Moda

Rubén Campos, vida eterna

Hace diez años, el autoproclamado “mejor diseñador del mundo” Rubén Campos se retiró del ojo público. Hoy, el ícono de la moda nacional vuelve a ser el centro de atención con una venta exclusiva –y misteriosos planes para el futuro– tras cuatro décadas de carrera.  

body part finger hand person adult male man accessories goggles face

Existe mucha mística alrededor de la figura de Rubén Campos (69), el diseñador de moda chileno que, con más de cuatro décadas de carrera, se denomina a sí mismo “el mejor del mundo”. Más allá de épocas, tendencias y estilos, su trayectoria no se mide en años sino en hitos – tan transversales como ser el modisto predilecto de Lucía Hiriart y sus hijas, hasta ser el creador del icónico vestido con el que Cecilia Bolocco se coronó como Miss Universo en 1987. 

Su historia se ha relatado como leyenda en incontables entrevistas escritas, apariciones en televisión y conversaciones privadas: aprendió a coser mirando a su madre en Gorbea, región de la Araucanía, y desde los 13 años ayudaba a sus compañeros de colegio a transformar sus jeans rectos en pata elefante. A los 15, emigró a España para estudiar patronaje, “la arquitectura del vestir”, como él lo llama. A los 18, estableció su primer taller en Santiago, en la calle General Holley, donde llegó a tener un equipo de sesenta costureras trabajando para él. 

Y aunque la alta costura solo puede ser acreditada por la Federación de la Moda de París, Campos utiliza el término con soltura y en abundancia. Pero no es solo que lo aplique a sus diseños, sino que a veces incluso pareciera más bien referirse a sí mismo: RUBÉN CAMPOS es alta costura. Él es alta costura. 

Pero al enfrentarse a su archivo, sus vestidos de gala y piezas de colección acumuladas a lo largo de más de cuarenta años, resulta difícil contradecirlo. Con solo entrar a su antiguo taller ubicado en el barrio El Golf de Santiago, el mito comienza a tomar forma y cualquier sensación de incredulidad se disipa. A través de las amplias puertas de entrada, entre dos amplios pilares de concreto, se extiende un interior cuidadosamente ornamentado, decorado e incluso aromatizado, donde media docena de asistentes orbitan alrededor del diseñador, dispuestos a atender cada una de sus necesidades. Durante la entrevista, varias veces se emociona y, cada vez, hay alguien de su equipo a su lado, listo para secar sus lágrimas, ofrecerle pañuelos y tomarle la mano a modo de contención.

El anuncio de su retiro causó conmoción diez años atrás. Hoy, tras una década viviendo en la playa, Rubén Campos regresa a la industria que lideró por tantos años con atelier nuevo y una venta exclusiva de su archivo, evento que congregó a musas, prensa, fieles seguidoras y clientela inédita.

dress formal wear evening dress fashion gown floor flooring shoe handbag person
finger person dress formal wear adult male man female woman evening dress
Fotos por: Sebastián Sepúlveda
L’OFFICIEL: Cuando me enteré de la venta exclusiva de los 40 años de RUBÉN CAMPOS, lo interpreté como un gran regreso. Luego me entró la duda: ¿No será acaso una despedida?

Creo que el que nace chicharra muere cantando, dicen por ahí. No es un cierre, aunque podría serlo, porque es un ciclo que se acaba de cerrar y se abren puertas y ventanas para muchas otras cosas, muchos proyectos. Han pasado 40 años en Santiago pero yo llevo trabajando desde los 13 años y tengo 69. El número ideal dicen… 

¿Cómo estuvo la venta?

El día del evento fue maravilloso, tantas emociones. Vinieron personas que no veía hace mucho tiempo, personas que desfilaron conmigo, como Ana María Velez, Juanita Ilabaca, Rosita Parsons, Francisca del Solar, Antonia Moro, Carolina Ruiz… Fue maravilloso, tanto cariño. Yo que vivo en la costa y hace tiempo decidí salir del mundo social y dedicarme a mi crecimiento personal, sentir todo el cariño fue emocionante. 

Como en las mudanzas, aparecen objetos del pasado…

Los cambios son como un terremoto, pero son magníficos porque te inspiran. Son importantes. 

Y tener el archivo a la vista, ¿te genera algo?

Aquí estamos hablando de colecciones como Soberbia y descarada, Pasión por vestir tu desnudez, Sangre, corazón y lágrimas, Gris marengo... hay colecciones del 2000 que a la gente le fascinaron, entonces darte cuenta que… [llora] Que tu creación rompe con el tiempo y que además son cosas que no mueren, que no mueren porque se heredan, se regalan, siguen vivas… y darle vida –¡nueva vida!— a todo esto, ha sido maravilloso. La gente se compró cosas de hace 20 años y estaban actuales totales. 

Como si hubiesen salido ayer.

¡Atrevidas para hoy! Incluso para hoy día. Muchas propuestas, y cada una ha tenido, en creatividad, lo que yo estaba viviendo en esos momentos. 

¿Tienes recuerdos muy afianzados con cada colección?

Por supuesto. Como hubieron colecciones negras, hubo otras soberbias y descaradas también. 

¿Y colección predilecta, tienes?

Tengo ciertos vestidos que son predilectos. Pero me encanta lo que envuelve todo el nombre de la colección. Es que yo no sé hacer cosas simples… Para hacer cosas simples tengo que abocarme; en cambio, hacer cosas complicadas me llena, les busco la solución, las terminaciones, el arte. Yo no hago nada que tenga la pinza normal, no. Eso lo encuentro tan básico… Quiero que la mujer aprenda a usar cada cosa que compra como parte de su vida, no el ser esclava de la moda. No comprar, comprar, comprar y darte cuenta que tienes tantas cosas y nunca te ves bien y no sabes qué ponerte. 

Hace diez años, diste un paso al costado y te retiraste a vivir en Maitencillo. ¿Cómo ves la industria desde afuera?

La verdad es que no sé si existe moda en Chile aparte de mí. Es muy egocéntrico lo que digo, pero pasa que tengo mis propias propuestas. Aprendí a no mirar, a no copiar, a sacar técnicas nuevas, a experimentar con materiales, a combinar cosas que tú dices “pero cómo, este vestido de noche está hecho de encaje y cuero”. Las técnicas son muy importantes porque es lo que te hace diferente, y eso fue… [llora] Un trabajo minucioso con mi madre, una gran modista. Que lamentablemente ya no está [“pero está, y sigue aquí…”, añade una de sus asistentes]. Uno a esta edad se pone muy emocional; nunca había llorado tanto de emoción y no de pena. 

Haberme retirado es haber salido del estrés. Del estrés creativo, de la ciudad, de ser el primero, de las colecciones, de ser el mejor y el más perfeccionista… por eso estoy en el lugar en que estoy y puedo hacer lo que hago. Veo la moda desde otro punto de vista. La moda para mí no existe, es lo que muere en el momento en que nace una nueva. Para mí son las cosas que perduran en el tiempo y en la vida de la gente. Eso he aprendido. Los materiales nobles, las terminaciones perfectas. El hacer que la mujer se vea siempre divina. 

Tengo que preguntar: ¿Por qué volver ahora?

Porque los tiempos de Dios son perfectos. 

¿Y qué se siente volver al spotlight?

En el fondo tengo mi ego bastante contenido en la costa, pero quiere salir, quiere sus aplausos nuevamente, su equilibrio, porque lo he tenido muy relegado. Hace bien, me he dado cuenta. Es maravilloso sentir emoción y sentir que… He estado tanto tiempo viviendo en cierta forma mi soledad, que es muy importante también sentir esta otra parte en este momento de la vida. Y lo tenía relegado, muy relegado, y te despierta, te hace vivir intensamente. Y me gusta. He vivido toda una vida para ser el mejor, y creo que ahora puedo hacerlo desde otra parte, otra perspectiva, otro crecimiento… Desde otra parte de mi ser.

¿Con qué lecciones aprendidas llegas ahora? 

¿Es que sabes lo que pasa? Tu alma te pide a veces dedicación. Conocerte, estar: ahora me doy cuenta de que hay otras cosas que me gustan. Antes mi pasión por la moda ocupaba todo mi ser. Ahora puedo ver otras cosas que también me gustan, como la cocina. Lo encuentro más arte que la moda, porque intervienen todos los sentidos… ¡Aunque yo hago ayuno intermitente!

De todas formas, respecto a esos “tiempos de Dios” que mencionas, creo que retirarte fue un acto de valentía, y volver una década después es quizás más valiente aún. ¿Cómo sabes cuándo es el momento?

Intuición. He aprendido que es más importante que la fe [llora]. Me metí en mi zona de confort y, de pronto, sales y te das cuenta de que la vida está burbujeante. Y sabes que es el momento – éste es el momento nuevamente. Doy gracias a Dios que se haya presentado, porque ha vuelto a mí esa pasión de crear. 

¿Qué cosas extrañabas y qué cosas para nada?

La exposición, para nada. Decidí estar conmigo. Pero extrañaba, y no me había percatado, el cariño de la gente. El otro día en la venta quedé rebosante – normalmente siempre estamos en momentos peak de alegría, pero me importa que mi vasija sea lo suficientemente grande para contener todo y que no se derrame. Contener, contener. La vida es un aprendizaje, y quien no aprende queda repitiendo. ¡Y yo no quiero! 

¿Tu proceso creativo ha cambiado a lo largo de tu carrera? 

Sí. 

¿Cómo lo definirías?

Lo defino, en este minuto, en ir a lo necesario. Lo concreto, la calidad, el estilo. No hacia la moda. RUBÉN CAMPOS, como un Valentino, un Balenciaga, es donde tú vayas y nunca va a cambiar. Sí va a cambiar la energía de las prendas, la energía de los diseños. Eso se va a notar. 

Estudiaste patronaje, que defines como “la arquitectura del vestir”. Actualmente, con el auge del fast fashion y la ropa de mall, de consumo masivo, pareciera haber un desinterés por la calidad de confección, los materiales, etc.

Sí, como que todo está mal hecho. Y es lo que dura la moda, como el gusano en el pico del pavo – nada. Y aparece otra, y vamos ensuciando, contaminando y gastando. Y eso que todo vuelve, las tallas grandes, las hombreras… Poca creatividad dentro de lo que es el fast fashion. Si bien yo también tengo mi parte minimalista y simple, soy riguroso, tiene que tener perfección. Porque si no, no es nada. Es lo mismo que la alta costura que no tiene técnica y tú la adornas masivamente. El vestido que no es nada pero le pones tres flores en el cuello y le dices alta costura… No es así. Por lo menos yo, no soy así. Si te contara cómo está hecho un vestido no lo podrías creer. Me gusta que la gente lo mire aunque no tenga un bordado, una piedra ni nada. Que miren, y la gente que sepa, diga: “cómo hizo este vestido”. Uno aprende un lenguaje que es difícil de explicar, pero que si no, es solo costura. 

¿Planes a futuro?

Cuando sea concreto te llamamos.

El nuevo taller de RUBÉN CAMPOS se encuentra en Enrique Foster Sur 153, Las Condes. 

Entradas recomendadas