La crónica indeleble de Valentina Améstica
La artista y diseñadora gráfica chilena radicada en Nueva York perpetúa lo fugaz en Relatos Pasajeros, su primera exposición individual. Disponible en Citylab (Centro GAM) hasta el 15 de septiembre en Santiago de Chile.
Una recopilación de fotografías, postales, estampillas, diapositivas y otros objetos derivados de diferentes métodos de impresión; recolectados entre pertenencias de familiares, viajes, ferias y tiendas de segunda mano. Piezas comúnmente descartables, que constan de una existencia efímera, pero que Valentina Améstica (30) resignifica no esencialmente con su recolección, pero sí notablemente con reflexiones y pensamientos paradójicamente fugaces, a través de las cuales otorga una narrativa imperecedera en un discurso que trata sobre lo efímero.
A través de más de 60 piezas, la artista radicada desde 2021 en Nueva York, expone en Citylab (Centro Gam) una reflexión sobre la naturaleza frágil y transitoria de la existencia, la debilidad de la vida, y la percepción propia de lo cotidiano, reflejando a través de recuerdos recolectados en su propio tiempo, sensaciones que probablemente vimos en el nuestro.
“Yo siempre he sido como una coleccionadora de todo, así como de todas las cosas que pueden haber, ligadas a la gráfica, impresos y objetos, entonces tenía una gran caja con cosas que yo siempre estaba recolectando”, explica Améstica. Con este recurso a favor, fue que durante la pandemia y aún en Chile, las imperiosas ganas de hacer durante un tiempo en que poco hacer se podía, la artista se dedicó a revisitar ingenuamente su colección sin un propósito claro.
Un grupo de piezas que mucho después de descubiertas fueron otorgadas de anotaciones que pasaron por su libreta de bolsillo y que revelan el contexto especial que la rodeaba en ese instante. Memorias frágiles y pasajeras que la asaltaban durante un cotidiano que en un principio era completamente nuevo y que nos permiten ser testigos de su vida.
“Me fui a Estados Unidos en el 2021 y ahí fue que mi vida cambió de perspectiva. Mi perspectiva fue totalmente apaleada y me llegó una necesidad de escribir y experimentar con la escritura”, explica Améstica. Fue este choque lo que la llevó a encapsular sus pensamientos mientras vivía una situación contradictoria: “Necesitaba hacerme cargo de que me sentía espectadora de mi misma, porque estaba viviendo una vida que yo había buscado siempre, pero que ahora en verdad la tenía al frente, y estaba un poco como asimilando y pasándolo mal, como dando palos de ciego”, recuerda.
Fue a este paso que Améstica empezó a crear con su cotidiano. En su nostalgia, pero también en su adaptación y crecimiento. Mirando desde una perspectiva distinta día a día, propia de una persona que vive un cambio radical. “Soy una fiel creyente de que la persona que se sienta a crear todos los días es distinta a la de ayer. Es una Valentina diferente la que se sienta todos los días, entonces si dejo una pieza a medias, la que la va a terminar es otra versión de mí”, afirma la artista.
A pesar de esto, su escritura se basa en la historia “de la primera Valentina que llegó”, explica Améstica. Es sobre todo con este recurso que el relato sobre la fragilidad de la vida toma especial fuerza: “Siento que el cambio en la vida, de cualquier forma, genera primero no ser consciente y después mirarse y decir: ‘oh, en verdad no fue tan así’”, afirma. Fue así entonces como a través de vivencias presentes iba revisitando memorias, experiencias, sentimientos y relaciones con una nueva perspectiva, realizando un ejercicio tan personal como cotidiano, que permite con mucho éxito que quien se pare al frente de las memorias de la artista vea pensamientos propios.
“La memoria es ajena al presente, inunda el espacio disponible de recuerdo eliminado” escribió la diseñadora gráfica en una de sus piezas, abordando la incapacidad de percibir los recuerdos de manera completamente fidedigna, algo que ha vivido siempre en su mente. “Recuerdo que muy chica hacía ejercicios de memoria. Era algo que me gustaba mucho y pensaba, ¿por qué lo que estoy viviendo ahora no lo guardo en mi cabeza? Pensaba mucho en que cuando uno recuerda el pasado, es como que se arma otro escenario en tu cabeza, eso me obsesionaba mucho”, explica.
Y esta reflexión estuvo constantemente presente durante la creación de sus obras. Améstica recuerda que en su primera vuelta a Chile, cuando ya se encontraba trabajando en este proyecto, desconoció su antigua cotidianidad: “Ya no era mi escenario donde yo tenía que jugar y moverme, sino que todo lo miraba con distancia”.
Ese golpe también explica por un lado la presencia del otro personaje que la acompaña en la exposición: Chile, el que vemos directamente representado en la Cordillera de los Andes, pero también en cada gesto de su obra que evoca al lenguaje visual del país. “Para mí Chile es precariedad pero no desde un punto de vista negativo, sino de una poesía que hay en eso, en las casas del centro, o en gestos como el que durante la dictadura buscaban a alguien desaparecido a través de una acumulación de papeles que se unían por un clip. Esos gestos tan sencillos son para mí Chile y yo vengo de esa visualidad, que es la que yo hoy día utilizo porque es lo que mejor conozco”, explica.
Améstica recalca la importancia que le otorga a “crear desde el lugar de donde la persona viene” y afirma que al llegar a Nueva York “perdió Chile”. “Perder tu escenario es muy duro. Independiente de que uno se quiera ir o se quiera quedar, es difícil perder esa comodidad o costumbre visual que uno tiene”, afirma. Por esto es que intenta recuperar, siempre a través de la fragilidad de su memoria, a este “personaje”.
Es así, con el ejercicio de tratar de hacer lo volátil algo indeleble, como Valentina Améstica muestra el paso de su propia vida en obras armadas a la medida del tiempo, sin el control al que afirma estar acostumbrada, intensificando el gesto de lo efímero en objetos que gracias a ella ya no lo son, logrando que la particularidad de sus vivencias nos obliguen a hacer el mismo ejercicio que ella comenzó escribiendo en una libreta.