Filippo Sorcinelli, el diseñador del Papa
El pontificado del recientemente fallecido Francisco I estuvo cargado de simbolismos, los que se reflejaron exitosamente en su vestimenta gracias al trabajo del diseñador italiano.
Es pertinente pensar que el vestuario de un Papa está alejado del imaginario ultramaximalista de John Galliano para Dior en el Otorño-Invierno del año 2000. Que el líder espiritual de la Iglesia podría abogar por la poca ostentación. Pero sabemos que los hechos nos muestran otra cosa, o al menos eso hacían hasta el nombramiento de Francisco.
Si observamos la imagen de su predecesor, Benedicto XVI, nos encontramos con cruces pectorales con incrustaciones de gemas, mocasines de diseñador de color rojo brillante y accesorios salidos de un cuadro barroco. Estos atuendos, que casi no difieren de lo que plasmó Galliano, fueron erradicados en los atuendos sencillos, los materiales naturales y pocos adornos utilizados por el recientemente fallecido pontífice.
“Relatar visualmente un pontificado que siempre ha buscado construir puentes, no barreras”, es como Filippo Sorcinelli, el diseñador italiano del Papa, describió su tarea. Una que asumió con Benedicto XVI y que continuó con la manufactura de más de 20 trajes litúrgicos para Francisco I.
Filippio Soircinelli creció en una familia de tejedores y bordadores, y desarrolló una profunda pasión por los hilos finos y las técnicas de tejido antiguas desde muy joven.
Diseñador, perfumista, fotógrafo y fundamentalmente músico, en 2001 fundó el Laboratorio Atelier Vesti Sacri (LAVS), un taller dedicado al diseño y confección de ornamentos litúrgicos, mobiliario y accesorios para la liturgia católica. Desde el 2008 comenzó a trabajar oficialmente con el Vaticano.
Sorcinelli supo capturar el espíritu más profundo del último papado. “Las vestiduras sagradas que realicé para él no son objetos de escena, sino instrumentos de servicio. Hablan con voz baja, como él. No quieren deslumbrar, sino acompañar. Reflejan una liturgia encarnada, humana, profunda”, explica.
Un estilo que, sin quererlo, llevó a Francisco a ser designado por Esquire como el “hombre mejor vestido” de 2013, y a ser declarado como el “papa normcore” por The Cut, por su estilo “sencillo y sin adornos”, caracterizado por sus trajes completamente blancos y zapatos negros.
El diseñador plasmó con éxito la visión mesurada de Bergoglio. Una que, en sus palabras, “no renuncia a la belleza, sino que la transfigura”. Para él la sobriedad del Papa Francisco “nunca fue privación, sino concentración en lo esencial” y que, para expresarla, tuvo que “redescubrir una forma de belleza silenciosa, evitando todo adorno, todo exceso, todo destello superfluo”. “Trabajar para un hombre tan coherente en sus elecciones, a veces radicales, me obligó –o mejor dicho, me invitó– a una adhesión más radical a la verdad de las cosas”, relata.
Más allá de su trabajo como diseñador, para Sorcinelli hay una conexión especial con el papado de Francisco I. “Tuve el privilegio de acompañar, aunque fuera por un tramo, un pontificado que supo tocar fibras esenciales de lo humano y lo espiritual”, afirma, pero no pasa por alto su propia discusión interna, ubicando su rol en una todavía reinante posición conservadora de la Iglesia y su derrame hacia la sociedad.
De hecho, si hacemos el ejercicio de googlear su nombre, nos encontraremos con que la mayoría de los titulares hacen más alusión a su orientación sexual que a su trabajo. Para el diseñador, el legado de Francisco, que él mismo supo plasmar en la vestimenta, debe bajar a toda Iglesia: “Un nuevo magisterio no puede sino interrogarse sobre lo esencial. Menos poder, más escucha. Menos estructura, más aliento (...) una Iglesia que huele a humanidad y no solo a incienso”, afirma.