Imaginación en ácido
La artista nacional Elizabeth Burmann Littin lleva años con la mirada puesta en el océano y las oportunidades de reflexión que ofrece. A pocas semanas de concluir su gran exposición en el Museo de Arte Contemporáneo de Santiago, explica el origen de su última entrega e invita a repensar nuestra relación con el entorno: ¿Qué pasaría si las estructuras –tanto físicas como sociales– en las que vivimos comenzaran a desintegrarse poco a poco?
Las altas temperaturas y la constante contaminación a la que el océano está siendo sometido generan un fenómeno entendido como acidificación, en el que el agua ve su pH afectado y, en consecuencia, las conchas de ciertos moluscos y otros seres acuáticos –estos cuerpos sólidos donde habitan, se alimentan y buscan protección– comienzan a desintegrarse.
Aunque suena como un tema de estudio exclusivamente científico, fue este el punto de partida para la exposición de la artista visual Elizabeth Burmann Littin en el Museo de Arte Contemporáneo de Santiago, abierta al público hasta el 23 de junio. Para ella el océano es un espacio material, sí, pero también un lugar de imaginación. “Existe un campo en las humanidades medioambientales donde las personas estudian el océano y, al hablar de él, se enfrentan a problemas como el cambio climático o la justicia social a través de ese lente”, señala. “El océano es una fuente de estudio que diluye la solidez del humano, de la sociedad y lo que ha construido, pensado como un lugar que no es hegemónico, que tiene fuerza para mezclar las cosas, que no es vertical sino más bien horizontal… Su ‘fisicalidad’, o falta de ‘fisicalidad’, inspira un poco a pensar qué seríamos sin la rigidez de las estructuras”.
La muestra, que se expande a lo largo de cuatro salas del edificio ubicado en el Parque Forestal, se titula Concha en ácido, y toma prestado su nombre del ensayo Your shell on acid de la teórica feminista Stacey Alaimo, quien se dedica a analizar la relación del ser humano con su entorno material. En el texto estudia la acidificación de los océanos y realiza un novedoso giro conceptual: tú, lector, imagina tu propia concha en ácido. ¿Qué pasaría si aquellas estructuras que nos rodean –esas que sentimos tan fuertes y permanentes, desde nuestros hogares hasta la ciudad y las normas sociales de conducta– comenzaran a desintegrarse? ¿Cómo nos enfrentamos a esa fragilidad? “Es una forma de compartir esta vulnerabilidad común y llama a generar empatía frente a estas criaturas, pero también a preocuparse de la transcorporalidad de los humanos y los no humanos, los materiales tóxicos y no tóxicos”, explica Burmann.
En las piezas que componen la exposición, la artista tiene como referencia directa a la naturaleza. El cangrejo decorador, por ejemplo, es fundamental: dada su tendencia a recolectar elementos del ambiente y adherirlos a su caparazón, para Burmann representa la unión inseparable del ser vivo con su hábitat, ya que, literalmente, lo lleva en sí mismo. A lo largo del recorrido el cangrejo decorador se ve transformado; mientras en la primera parte vemos una pata de metal gigante, con detalles e incrustaciones en su minucioso diseño (realizado en colaboración con el ilustrador Simón Jarpa), más adelante la vemos de lejos, entre una neblina densa y rosada, en una vitrina a la que solo podemos acceder con la vista mediante unos agujeros en la habitación contigua.
Sin embargo, y como era de esperarse, son las conchas las protagonistas de la exhibición, al ser sometidas a distintas condiciones, estados y contextos. “¿En qué se convierte la concha sin molusco?”, se cuestiona Burmann. “En Tongoy las conchas de ostiones se botan, pero si tú tomas una y la traes a Santiago se vuelve algo especial, en un objeto de decoración. Son muy fascinantes en ese sentido, porque contienen todas estas connotaciones –culturales, biológicas, de género, como símbolo de lo femenino–… Me gusta ese juego de cuál concha se colecciona y cuál no, cuál te conecta a una perla preciosa o cuál corresponde a una paila marina, cuál es un objeto asociado al lujo y cuál es una conchita que recoges en la playa. E incluso ahí hay un grado de discriminación: ¿cuál conchita me llevo? ¿Cuál es más basura que otra?”.
Bajo la curatoría de Sergio Soto Maulén, Concha en ácido de Elizabeth Burmann Littin es una invitación inmersiva a considerar nuestra inseparabilidad del ambiente y a relacionarnos de manera más sensible con él.