Moda

La historia del pañuelo: Un accesorio imprescindible

Hasta los años 60, ningún hombre que se considerara elegante salía a la calle sin su pañuelo asomando del bolsillo superior de su chaqueta y ninguna persona cruzaba la puerta de su casa sin el suyo - preferentemente blanco - en su pantalón o en su cartera. Hoy uno y otro desaparecieron.

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Pañuelo decorativo de bolsillo.

A finales del siglo XX y tras dos mil años de leales servicios, el pequeño pedazo de tela necesariamente cuadrado -créase o no, Luis XVI, rey de Francia reglamentó su forma por decreto real-  para sonarse la nariz, secarse el sudor o las lágrimas y cubrirse los orificios nasales ante olores desagradables, desapareció de entre los accesorios imprescindibles  ¡Y nadie le dio las gracias!

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Pañuelos bordados de principios del siglo XX. Passion du Blanc.
Pañuelos bordados de principios del siglo XX. Passion du Blanc.
Pañuelos bordados de principios del siglo XX. Passion du Blanc.

Su historia es larga. Los primeros rastros del pañuelo se encuentran en la Antigüedad. En Egipto, la clase noble utilizaba un trozo de tela cruda perfumado, preferiblemente teñido de rojo, signo de opulencia, para disimular los hedores. Los griegos lo usaban para señalar el comienzo de los combates de gladiadores. Los romanos de la clase alta agitaban un pañuelo en la arena para salvar la vida de los luchadores que perdían pero llevaban consigo más de uno, para diferentes usos y con diferentes nombres. En el siglo IX, las damas y los nobles de la corte japonesa llevaban hojas de papel de seda blanco en el cinturón para limpiarse tras hacer el amor.  En la Edad Media cuando los caballeros partían a la batalla o participaban en torneos, las damas les entregaban un pañuelo que éste ataba a la parte posterior de su casco para la buena suerte.

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Retrato de Bartolomé Sureda por Francisco de Goya (1803) con pañuelo al cuello.

Todo ello muy delicado, pero no hay que olvidar que en ese entonces se comía con las manos y se sonaba la nariz con los dedos o en las mangas. Sin embargo, estas prácticas bárbaras comenzaron a provocar un certo rechazo: ya en el siglo X, un tratado italiano sobre buenas maneras afirmaba que "quien come o sirve no debe sonarse la nariz con los dedos".  El uso del pañuelo se convertiría en un hito esencial en el lento proceso de civilización de las costumbres que fue extendiéndose entre los círculos aristocráticos de Francia, España, Italia e Inglaterra. Al principio blancos y lisos, se volvieron cada vez más elaborados, con bordados de oro y plata, convertidos en elementos de coquetería y prestigio. El pañuelo era también, un objeto de seducción, un regalo apreciado entre amantes o una señal de amor clandestino.

En el siglo XVI, las princesas solían llevar un pañuelo en la mano izquierda en su retrato oficial. En Italia, el fazzoletto era un elemento importante en el ajuar nupcial y se reconocía la importancia de la novia por la extravagancia de sus pañuelos. Luego, el pañuelo migró de los palacios a las iglesias y adquirió un carácter litúrgico, transformándose en velo de cáliz, manípulo (la tira de tela que lleva el sacerdote en el antebrazo izquierdo) o cubriendo la cabeza de las fieles.

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Fred Astaire, símbolo de elegancia de los años 30 y 40.

El pañuelo también rendía inumerables servicios: podía usarse para sujetar un brazo herido, apretar un torniquete o detener una hemorragia:  Con él también se podían hacer señales de humo, envolver un picnic, cubrirse el rostro en caso de epidemia, jugar a la gallina ciega, humedecer, quitar el polvo, sacar brillo, limpiar las manos, un objeto o una frente sudorosa y hasta usar como cuerda. Alexandre Dumas relata que Luis XVI fue ejecutado con las manos atadas con un pañuelo, (¡qué ironía!)  pues el monarca se negó a utilizar la tosca cuerda que se imponía habitalmente a los condenados. Hoy en día es imposible recurrir este servidor multitask: simplemente ya no está allí.

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Canasta con añuelos bordados. Mademoiselle Dentelle.

Cuando, en los años 30, Kleenex, fabricante de pañuelos de papel desechables, lanzó su eslogan "no lleves un resfrío en el bolsillo", la omnipresencia del pañuelo de tela comenzó a tocar su fin. El uso del pañuelo de traje o pochette, exhibido delicadamente desde el bolsillo izquierdo de la chaqueta, que había surgido en el siglo XIX con el auge del traje masculino, perdió su última función utilitaria convirtiéndose simplemente en signo del gentleman.  Pero finalmente también su función estética terminó desvaneciéndose en los años 70 y 80. Sin embargo, el pañuelo sobrevive en una forma particular: el carré. Lanzados por Hermès en 1937, los lujosos cuadrados de seda estampada de 90 por 90, dieron al pañuelo no sólo una nueva vida sino un status propio en el vestuario femenino.

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Carré Jeu des Omnibus et de Dames Blanches el primer carré de Hermès, 1937.
Carrick a Pompe, carre Hermès 1973.

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