La corbata: ¿Un accesorio en retirada o un ícono atemporal?
Desde hace siglos es sinónimo de elegancia y masculinidad. Sin embargo, la corbata comienza a adquirir un airecillo demodé.
Imprescindible hoy lo es menos. Obligatoria, en pocos sitios.
Desde que en Estados Unidos una nueva corriente comenzó a promover los casual fridays (los viernes sin corbata), la idea prendió como un reguero de pólvora. En reuniones formales e informales el traje con camisa abierta es cool. Los jóvenes de las startups llevaron las cosas más lejos pues su ropa de trabajo, y no sólo los viernes, suele ser camiseta, jeans y zapatillas. Más aún, la maltratada corbata sería un símbolo de conformismo, de burocracia, de tecnocracia… y hasta de falocracia.
Pero aún así, resiste.
Este delgado trozo de tela que se anuda al cuello – cuyos comienzos se remontan al siglo XVII - es uno de los accesorios más exitosos de la historia de la moda masculina.
Su primer antepasado surge en la Guerra de los Treinta Años (1618-1648) cuando un batallón de mercenarios croatas - que tenían la costumbre de llevar un pañuelo rojo anudado al cuello - se incorporó al ejercito francés.
Al final de la guerra, los soldados croatas fueron presentados al rey francés Luis XIV, un apasionado de la moda y un verdadero influencer de sus tiempos, quien durante su inspección, remarcó este pañuelo y le encantó. Tanto es así, que lo hizo un accesorio obligatorio en la corte y le dio el nombre de cravate, derivado de croata. Con el rey y los nobles franceses llevando corbatas en lugar de incómodos volantes de encaje, la nueva tendencia se extendió por toda Europa. Por cierto, la corbata no se parecía a la que conocemos actualmente: era una banda ancha de algodón o lino, que se enrollaba alrededor del cuello y se ataba por delante, dejando los dos extremos colgando.
Si en el siglo XVIII el uso de la corbata indicaba un estatus social, en el siglo XIX, se hizo más popular. Pero las diferencias sociales se percibían en un detalle sutil: el nudo. En consecuencia comenzaron a publicarse manuales en los que se describían las diferentes formas de anudarla y en qué circunstancias eran apropiados los distintos nudos.
Las corbatas no fueron inmunes a la Revolución Industrial. Tejidos como el algodón, el lino, la lana y la seda podían producirse a un ritmo mucho más sostenido, por lo que la corbata se hizo aún mucho más accesible. En esta época se popularizó el moño entre los intelectuales, los cirujanos y con el esmoquin y también el Ascot, una pieza de seda generalmente gris, cuyo nombre proviene del Ascot Heath, una carrera de caballos en Inglaterra en cuyo recinto se exigía imperativamente su uso.
Las corbatas siguieron evolucionando y cambiando con la moda, pero la corbata tal como se la conoce hoy es obra del fabricante neoyorkino Jesse Langford quien en los años 20 patentó una forma totalmente nueva de confeccionarla: cortaba la tela en ángulo y la cosía en tres segmentos, el mismo método que se sigue utilizando en el presente. En la década de 1930 apareció el nudo Windsor, más ancho, creado por el duque de Windsor que es aún un gran favorito.
La corbata tejida, otra gran innovación en su momento, apareció en los Estados Unidos en los años 50 y tuvo muchos fans como Paul Newman, John F. Kennedy y los Beatles.
A partir de los años 60, los cambios de la corbata se miden por su ancho. Desde entonces y hasta principios de los 80, aumentó catorce centímetros. La corbata extra ancha era el accesorio ideal para los pantalones pata de elefante y las camisas de cuello puntudo de los años disco. Durante los años 80 tuvieron su apogeo la corbata estrecha, también conocida como slim, la corbata de punto y la de cuero. Hoy en día, la corbata estándar varía entre 7,5 cm y 8,5 cm de ancho.
Pero si muchos accesorios masculinos fueron adoptados por las mujeres, la corbata no logró imponerse en el vestuario femenino, a pesar de los intentos de Coco Chanel, Yves Saint Laurent y otros.