Adán Jodorowsky: Sin Disfraz
El multifacético artista confiesa estar viviendo un proceso de transformación y madurez que se acentuó durante la pandemia. Desde su departamento en Ciudad de México anuncia una renovada creatividad, esta vez sin tanta sátira ni personajes. Hoy ya no es El Idolo, Amador, Ada ni Adanowsky. Hoy es simplemente Adán.
Tres de la tarde en Chile, mediodía en Ciudad de México. Adán Jodorowsky aparece puntual en la videollamada, usando una sencilla polera blanca con rayas azules y un pequeño sombrero que le combina. No está maquillado, ni vestido de mimo, superhéroe o de cualquier otro personaje de los que ha creado para interpretar su música. Atrás quedaron los días en los que se metía tan dentro de ellos que hasta las entrevistas las respondía caracterizado.
A sus 41 años admite estar viviendo una transformación que comenzó hace seis años –desde que dejó su natal París para echar raíces en el mismo departamento en la zona de la Condesa desde el que conversa hoy, con un piano francés de 1925 a sus espaldas–, pero que se agudizó con el inicio de la pandemia. “Al inicio fue muy inspirador, porque soy parte de los privilegiados que pudieron pon- er el dinero de lado y encerrarme. Eso me hizo reencontrarme y enfrentarme. Mi finalidad cambió. Hoy quiero hacer música bella, que toque a la gente, más que tener un éxito. Dentro de 30 años la gente no se va a acordar si hubo éxito o no, solo va a quedar la obra”, señala.
L’OFFICIEL: ¿Y cómo ves hoy entonces a tu personaje El Idolo, este rockstar exitoso tipo Elvis?
ADAN JODOROWSKY: Eso era una sátira. Cuando lo hice tenía 25 años. Yo no era para nada conocido en esa época y me inventé un personaje haciendo creer a la gente que yo era una estrella. Me acuerdo que iba a todas las discográficas diciendo que tenía mucho éxito en Francia y no tenían cómo comprobarlo. Entonces me firmaron de puro entusiasmo y pasó lo que pasó con mi música: empecé a existir. Pero era porque mentía, porque no era nadie. Cuando a la gente le muestras algo, empiezan a creérselo.
LO: ¿Y crees que eso se ha exacerbado hoy con las redes sociales?
AJ: Las redes sociales son algo muy especial, porque uno como artista a veces siente que tiene que publicar algo para que la gente esté al día, pero pienso que estamos llegando a un tiempo en que es bueno desaparecer un poquito. Recuerdo cuando tenía 15 años e imaginaba a mis artistas favoritos, porque no sabía cómo hablaban, cómo eran en la vida, qué hacían en su día a día y eso me encantaba. Había un misterio maravilloso. Deberíamos regresar un poco a eso.
“Chile fue muy importante para mi en un momento en que di vuelta la página sobre varias cosas de mi pasado”.
En los últimos tres años, Adán Jodorowsky privilegió su carrera como productor antes que de compositor, trabajando para artistas como León Larregui y Bándalos Chinos, algo que, según cuenta, le ha permitido recuperar la propia inspiración. “Vino todo de repente y no entendí qué pasó realmente, pero me hizo mucho bien, porque me di ese tiempo para aprender. Me llaman todavía y lo sigo haciendo, porque me gano mi vida así, pero también me da la libertad de no ponerme la presión como artista de ganar dinero. Puedo hacer una canción anticomercial si quiero, y no me importa”.
LO: ¿Y lo ves como un camino que te permita dedicarte a eso si te aburres de tener las luces sobre ti?
AJ: Hay un poco de eso. De por qué me pongo al frente, por qué quiero lucir, por qué el ego. Pero al mismo tiempo yo nací así. Me apasiona ser artista y expresarme, cantar, hacer videos, dirigirlos. Es parte de mí, entonces no podría dejar de hacerlo, pero sí me hace bien descansar de mí mismo a veces.
LO: ¿Por qué decidiste volver con Mis Grandes Éxitos, un disco de covers franceses?
AJ: Ese disco también fue como un descanso para mí. Tengo unos amigos que se llaman The French Kiss, que son una banda de allá, que me propusieron hacer un disco de puros éxitos en francés traducidos al español. No estaba seguro, pero lo hicimos. Como siempre me ha gustado interpretar personajes, en lugar de hacer un disco concepto me propuse hacer canciones con- cepto, porque hoy en día la gente ya no escucha discos enteros. Fue muy divertido hacer los videos, pero no me representa a mí realmente. Representa una experiencia.
LO: Y esto de tener personajes diferentes en tu carrera se aproxima un poco a David Bowie, pero en tu caso parece ser un acercamiento más de actor, que puede cambiar de piel en cada película. ¿Es así?
AJ: Totalmente. Yo quería ser actor cuando tenía 18 años, pero nadie me contrataba. Entonces me puse a hacer música y desde ahí empecé a crear personajes, actuando en los videos, creando historias. Porque yo nací rodeado de teatro y cine, viendo películas todos los días. Por eso esa parte es muy importante en mi música.
LO: Y en tu música hay temas muy personales, como el éxito, el amor o el abandono, que vienen de tu propia historia. ¿Es más fácil ponerte un personaje adelante para tratarlos?
AJ: Sí, es una especie de falta de valentía. A veces me da miedo expresar realmente mis sentimientos, entonces lo hago a través de un personaje. Justo estaba pensando ahora en que quizás sea tiempo de que deje de disfrazarme y haga un disco honesto de principio a fin. Ahora tengo ganas de soltar todo, de hablar de la ruptura amorosa que tuve con la mamá de mi hijo, por ejemplo. Porque antes era todo una sátira sobre mis sentimientos. Ahora ya no tengo ganas de hacer sátira.
LO: ¿Tiene que ver con madurez no haberlo hecho antes?
AJ: Puede ser. También el hecho de haber tenido a León, mi hijo, me abrió muchos horizontes. Con eso aprendes a dar más, a ser más generoso, a no estar tan enfocado en ti mismo. Hubo muchos cambios que me hicieron madurar. Todavía soy un idiota, pero sí creo que he madurado un poquito.
No solo la nacionalidad de su padre une a Adán con Chile. Fue uno de los primeros lugares donde funcionó su música, y uno de los últimos donde usó el seudónimo Adanowsky. Es imposible no recordarle esa bizarra Noche de Brujas de 2015, cuando en un local del barrio Bellavista dejó atónito al público con una performance de varios minutos sobre el escenario en la que mató a su propio personaje. Esa fue la última vez que tocó en Santiago. Y lo recuerda perfecto: “Uf, ese fue mi peor momento. Era insoportable, el clímax del ego apestoso”.
LO: Parecíamos estar viendo entonces el inicio de este proceso de maduración.
AJ: Puede ser. Pero lo que me cambió realmente la vida es haber conocido a mi expareja, Luna. Ella me ayudó muchísimo y fue un canal para tomar otro tipo de camino. También la paternidad y las ceremonias que hice en Atacama. Chile fue muy importante para mí, en un momento en que di vuelta la página sobre varias cosas de mi pasado.
LO: ¿Cómo está actualmente tu relación con el país?
AJ: La última vez que estuve allá fue para el estreno de Poesía Sin Fin, la película de mi padre en la que actué, pero no regresé más. Hace seis años que no estoy en contacto con Chile. Muchos amigos se fueron de ahí, pero Chile siempre está en mí.
LO: ¿Qué ves de Chile en ti?
AJ: Quizás la melancolía y la nostalgia. Me siento muy cercano a eso. Y a la profundidad, la poesía, el hablar, los amigos. Hay algo de eso muy familiar entre los chilenos.
LO: ¿Es aquí donde más te ha costado separarte de la imagen de tu padre?
AJ: Al inicio sí, pero ahora ya llevo casi nueve discos y algunas películas. La gente toda la vida me va a ver como el hijo de Jodorowsky, pero me liberé de alguna manera demostrando que era una persona creativa. Cada vez me hablan menos de él y más de mi trabajo. Pero mi padre es mi dharma; es mi luz, no mi sombra.
LO: Y el hecho de interpretarlo, siendo que él también tiene eso de no preocuparse del éxito comercial en su trabajo, ¿te ha hecho conectarte mejor con él y enfocarte así también en tu propia obra?
AJ: Yo creo que sí. Es muy fuerte cuando eres hijo de una persona tan conocida en todo el mundo, porque la presencia está ahí. Entonces haberlo interpretado me hizo convertirme en él, y no tener la duda de cómo habría sido ser como él. Fue una especie de acto mágico. Después volví a ser yo y nuestra relación mejoró mucho, se volvió más pacífica. Desde ahí dejé de preocuparme tanto del éxito. Lo que me importa ahora, te lo digo honestamente, es hacer una obra y estar orgulloso de ella.
"La gente toda la vida me va a ver como el hijo de Jodorowsky, pero me liberé de alguna manera demostrando que era una persona creativa. Cada vez me hablan menos de él y más de mi trabajo. Pero mi padre es mi dharma; es mi luz, no mi sombra".
Adán suena entusiasmado cuando habla de los proyectos que vienen: un nuevo EP de canciones que hizo durante el encierro, otro disco más experimental y también una sinfonía. Además quiere volver a dirigir películas, volverá a interpretar a su padre, en la continuación de Poesía Sin Fin y planea lanzar su autobiografía. Parte importante de este foco ha sido llevar una vida llena de autocuidado, como ha manifestado en sus redes personales.
LO: Algunos de tus tuits más recientes son comentarios en contra del alcohol y las drogas. ¿Estás en una etapa totalmente sobria?
AJ: Sí, pero no sólo hablo de adicciones como el cigarro, el alcohol o las drogas, sino también del azúcar, el sexo... Adicciones en general. Pero sí: hoy no tomo, no me drogo, no fumo. Hago ejercicio, intento leer lo que más pueda. Hoy ya no está de moda destruirse. Ya terminó esa época. Antes que eso, yo recomendaría ir a un retiro, hacer yoga o ir a una montaña en vez de ponerse heroína en los brazos.
LO: Desde muy chico has vivido en un entorno provocador y muchos de tus ídolos lo han sido también.
AJ: ¡Yo también lo he sido!
LO: Pero muchas de las cosas que se decían o pensaban entonces ya no son aceptables hoy. ¿Crees que eso te ha hecho revisarte internamente?
AJ: No, siempre pienso lo mismo, pero ya no quiero provocar con cosas que le hacen daño a la gente. Hoy es muy difícil hablar de hacer un chiste. Hay mucho control, todo el planeta te está apuntando con el dedo. Es una especie de dictadura, casi. Pero entiendo: vamos al extremo para que haya un cambio, entonces es normal que esté pasando. No está mal. Todo cambio necesita una muerte, una transformación violenta. Lo estoy observando todo, pero siempre me gusta provocar. No quiere decir que lo pienso. Es simplemente por gusto.