presentó en su última colección para la marca ear cuffs, aros y anillos con esta piedra preciosa. Donatella Versace y Maria Grazia Chuiri, respectivas directoras creativas de Versace y Dior, adornaron las siluetas de sus modelos con joyas engarzadas con perlas y, por supuesto también tuvieron un lugar central en el desfile de CHANEL, siguiendo la tradición de su fundadora, quien desde 1932 hizo de ésta su joya fetiche, una costumbre que Virginie Viard, a la cabeza de la maison desde 2019, respeta al pie de la letra.

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Elizabeth I.

Una larga historia 

La perla es la gema más antigua del mundo y ninguna como ella cautivó tanto a la humanidad. La más antigua fue descubierta en las excavaciones de Oumm, en los Emiratos Árabes, en una tumba colectiva, pegada al cráneo de un difunto. Según la data de carbono 14, se remonta a 5.500 años a.C. En las regiones del Golfo Pérsico y del Océano Índico acompañaban a los muertos en su viaje final. Más de dos mil años atrás, en la antigua Roma, las perlas eran el objeto más precioso que se podía adquirir con dinero, pero en el siglo I a.C, Julio César hizo aprobar una ley que prohibía su acceso a aquellos que no fueran nobles. En Europa, antes del siglo XV, eran consideradas como un símbolo de pureza, humildad y emblema de Cristo y de la Virgen, y solían usarse en los objetos eclesiásticos.

A partir del Renacimiento, la perla conoció su “edad de oro”, pues los conquistadores, tras pillar las riquezas del Nuevo Mundo, las llevaban a Europa entre sus tesoros para el uso de monarcas, nobles y las capas sociales más pudientes. Así, pueden verse los collares de perlas en los retratos de todas las grandes damas de la época. Catalina de Médicis (1519-1589), María de Médicis (1573-1642) e Isabel I de Inglaterra (1533- 1603) fueron serias coleccionistas, especialmente esta última, la “reina virgen”, pues la perla no sólo era símbolo de poder sino de castidad, elemento fundamental de su imagen pública. A menudo también fue moneda de cambio. En 1916, el joyero francés Pierre Cartier pagó la casa de la Quinta Avenida de Nueva York, que convertiría en su tienda más emblemática, con un collar de perlas de dos hileras, considerado el más perfecto del mundo, valuado entonces en un millón de dólares (el equivalente de 24 millones de hoy).

Su apogeo duró casi cuatrocientos años, hasta los años 30, cuando todavía se usaban los largos sautoirs  que tanto valoraba Coco Chanel. Luego, las perlas perdieron su lugar de honor, desplazadas por diamantes, esmeraldas, rubíes y zafiros, y por el auge de las perlas de cultivo (japonesas, españolas, australianas o tahitianas) que se obtienen al introducir un objeto diminuto e irritante, como un grano de arena, en la carne de la ostra. Para protegerse del intruso, la ostra segrega capas de nácar. Resultado: una perla. En cambio, las perlas naturales son pocas, raras y caras.

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Pintura de María Tudor.

En todo caso, las perlas de cultivo invadieron el mercado poniéndose al alcance de muchos. Así, entre la segunda mitad del siglo XX y principios del XXI aparecen abundantemente en los discretos collares y aros de las damas burguesas y de las chicas preppy. En Chile, este fenómeno -en particular el de los aros de perla- fue estudiado por Elisa Reyes Tagle, periodista y especialista en Sociología del Diseño. “En Chile los aros de perlas son parte de la vida de algunas mujeres desde que nacen hasta que mueren. El protagonismo y significado de este accesorio han variado en los últimos años, pero continúan siendo relevantes para la historia femenina del país. El aro de perla es aquí un sello de feminidad, un emblema de pertenencia social y un distintivo de contraste con otras subculturas urbanas. Para algunos, emblema de clase alta; para otros, un sello asociado a las mujeres. En cuanto a su utilización masiva, es decir en uniformes de instituciones gubernamentales o en comerciales de televisión, es considerado un producto que evoca una serie de atributos ligados a lo sutil, lo femenino y lo prudente”.

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Lewis Hamilton en Dior Men, en la presentación de la colección Mint Papaya de Rimowa. Foto: Getty Images.

Un cambio cultural

Aun en esta época de perlas asequibles, algunas piezas han adquirido un status icónico, como el choker en el que la princesa Diana hizo montar el zafiro que le regaló la reina Isabel para su boda y que ella no se cansaba de usar, o la fabulosa La Pelegrina que Elizabeth Taylor adoraba y que había pertenecido a la reina Mary Tudor, regalo de su marido Richard Burton quien la adquirió por 37.000 dólares en 1969 y que, tras la muerte de la estrella en 2011, se vendió por 12,5 millones.

Lo que ha cambiado en este nuevo resurgimiento de la perla como objeto deseado es que ahora los hombres también han sucumbido a su charme. La corriente despegó con Pharrell Williams (gran fan) y con el rapero A$AP Rocky, quien hizo furor cuando en 2019 asistió a la Semana de la Moda Primavera/Verano en París luciendo un collar doble de perlas. Hoy es la tendencia entre deportistas, músicos y estrellas de la TV. Harry Styles, Timothée Chalamet, el piloto Lewis Hamilton y Marc Jacobs lucen encantados sus collares de perlas. ¿Un verdadero cambio cultural o un retorno a la época cuando los nobles se adornaban más que sus esposas?

Basta retroceder en el tiempo para constatar la fluidez de género en joyería. En Oriente, los maharajás se enamoraron del collar de perlas, cuantos más, mejor. En Occidente, el sautoir con estas gemas fue especialmente popular entre los hombres del Renacimiento. Pero en los siglos siguientes, las revoluciones, la influencia del protestantismo y el poder de los industriales condujeron a una mayor sobriedad. Ya no fue más cuestión de que los hombres hicieran alarde de futilidad: la corbata arrasó con todo.

En todo caso, aquí y ahora, el collar de perlas se ha vuelto cool y hasta un poco transgresor, exactamente lo que le faltaba para volver a imponerse. Por cierto, si por la calle aún no se ven muchos hombres con este accesorio, las mujeres ya han adoptado con entusiasmo la tendencia, no solamente para fiestas y recepciones sino para todos los días, pues le da a unos jeans y un t-shirt un look casual y terriblemente chic.

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