El siglo XIX y el despertar de Valpara&iacute;so como epicentro de los negocios fue el escenario donde naci&oacute; el arte y oficio de cortar y coser trajes masculinos en Chile. Desde entonces, y en torno a las agujas, el metro y las tijeras, se desarroll&oacute; una cultura basada en la calidad y no en el precio.

A inicios del 1800 en Valpara&iacute;so, el auge del transporte mar&iacute;timo hac&iacute;a confundir el sonido del mar con el bullicio de las celebraciones por los nuevos negocios. En 1844, cuando la alcald&iacute;a instal&oacute; el alumbrado a gas, el festejo se extendi&oacute; y dio origen a la &ldquo;noche porte&ntilde;a&rdquo;, que exigi&oacute; un vestuario acorde a las circunstancias y se tom&oacute; como referencia a los cientos de marinos ingleses que lanzaban al aire su espa&ntilde;ol abstracto. Los hombres santiaguinos tambi&eacute;n tomaron la tradici&oacute;n brit&aacute;nica en sus vestuarios para reflejar el poder que dio el dirigir una rep&uacute;blica reci&eacute;n independizada de la Corona espa&ntilde;ola. Tal vez fue esa la raz&oacute;n por la que en los salones del Club de la Uni&oacute;n, centro de discusi&oacute;n pol&iacute;tica de esos d&iacute;as, se exigi&oacute; el uso del traje. Manuel Jos&eacute; Irarr&aacute;zaval, primer presidente del club, se hizo retratar cumpliendo el protocolo: una chaqueta ajustada al pecho y una marcada cintura que deja caer libre la tela, formando una cola de g&eacute;nero que llega a los muslos. De seguro su estilo dandy ingl&eacute;s fue una adaptaci&oacute;n de sastrer&iacute;as que imitaban el estilo de Saville Row como la de Luis Puyol, de Fernando Gardiol o Sastrer&iacute;a Pinaud, la preferida del presidente Jos&eacute; Manuel Balmaceda y de los empresarios ingleses due&ntilde;os de las salitreras chilenas, el pilar de riqueza en un pa&iacute;s que no estaba acostumbrado a ella. En Chile, acceder a la sastrer&iacute;a se transform&oacute; en signo de estatus.
La tradici&oacute;n inglesa no dur&oacute; como faro de la moda masculina nacional. En 1929, Estados Unidos sufre la Gran Depresi&oacute;n, que golpea con fuerza a los pa&iacute;ses exportadores de materias primas como Chile. Las empresas que se dedicaban a extraer y vender salitre quebraron, y los ingleses que las dirig&iacute;an se fueron. Ir&oacute;nicamente, mientras Estados Unidos dejaba al pa&iacute;s en una debacle financiera, se dedic&oacute; a exportar la imagen del &eacute;xito, y el cine fue su canal: llegaron Hollywood y su industria cultural. Los hombres so&ntilde;aban con parecerse a sus actores favoritos, y en las sastrer&iacute;a chilenas los patrones de confecci&oacute;n se volvieron m&aacute;s deportivos que las r&iacute;gidas estructuras inglesas: de los dos cortes al final de la chaqueta, se pas&oacute; a uno; la rigidez de hombros y cintura desapareci&oacute; en beneficio del movimiento. Quienes no lograron relajarse fueron las autoridades, que en medio de la crisis de los a&ntilde;os 30 decidieron utilizar un modelo econ&oacute;mico proteccionista que gui&oacute; las pol&iacute;ticas p&uacute;blicas hasta 1972. El llamado &ldquo;crecimiento hacia adentro&rdquo; consolid&oacute; una incipiente industria textil nacional que lleg&oacute; a abastecer el 95% de la demanda local. El proceso lo lideraron inmigrantes italianos y &aacute;rabes, adem&aacute;s de una empresa 100% chilena que logr&oacute; renombre internacional: Bellavista Oveja Tom&eacute;.
La abundancia de telas y el proteccionismo econ&oacute;mico dificultaron el ingreso de competencia extranjera y beneficiaron a la sastrer&iacute;a al crear una cultura basada en la calidad y no en el precio. Este c&iacute;rculo virtuoso exigi&oacute; mano de obra calificada, y para solucionar esa carencia se crea en 1938 la Escuela de Artesanos de Sastrer&iacute;a. Todo era luces: Chile, en 1972, contaba con un sastre de alta costura por cada 737 habitantes. Pero en solo cuarenta a&ntilde;os la historia dej&oacute; de ser auspiciosa: en Valdivia, en 2014, se reconoci&oacute; al sastre Rodolfo Catricheo como &ldquo;patrimonio viviente&rdquo;; en 2018, al cerrar Irving Navarrete su taller, qued&oacute; solo un sastre en Concepci&oacute;n, y en 2020 cerr&oacute; Sastrer&iacute;a Cubillos, l&iacute;der en el rubro de la confecci&oacute;n masculina. Las teor&iacute;as responsabilizan del declive al nuevo modelo econ&oacute;mico, que permiti&oacute; la importaci&oacute;n de productos con precios tan bajos que la industria local no pudo competir. Otras hip&oacute;tesis responsabilizan a un cambio en el valor simb&oacute;lico del vestir, donde la llegada de la ropa usada y el retail en los ochenta desvaloraron socialmente la calidad y promovieron la cantidad como indicador de &eacute;xito: se acab&oacute; el dandy nacional, la ficticia estrella de Hollywood; naci&oacute; un hombre pr&aacute;ctico que solo invierte dinero en un traje para casarse, el evento donde la calidad nunca perdi&oacute; importancia

<h2>El f&eacute;nix&nbsp;</h2>
La nueva sastrer&iacute;a chilena conoce su pasado y vivi&oacute; en carne propia la fragilidad del negocio con la pandemia de coronavirus, la que atent&oacute; contra la esencia de su actividad al promover el aislamiento social, siendo que el valor de este rubro es su atenci&oacute;n cercana. Pero la crisis se convirti&oacute; en una oportunidad. &ldquo;Al retomar la vida tuve una avalancha de novios: hubo dos a&ntilde;os de matrimonios que no se hicieron, m&aacute;s todos los otros que decidieron casarse&rdquo;, dice Tom&aacute;s Cubillos, creador del atelier que lleva su nombre. Su apellido no es una coincidencia con la historia del vestuario masculino; su abuelo Mariano cre&oacute; en 1938 Sastrer&iacute;a Cubillos, que cerr&oacute; sus puertas en 2020 sin ver este repunte que menciona su nieto. &ldquo;Mi abuelo me llena de orgullo, tengo enmarcada su foto en la sastrer&iacute;a porque es un ejemplo de constancia y convicci&oacute;n. Pero el sello de mi marca es otro, es mirar la ropa como una expresi&oacute;n de arte y desde ah&iacute; conecto con esta herencia&rdquo;.

La tradici&oacute;n familiar es el sello de Calabrese. Con cuarenta y cinco a&ntilde;os de funcionamiento, fue el padre de Sebasti&aacute;n Ega&ntilde;a, actual director creativo, el que inici&oacute; el negocio, vendiendo las celebradas corbatas del pueblo de Calabrese, de ah&iacute; el nombre de la marca, cuyo sello es confeccionar bajo el estilo italiano, una l&iacute;nea poco trabajada en Chile, adem&aacute;s de agregar gui&ntilde;os y detalles que reflejan de forma sutil la personalidad del cliente. En la sastrer&iacute;a actual hubo un quiebre evidente: las mujeres dejaron solo de coser las prendas y comenzaron a dirigir su creaci&oacute;n y posicionarse en el mercado. Wendy Pozo es un ejemplo, con su tienda hom&oacute;nima que tiene veinti&uacute;n a&ntilde;os de existencia. Ella ha cambiado las reglas del vestuario masculino utilizando estampados, colores y materiales inesperados, trajes fucsias o naranjos, chaquetas con tachas o con dos tipos de telas. La creatividad de Wendy llam&oacute; la atenci&oacute;n de actores, e incluso de &iacute;dolos nacionales como Tom&aacute;s Gonz&aacute;lez o Pedro Pascal. Su trabajo le vali&oacute; ser reconocida como una de las 100 personas m&aacute;s innovadoras de Latinoam&eacute;rica por Bloomberg L&iacute;nea. Otra mujer en la sastrer&iacute;a nacional es Macarena Arias, socia de Carlos Hiriart en su marca Charlie and H, enfocada en la experimentaci&oacute;n de patrones y siluetas que innova a trav&eacute;s de la deconstrucci&oacute;n de los trajes, mientras ayuda a preservar el oficio al trabajar junto a sastres que tienen m&aacute;s de cuarenta a&ntilde;os de experiencia, un nuevo c&iacute;rculo virtuoso que permite mantener la tradici&oacute;n a trav&eacute;s de la libertad creativa. El arte de la sastrer&iacute;a chilena, siempre sensible a los cambios sociales, se est&aacute; beneficiando del renovado inter&eacute;s por lo artesanal, de la fluidez en los roles de g&eacute;nero y de la revalorizaci&oacute;n de la calidad del vestuario por sobre la cantidad. El futuro es prometedor.

Dos siglos de sastrería chilena

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