El prodigio Hugo Toro
Formado en la Escuela de Arquitectura de Interiores Penninghen, donde alcanzó la mayoría de edad, continuó con un doble máster en la Universidad de Artes Aplicadas Angewandte Kunst, de Viena, y luego en la Universidad de Los Ángeles. Experto en variados oficios, sobresale en todo lo que hace, tanto en el restaurante Gigi en Francia como en Villa Albertine de Nueva York, pasando por el primer hotel Orient Express de Roma.
Apenas graduado, el arquitecto Hugo Toro recibió varias ofertas para colaboraciones, tanto así que no supo qué camino tomar. “Cuando sales de una escuela donde estuviste cinco años y buscas orientarte, es un poco perturbador. Sabiendo que quería estudiar un máster, pasé la selección en Angewandte Kunst de Viena. Esta escuela tenía la particularidad de tener una estrella en cada una de sus áreas. En moda tenían a Lagerfeld y Chalayan. En arquitectura, Zaha Hadid o Greg Lynn. Éramos doscientos los que participamos en el proceso, tres los seleccionados, y fui parte de ellos”, recuerda. Esta universidad se especializa en arquitectura experimental y tiene medios considerables. “Mientras todos nuestros profesores estaban en Estados Unidos, uno de ellos nos dio el tema: la Fundación Hermès en Tokio. Para responder, simplemente nos enviaron veinte días a la capital japonesa. También expusimos en la Bienal de Venecia y dimos la vuelta al mundo entre Hong Kong, Los Ángeles, Pekín y Shanghái. Mientras Penninghen es una escuela muy estructurada, estandarizada, que fabrica élites con siete entregas por mes, Viena no compite con un informe cada seis meses, sino que cada proyecto demanda mucho más tiempo. Allá tuvimos nuestra impresora 3D y nuestro taller de cerámica. Nos enseñaron a soldar lata y cortar madera”.
Este aprendizaje le permitió al arquitecto Hugo Toro realizar cada uno de sus proyectos. Al terminar el curso, los profesores seleccionaron dos estudiantes por área para enviarlos a Estados Unidos y él fue uno de los seleccionados para el intercambio con UCLA. En California dejó de lado la teoría y se volcó a la creación. Un viaje singular para este hombre que, desde su infancia, siempre quiso ser arquitecto.
Sus padres se encontraron en el Club Méditerranée, donde trabajaban. Su padre, francés, es médico y muy cartesiano. Su madre, mexicana, entonces jefa en GO (animadores), y artista de corazón, es fan de Luis Barragán y Frida Kahlo. Luego del nacimiento de su primera hija en México, dejaron el país por miedo a los secuestros. Hugo nació entonces en Lorraine, al aire libre, al lado de un abuelo que construyó su carrera sobre carbón y el mundo ferroviario. “Cuando nos cuidaba, mi abuelo nos hacía visitar los vagones, lo que explica ciertamente mi gusto por viajar. Mi mamá me permitía cambiar mi habitación cada año, los volúmenes, la pintura e incluso escribir sobre las paredes. Tengo memoria muy fotográfica y recuerdos que nutren plenamente mi trabajo. Mi cabeza es como un moodboard, por eso la arquitectura siempre ha sido evidencia de ello”, confiesa.
Así se formó su modus operandi. Pasa sus días diseñando tanto muebles como estampados en hojas de cartón o en su iPad. “El 95% de mis proyectos son dibujados. También compro mucho. Necesito eso para expresarme. Al mismo tiempo, soy un geek. Adoro la tecnología. Aprecio tanto el trabajo de Otto Wagner como el de Adolf Floss. También me apasiona Zaha Hadid como Luis Barragán o John Lautner. Mi mamá siempre me decía ‘debes estar abierto a tu cultura’. Soy francomexicano, pero nunca he vivido en México, subliminalmente sí a través de ella. Amo que me cuente sus historias, y cada uno de mis proyectos es una narración”. Hablando de proyectos, tiene muchos y no menos importantes junto a Villa Albertine en Nueva York, el que renueva el concepto de residencia y crea una comunidad al servicio de las artes y el intercambio de ideas entre Francia y Estados Unidos. Propone una residencia a la medida de los creativos, investigadores y profesionales de la cultura, y fue inaugurada por Brigitte Macron el 18 de septiembre de 2023. La Villa es un hotel privado situado en Central Park y es uno de los últimos bastiones de la Era Dorada (período de prosperidad y reconstrucción que sigue al fin de la Guerra Civil y que va desde 1865 a 1901) en Nueva York. “Amo este mix de referentes, de la heráldica al Renacimiento, los que llenan tus ojos. Lo que hace interesante este proyecto es encontrar una manera de dialogar con el pasado y el presente en un espacio despojado de todos sus vestigios de los años 50”. Fue la residencia de la poetisa, escultora y filántropa Helen Hay Whitney, quien creó y recibió en su salón, en el corazón de la casa. Es justamente esta pieza la que fue abordada por Hugo. “Leyendo sus poemas, me fui imaginando a esta mujer habitada por una cierta melancolía, mirando la naturaleza de Central Park desde su ventana. La dibujé y ese fue el punto de partida narrativo para este proyecto”.
Para ganar el proyecto de Villa Albertine, Hugo Toro respondió a una convocatoria de licitación. Entre doscientos participantes, formó parte de cinco seleccionados. Lo enviaron a él y a los cuatro restantes a un viaje de cuatro días a Nueva York para dibujar y calcular todo. Ganó la competencia. Este proyecto es la quintaesencia de su trabajo junto a los oficios artísticos.
"No tengo un estilo mínimo y me gusta que haya accidentes, que sean cálidos y generosos. Me gusta crear atmósferas como escenas de teatro".
Trabaja de cerca con Mobilier National [establecimiento público dependiente del Ministerio de Cultura], que cuenta con más de 150.000 piezas. “Había algunos muebles modulares, porque esta sala también es espacio de recepción para las cenas entre residentes o para conferencias para el Presidente de la República. Pude seleccionar lo que yo quería, excepto tres piezas que estaban en los Elysée. Parece que tengo los mismos gustos que Madame Macron [ríe]. Pero pude recuperar las lámparas del escritorio de François Mitterrand sin saber al principio que eran las suyas. Además del mobiliario, he puesto una alfombra, he recreado una chimenea, integré paneles pintados a mano de laca agrietada y puertas de madera tallada. Con este techo heráldico, bastante medieval, no quería limitarme a una sola época. Comencé con esta estratificación de memoria y al mismo tiempo mezclé estilos. La Época Dorada no tenía realmente una guía, así que podía permitírmelo”.
El proyecto comenzó en diciembre de 2022. A diferencia de la Villa Medici en Italia, la Villa Albertine tiene antenas entodo Estados Unidos. Es un proyecto muy reciente, que nació en julio de 2021.
Cuando no está en Nueva York, Hugo Toro está en Londres, donde acaba de terminar su último proyecto, el Midland Dining Bar, siguiendo al Gothic Bar, abierto también este año, y al Booking Office 1869, terminado en 2021. Todos estos proyectos se realizaron para su cliente Harry Handelsman (habiendo orquestado el hotel Chiltern Firehouse con André Balazs del Chateau Marmont), quien le dio carta blanca. “Soy un hiperactivo que se aburre fácilmente. Me gusta trabajar en diferentes tipos de proyectos que no duran demasiado. Por eso trabajo mucho con restaurantes. No tengo un estilo minimalista y me gusta que haya accidentes, que sean cálidos y generosos. Me gusta crear atmósferas como si fuesen escenas de teatro. Mis proyectos son como capítulos de un libro, hay un poco de mí en lo que escribo, pero me gusta adaptarme al estilo”. Por lo tanto, nada detiene a este arquitecto multidisciplinar que confiesa amar la obra total. “Todo lo que pasa por mi cabeza lo dibujo y me hace pensar. Siempre hago varias cosas al mismo tiempo. También tengo este lado nómada cuando se trata de referencias: mezclo y luego hago lo mío".
Él, que viaja sin parar, también fue elegido para idear el primer hotel Orient Express en Roma, situado entre las paredes del antiguo Palazzo Fonseca, que abrirá en un año y medio. "Para Orient Express, primero levanté un corner de 150 metros cuadrados en la apertura de Samaritaine, y eso fue un punto de inflexión en mi carrera. El tren, la idea del viaje y estos cuadernos están en mí, ciertamente gracias a mi abuelo y a los ferrocarriles.
La fuerza del Orient Express, hay que tener una imaginación bastante loca. Todos sabemos lo que es sin saber lo que es. Esta marca puede inventarse tanto en Constantinopla como en París. En este hotel hay un 40% de códigos del Expreso y todo lo demás gira en torno a Roma. Entonces están los estigmas de la ciudad a través de los revestimientos que hubo que trabajar evitando el pastiche del pasado, y haciendo que este hotel fuera contemporáneo, esa era mi apuesta".
En cuanto a los proyectos particulares, nos encanta el de la calle Saints-Pères en París. "Pensando más o menos en una garzona, imaginé la entrada de forma monacal con un lavabo en la entrada como en casa de mi abuela. He vestido los suelos de travertino rojo, he descubierto vidrieras ocultas que he reparado, y he repintado toda la carpintería de blanco con una pátina degradada y relieves para modernizarlas. Nunca borro los estigmas de un lugar, los vuelvo a trabajar. Y vestí las paredes de la habitación con hojas de tabaco secas. Todo se ha hecho a medida".
Además de ser arquitecto, también es diseñador, con una primera colección de muebles creada en tándem con su galerista Kolkhoze. Se presentó en Christie's en París el año pasado como parte de una escenografía de autor en torno a cuatro espacios. Su colección ha sido editada por M Editions. "Se presentaron cuatro piezas, pero se han creado 12, así es que vamos a sacar el resto muy pronto, y sin duda habrá una secuela. Para esta colección me inspiré inconscientemente en México, pero también en el Art Nouveau que viene de mi suegro, cuya familia vivía en una casa al estilo Majorelle en Nancy". Tan inagotable como indefinible, Hugo Toro no deja de sorprendernos.