NON STOP
Dos años de vida le dieron a Máximo Menem Bolocco cuando se le diagnosticó cáncer en 2018. Hoy, media década después, no hay nada que lo detenga: agradece lo aprendido, abraza su independencia y está preparado para afrontar su futuro con libertad y determinación.
Resiliente y gozador de la naturaleza. Máximo Menem (20) se enfrenta a la vida de manera optimista. No tiene miedo a estar en el ojo público y está sumamente tranquilo para continuar disfrutando de lo que más le gusta: sus estudios en arquitectura, el deporte y su tiempo libre con amigos y familia. Su madre, Cecilia Bolocco, tiene un rol fundamental. Le inculcó como lema de vida “pensamiento y acción” —“siempre me dice: ‘si se te viene algo a la cabeza, hazlo y sé perseverante; así vas a lograr todos tus objetivos’”, comenta—, y es quien lo impulsa a “dejar todo lo malo de lado, seguir adelante con mi verdad interior y estar tranquilo conmigo mismo”.
Muchas veces se le dio la posibilidad de vivir fuera de Chile. Sin embargo, no quiso dejar su ciudad natal —Santiago de Chile— debido a que le encantan las personas, el trato de la gente, y apunta a seguir siendo parte de distintos proyectos sociales. “Estar en movimiento, pertenecer a alguna causa y ayudar a las personas son cosas que me entregan las ganas de vivir. No sé bien qué es lo que pasa en mi cerebro, pero al hacerlo me prendo, me activo y me motivo a querer hacer más y más”.
L’OFFICIEL: Tu 2023 fue un año de muchos cambios: te cambiaste de carrera y cumpliste una década más de vida. ¿Cómo te aproximas a esta nueva etapa?
MÁXIMO MENEM: Muy feliz y agradecido. Siempre tuve el bichito de querer estudiar arquitectura, pero opté por International Business porque creía que era la carrera que más herramientas me entregaría al momento de trabajar en la fundación [CARE, creada en 2020]. Sin embargo, me dije a mí mismo: ‘haz lo que te guste y sigue tu pasión’, y no podría estar más contento de la decisión que tomé.
Son dos áreas muy distintas. ¿Qué te incentivó finalmente a querer estudiar arquitectura?
Cuando era chico, mi mamá se preocupó de tener muchos materiales en mi casa: acuarelas, lápices de colores, pinturas, entre otras cosas. Siempre he sido ordenado y me ha gustado dibujar y hacer cosas con las manos. Recuerdo que al buscar terrenos para construir nuestra casa en Zapallar, yo dibujaba muchos bosquejos de cómo me la imaginaba. Desde chico tengo ese gusto, y ahora de grande me sigue encantando dibujar y hacer maquetas.
Aunque tengas más de 305 mil seguidores en Instagram, da la impresión de que eres alguien muy recatado al momento de compartir tus cosas. ¿Te consideras una persona influenciadora?
No, no me considero un influencer; sé que muchos me siguen por ser hijo de dos figuras públicas muy importantes, o por la experiencia que viví con el cáncer. Uso mis redes sociales como una manera de entretención y para mostrar las cosas que a mí más me gustan: me encantan la fotografía e informar sobre diversas actividades relacionadas con fundaciones, beneficencias y actos sociales.
Me imagino que debe ser muy difícil estar constantemente en el ojo público, ¿cómo es lidiar con eso y proteger tu privacidad?
Es muy complicado. Desde chico vivo con esta realidad, lo que me ha ayudado a saber cómo manejar la situación. El tiempo y la ayuda de mi familia y amigos han hecho que me suelte más y me importe menos; es algo que ha estado conmigo desde siempre y que muchas veces me ha afectado. Sin embargo, en esos momentos hago un critical thinking, veo los pros y los contras, y entiendo que es parte de mí; tampoco me imagino una vida no siendo quien soy yo.
Eso y tus experiencias de vida te han hecho madurar mucho más rápido que el resto de tu generación, ¿te sientes parte de esta?
La verdad, no mucho. La experiencia que viví me hizo darme cuenta de lo frágil que es la vida; lo mucho que hay que aprovechar al máximo cada minuto y segundo, y lo importante que es agradecer y darse cuenta de lo que uno tiene. Muchas personas de mi generación fueron criadas con mucha tecnología: cuando lloraban sus papás les pasaban un iPad para distraerlos. Mi mamá hizo todo lo contrario; en vez de un iPad me contuvo, me cuidó y me entregó mucho amor. Eso me convirtió en lo que soy hoy y en cómo me diferencio de las personas de mi edad, que muchas veces se pierden en el teléfono y en las redes sociales.
¿Y cómo haces para no caer en eso? ¿Tienes algún hobby que te apasione?
Trato de dejar la tecnología de lado lo más posible. Priorizo salir, disfrutar de la naturaleza y no quedarme encerrado; eso me da paz y mucha energía, sobre todo cuando estoy en contacto con el mar, que me fascina. Me encanta el esquí en agua y mi sueño es aprender más sobre el kitesurf, deporte que me llama mucho la atención.
"La experiencia que viví me hizo darme cuenta de lo frágil que es la vida; lo mucho que hay que aprovechar al máximo cada minuto. Y segundo, lo importante que es agradecer y darse cuenta de lo que uno tiene".
Mirar la vida con otros ojos
Su reciente cumpleaños en noviembre no fue como cualquier otro. Además de celebrar una década más de vida, sus 20 años coincidieron con el aniversario número cinco desde que venció su batalla contra el cáncer; una instancia de mucha reflexión y análisis. “Mi enfermedad me enseñó a aprovechar el momento, vivir al segundo y valorar y darme cuenta de todo lo que tengo. Agradezco que estoy sano y vivo; que mi familia y amigos están conmigo, y que tengo todas mis extremidades para poder hacer lo que yo quiera: desde salir a correr, hasta bailar y caminar. Mientras tenga todas esas cosas, me siento al otro lado”, dice sonriendo.
Ahora que pasó la tormenta, ¿cómo te enfrentas a la vida?
En este minuto me encuentro muy pleno; antes siempre tenía algo de qué preocuparme: mi tumor, el tema con mi papá, entre otras cosas. Ahora que está todo bien y encajó todo a la perfección, me siento mucho más libre, me preocupo menos por estupideces y logré soltar y desligarme.
"Cuando estaba pasando por mi enfermedad, siempre mantuve una sonrisa de oreja a oreja, aunque lo estuviera pasando pésimo. Sin la compañía de mi mamá, la fe y la perseverancia, no sé qué hubiera sido de mí".
¿Buscas ser un ejemplo a seguir para adolescentes que estén luchando contra alguna enfermedad?
Sí, de todas maneras. Apunto a visibilizar el cáncer, una pandemia silenciosa que mata todo lo que está a su alrededor. Cada vez está más presente y es necesario poder frenarlo y acompañar a las personas en su camino. La Fundación CARE comenzó gracias a la experiencia que vivimos con mi mamá respecto a mi enfermedad: mi caso era tan raro, que no había un procedimiento, no se sabía qué hacer y no existían segundas opiniones. El trabajo de la fundación se basa en dos pilares fundamentales: por un lado, tener una plataforma digital donde reconocidos centros oncológicos de alrededor del mundo entreguen las mejores opciones de tratamientos para los distintos casos; por otro, construir un centro oncológico que trabaje con la primera máquina de radiación de protones en el hemisferio sur del mundo.
¿Qué le dirías a alguien que se encuentra en el mismo camino que viviste?
Le diría que va a hacer algo muy difícil, pero que tenga fe, esperanza y que nunca pierda la sonrisa. Cuando estaba pasando por mi enfermedad siempre mantuve una sonrisa de oreja a oreja aunque lo estuviera pasando pésimo. Sin la compañía de mi mamá, la fe y la perseverancia, no sé qué hubiera sido de mí.
Fotos: Paula Ziegler
Styling: Álvaro Renner
Pelo y maquillaje: Josefa Inostroza
Agradecimientos: Casa Sanz