Belleza

Des Cheveux et des Poils: El cabello en el museo

El cabello nunca deja indiferente. Ni ahora ni hace mil años. Pero lo que era considerado un peinado adecuado en el pasado hoy nos parece in-soportablemente ridículo, mientras que los de hoy dejarían pasmados a nuestros ancestros. Una muestra en el Museo de Arte Decorativo de París analiza el innegable impacto que el delgado filamento que crece en nuestra piel, tiene en la vida cotidiana, en la moda y en la historia.

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Marisol Suarez. Peluca Trenzada, 2010. ©Katrin Backes.

La exposición Des Cheveux et des Poils (Cabellos y Pelos) explora –a través de fotos, films, pinturas, artefactos y accesorios- la historia del peinado a través del tiempo y nuestra relación con el cabello -que se exhibe con orgullo- y con el vello corporal, que avergüenza y molesta.

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FOTO 1: Poster de la exposición 'Des Cheveux et des Poils'. Museo de Artes Decorativas, París. FOTO 2: Collage de fotos de peinados realizados por el coiffeur Alexandre: entre ellos los de Jackie Kennedy, Grace Kelly y Paloma Picasso.

Extravagantes peinados

En la primera parte de la muestra, una serie de retratos que se remontan al siglo XV nos ilustran como las mujeres de Occidente dejaron de lado el velo con el que cubrían su cabeza, en favor de peinados cada vez más extravagantes cuya realización exigía no sólo una gran maestría, sino también una importante cantidad de accesorios, tiempo y paciencia. 

La fantasía capilar no tenía límites. En el siglo XVI las mujeres se afeitaban la parte superior de la frente para agrandarla. A fines del XVII, el peinado Fontange, impuesto por Madame de Fontange  -amante de Luis XIV, rey de Francia- alcanzaba una altura tan exagerada que un testigo de la época decía que con él, el rostro de la mujer quedaba a la mitad del cuerpo. Estos peinados más y más altos, conocidos como pufs fueron sin duda la moda capilar más extraordinaria (y probablemente, la más absurda) de la historia. El siglo XIX tampoco se quedó atrás y surgieron peinados como "la jirafa", un montículo a lo alto de la cabeza; “sacacorchos”, que exigía varios postizos; o el "Pompadour", recogido e inflado y el gran favorito por las mujeres de la Belle Époque.

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FOTO 1: Copia de peluca del siglo XVIII. FOTO 2: Peluca de Jean-Baptiste Santens.

El atroz tratamiento al que se sometía el cabello se explica por una simple razón: el pelo era considerado un atributo animal, bochornoso signo de lujuria que debía ser domado con firmeza. A fin de dominarlo, a lo largo de los siglos, se recurrió a cantidad de elementos: tijeras, gelatinas, horquillas, vinchas, tiaras, redes, peinetas, perlas, flores, plumas, cintas y hasta hilos de hierro. Exigido, tironeado, desnaturalizado, el cabello de la mujer sólo conocía la libertad en la intimidad de su habitación pues una dama de buena cuna no podía jamás aparecer en público con su melena suelta. Un cuadro de Franz-Xaver Winterhalter de 1864, que muestra a la emperatriz Sissi en bata y con el pelo suelto, estaba estrictamente reservado para el gabinete privado de su esposo, Francisco José.

Las modas también afectaban a los hombres. Así, tras los rostros lampiños romantizados de la Edad Media, en el Renacimiento se produjo un gran cambio con el surgimiento de la barba como símbolo de valor y fuerza.  Pero el siglo más velludo de la historia de la moda masculina fue el XIX con el apogeo del bigote, las patillas y la barba. Una multitud de objetos -fijadores de bigote, cepillos, rizadores, cera, entre otros- expuestos en la muestra dan fe de esta manía capilar que si bien se calmó durante gran parte del siglo pasado regresó cautelosamente con la barba de los hipsters a finales de los años 90.

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Creaciones de Charles Le Mindu.

Pelucas y Alta Peluquería

Ya presentes en el Egipto de los faraones y en la Antigua Roma (se dice que Julio César llevaba una para disimular su incipiente calvicie), la peluca alcanzó su apogeo en los siglos XVII y XVIII, pero como accesorio específicamente masculino. No había cortesano ni alto funcionario que osara presentarse en público sin su peluca empolvada.  En el siglo XX, la peluca platinada de Andy Warhol se convirtió en el símbolo del artista.

En 1945, la creación de la Alta Peluquería (equivalente capilar de la Alta Costura), elevó la profesión a la categoría de disciplina artística. Los nuevos inventos -secadores, aparatos para permanentes, tinturas químicas- contribuyeron a su desarrollo.  Los grandes coiffeurs de los años 60 y 70 -Antoine, Rosy y Maria Carita, Alexandre– se hicieron famosos peinando a princesas y celebridades. Hoy en día, este savoir faire se expresa sobre todo en los desfiles de las más prestigiosas marcas de moda. Sam McKnight, Nicolas Jurnjack y Charlie Le Mindu, creadores de peinados para top models y personalidades del espectáculo, asombran con sus delirantes creaciones, muchas de las cuales pueden verse en esta exposición.

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FOTO 1: Charlie le Mindu. Peinado Labios rubios, Colección P/V Girls of Paradise Fashion Week 2009. ©Samir Hussein, Getty Images. FOTO 2: Hair Chakra. Peinado: Nicolas Jurnjack, 2017, ©Foto: Nick Norman. FOTO 3: Equilibrio, 2016. Peinado: Nicolas Jurnjack, ©Foto: Nick Norman.

Los siglos XX y XXI se caracterizan por la variedad de cortes, estilos y peinados que se pusieron de moda y desaparecieron a una velocidad jamás antes igualada. Desde 1920 hasta ahora surgieron el corte a la garçonne, la permanente, el desmechado, el batido, el corte irregular, el flequillo, el ondulado, el pelo lacio, el bob, el rasta, el Rachel, el gótico, el chucrut, el mohicano, el afro, el punk, los cabellos platinados, los tintes rojizos, los claritos, las mechas de colores, todos ellos testimonios del frenético ritmo de la moda capilar. Según los sociólogos, el peinado en una manera de destacarse o de integrar un grupo social. Pero sin aventurarse en ese campo, simplemente basta recordar la frase de Coco Chanel: “una mujer que se corta el pelo está a punto de cambiar su vida”.

Des Cheveux et des Poils”, Museo de Artes Decorativas, París, hasta el 17/9/23

 

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