Arte y Cultura

Las contradicciones de Seba Calfuqueo

Tiene solo 32 años y cuenta con obras en el Pompidou, el Tate, el Whitney y en la actual Bienal de Arte en Venecia, entre otras de las colecciones institucionales más prestigiosas del mundo. Aun así, nunca ha tenido taller fuera de su propia casa y acaba de realizar su primera inversión gracias al arte: un terreno en Curacautín. Entre la soledad y la colectividad, la claustrofobia y la libertad, así habita el éxito la artista Seba Calfuqueo. 

Retrato por Diego Argote.

En marzo de este año la artista Seba Calfuqueo cumplió un nuevo hito en su ya sorprendente carrera: fue invitada a formar parte de la 81° Bienal del Whitney Museum de Nueva York, uno de los museos de arte contemporáneo más importantes del circuito global. Con el subtítulo “Even better than the real thing”, la obra seleccionada en la muestra fue Tray Tray Ko (2022), un videoperformance de seis minutos de duración en que la artista se envuelve en una tela de color azul eléctrico junto a una cascada en un bosque nativo del sur de Chile, invitando a la audiencia a sumergirse en la cosmología mapuche y las implicaciones espirituales que el agua posee para su cultura. 

Pero ese fue solo el comienzo. Unos meses después, los curadores Adriano Pedrosa y Marco Scotini la invitaron a participar en la 60° Bienal de Arte de Venecia con una pieza especialmente simbólica: Nunca serás un weye (2015), su primer trabajo, mostrado por primera vez hace casi diez años. La obra, que consiste también en un videoperformance de casi cinco minutos, muestra a Seba en un momento muy diferente tanto en su carrera como en su vida personal: pretransición, preéxito, prerreconocimiento mundial. Inspirada por la figura de los machis weye –sujetos que no se adaptaban a las conductas del binarismo de género indígena; que habitaban con fluidez los aspectos “masculinos” de la cultura indígena como la política y “femeninos” como la espiritualidad, y que, en consecuencia, fueron aniquilados por los colonizadores españoles al perpetuar “el pecado de la sodomía”– la obra hace referencia a una frase que solía decir su abuela: “En la cultura mapuche no hay maricones”. 

1 / 2

L’OFFICIEL: ¿Fue difícil volver a ver esa obra? 

Seba Calfuqueo: Fue especial. Mostrar esa obra da cuenta de un proceso personal muy íntimo, te obliga a ver para atrás. Fue emocionante valorar esos archivos e investigaciones que vengo haciendo desde hace tantos años, que tienen que ver con el género, con el mundo mapuche, que de alguna manera son el sello de mi obra. Y también tiene un lado de pudor el hecho de mostrar algo que hiciste hace diez años, sobre todo porque no tenía las mismas condiciones económicas ni materiales que hoy día tengo; mi familia no estaba vinculada al arte ni a los museos. Me costó mucho hacer obras al comienzo, y eso hace que sean bien honestas; no son pretenciosas, son el hueso. Y en ese sentido, es bonito ponerlas en valor: a mí me ha ido muy bien después de una década en las artes visuales. Es fuerte verte antes de tu transición. 

L’O: Se siente como un acto muy valiente. 

SC: Es exponer una parte de una que… no sé. Para mí, esa es una de mis obras clave. Sin ella no se puede leer mi trabajo. Esa en particular es el inicio de muchas conversaciones tabú. Para mí y para otras personas, para la sociedad chilena, es comenzar a abrir diálogos que no eran tan posibles antes. 

art art gallery painting adult male man person clothing footwear shoe
adult female person woman bottle accessories gemstone jewelry
art painting person
person
Foto 1: "La voz del Río" (Sao Paulo, 2023), foto por Filipe Berndt. Foto 2 "Imagen país, Iyaelfe 2"; Foto 3 "Historias coloniales de Chile"; y Foto 4 "Pacificación", por Diego Argote.

L’O: ¿Cómo te explicas tu éxito?

SC: Creo que tiene que ver con varios puntos. El primero es que es mi obra, es muy reconocible. Y siento que he logrado, a pesar de venir del pueblo mapuche y la experiencia trans, que mi obra no sea solo eso, no se puede encasillar en esos únicos lugares. Hablo, por ejemplo, del agua –que es una situación muy particular en Chile, al ser uno de los únicos países del mundo donde está privatizada–, y a partir de esa situación local puedo tener una conversación global: el agua es tema para todo el mundo. He usado como estrategia utilizar cómo los medios siempre me han instalado en las categorías de artista trans mapuche para ir más allá. Eso me ha permitido infiltrar ciertos discursos o ideas dentro de mi propia práctica. 

Y otra cosa que siento que ha sido una gran victoria es utilizar técnicas que no se esperan de una artista indígena, como la performance, el video, las tecnologías, el 3D… Yo siempre trato de escapar de esas categorías rígidas. [Eso no quita que más tarde señale que la cerámica es su formato predilecto, “porque es travesti: recubre, maquilla la tierra. La simulación, el engaño, jugar con los límites… Es muy versátil”, añade]. Mi obra es una experimentación constante, pero es siempre mía. Más allá de representar al pueblo mapuche o a la comunidad trans, son mis ideas y siento que tiene mucho que ver con esa búsqueda propia. Creo que por eso ha funcionado: es honesta, no es una ficción, evito replicar exotismos o como se leen los pueblos indígenas. He instalado bien esa esencia personal, más allá de dónde vengo y dónde me paro. 

L’O: ¿Es difícil ser rostro de esta “nueva generación” del arte contemporáneo?

SC: Si no la pasara bien no lo haría. Ese es mi primer encuentro con el arte: yo la paso muy bien haciéndolo, me encanta. Es lo que siempre quise hacer, incluso sin entender bien por qué. Hay un hambre muy grande dentro de mí por el arte, lo disfruto mucho. Ha sido un lugar de reconocimiento, salvación, de reconectar… Aun así, habito muchas contradicciones. No pretendo ser alguien correcta. Hay algo en mí que necesita movilizar cosas, porque me parece que si no lo hago, no pasa. Me gusta hacerlo a mí, ser yo el motor. 

La gente no considera la colaboración como un aspecto importante de mi práctica, pero para mí sí lo es. Vengo trabajando en un colectivo mapuche hace muchos años, y es fundamental para mis reflexiones y todo lo que hago, además de estar a cargo de Espacio 128 [ubicado en Plaza de Armas en Santiago, programa de residencias artísticas que piensa posicionar el arte junto con otras experiencias y realidades]

Yo no me he quedado sola en mi rol de artista, en mi taller encerrada. Nunca ha sido mi fin vender y hacerme famosa. Mi fin es hacer redes, colaboraciones, que el arte se mueva y sea accesible no solo para mi grupo sino para la mayor cantidad de personas posible. Yo no me he levantado sola. Otras personas me han levantado y siento que tengo que compartir esas redes, poner en circulación esos vínculos. Así las cosas suceden. Las generaciones mayores son más egoístas en compartir su circuito y mi generación es más fresca y amable. Hay una efervescencia por crear, por pensar, por articular, crear otras narrativas. Acá el arte es muy clasista y endogámico, y muy local también; nos hablamos mucho hacia nosotros mismos. Mi gesto siempre ha sido ir al otro lado, hablarles a otros. Colectivamente o individualmente, tomar temas locales y llevarlos a conversaciones globales, etcétera. ¿Pero hasta qué momento soy la artista joven? ¿Hasta qué punto soy la artista nueva?

1 / 2

Actualmente Seba Calfuqueo y sus ayudantes –liderados por su brazo derecho, Johanna Berrios, quien fue su profesora de arte en el colegio– se preparan para unos ajetreados próximos meses: una muestra en Art Basel Miami que incluye cerámicas, pinturas y un poco de instalación; otra feria de arte en Miami junto a la galería Patricia Ready; una muestra en el Museo de Arte Moderno de Bogotá, en Colombia, para el próximo año, y quizás su exposición más importante hasta la fecha: su primera retrospectiva, en Kunsthalle Bern, en Suiza, donde contará con siete salas dedicadas exclusivamente a su trabajo. 

L’O: ¿Te gusta viajar?

SC: La gente cree que me gusta, pero me carga. Me encanta mi casa, me encanta mi taller, me encanta estar encerrada en cuatro paredes y no hablar con nadie. Es que Chile es muy lejos…  Es agotador, en general viajo corto porque los museos no tienen los recursos. Siempre leseo que tengo viajes de tres a cinco días en que tengo que hacer todo: turistear, trabajar, viajar doce horas y hacer una performance al día siguiente… no es tan glamoroso. 

L’O: ¿No te tienta irte a vivir afuera? 

SC: No. He tenido muchas oportunidades, becas e invitaciones a Estados Unidos y Europa, pero no me veo viviendo afuera. Siento que no tiene sentido; mi obra y mi carrera tienen que ver con vivir acá. No quiero ser otra artista chilena más que se va a vivir afuera y que hace su carrera de esa manera. Es muy importante pensarme acá. Son muchas contradicciones, porque es muy poco práctico, pero no me siento cómoda en otros espacios como me siento acá. 

L’O: En ese sentido, ¿cómo es tu relación con Chile?

SC: Es compleja. Porque soy una persona mapuche, porque soy trans, siento que tengo que explicar muchas más cosas en Chile que afuera, donde me siento más libre de no responder. Mi gran conflicto con Chile es que me siento siempre afuera. Pero al mismo tiempo me encanta este país, es mi lugar, es mi espacio, me siento libre. Es raro, es muy conservador, una sociedad superbinaria, pero al mismo tiempo me encanta. Siento que hay algo entre el humor, la forma de ser y la gente, la cercanía de la gente, que no lo cambiaría por otro lugar. Siento que no existe en otro espacio, no existe de la misma manera para mí. Me da la posibilidad de irme a la naturaleza si lo necesito, tengo acceso a un bosque, aves, ríos… Cuando viajo siento que me empiezo a enfermar. Necesito tocar tierra, estar ahí, hacer mis redes, estar con mi gente. Siento que mi carrera individual no puede primar por sobre esa responsabilidad colectiva, que no tiene que ver con hacerme la buena, sino con que de verdad creo genuinamente que pertenezco a un pueblo que ha luchado históricamente, y que ha resistido frente a muchos procesos, y me siento muy contenta y honrada de pertenecer a eso, y disputar, y espero no ser la única. Esa es mi gran batalla. Yo no quiero ser la única, yo no quiero ser sola. Quiero que me acompañen otras personas como yo en este camino. 

Entradas recomendadas