Historia de los accesorios: el botón
A pesar de que el voraz cierre relámpago se apropió de una gran parte de su terreno, el botón sigue siendo un elemento esencial en chaquetas y camisas. Pero ¿por qué hombres y mujeres los abrochan hacia el lado opuesto?
Rara vez pensamos en el botón; no solo es uno de los elementos más esenciales de la vestimenta sino uno de los más ancianos. Los botones más antiguos encontrados datan del año 2000 a.C. y consistían en conchas de moluscos talladas con forma circular o triangular, con dos agujeros en su parte central. También se hallaron botones de hueso, cuerno, marfil, cuero, metal o nácar en los restos de civilizaciones de la Edad de Bronce y de la Antigua Roma aunque su uso era sólo de adorno.
Durante varios siglos mantuvieron su carácter decorativo y un fin utilitario; recién aparecieron en el siglo XIII, en Alemania, junto con el ojal —su inseparable compañero—, un pequeño orificio por el que pasaba el botón y que permitía unir dos trozos de género.
Símbolo de status
Utilitario sí, pero no solo eso, pues en el siglo siguiente ya se habían convertido en un símbolo de status. Los nobles y ricos mercaderes usaban botones en marfil, oro o plata como indicación de fortuna y rango. Pero fue durante el reinado de Luis XIV de Francia (1638-1715) —el más grande "influencer” de su época en lo que se refiere a la moda— que alcanzó su edad de oro. El coqueto soberano lanzó la moda de los botones para abrochar los puños de la camisa (hasta entonces los hombres arremangaban las mangas utilizando cintas) e impuso los trajes de tres piezas que llevaban multitud de botones, tres cuartas partes de los cuales eran solamente decorativos. Lo más chic en la corte de Versalles era llevar botones que resaltaran el motivo de la tela o de porcelana ilustrados con pinturas en miniatura o de plata u oro con piedras preciosas, perlas, nácar y esmalte que muchas veces sobrepasaban en precio a la prenda.
Alrededor de 1780, cuando la anglomanía hacía furor, el botón llegó con fuerza al vestuario femenino, especialmente en las prendas inspiradas en las de los hombres, como el traje femenino. Pequeño y discreto el botón definía el nivel de refinamiento de una prenda y de quien la llevaba. A lo largo del siglo XIX su número siguió en aumento haciendo del acto de vestirse a menudo un ritual lento y dificultoso.
Con el tiempo el botón perdió su cualidad de ornamento (aunque algunos creadores como Elsa Schiaparelli, Christian Dior o Coco Chanel les daban el mismo status que un broche o un collar) y asumió definitivamente su rol de accesorio útil y necesario.
Hombres hacia la derecha, mujeres hacia la izquierda
Pero ¿a qué se debe la diferencia entre el lado de la prenda en que se abrocha el botón? La teoría más generalizada es que, probablemente, tenía que ver con la posición social de las personas, concretamente de las mujeres.
En efecto, los vestidos de las mujeres adineradas podían tener hasta seis capas, por lo que las señoras solían tener criadas que les ayudaban a ponerse enaguas, armazones, corsés y otras prendas interiores. Por lo tanto, los botones se colocaban a la izquierda a fin de facilitar la tarea a estas criadas (presumiendo que en su mayoría fueran diestras).
Los hombres, por su parte, se vestían casi siempre solos y el ayuda de cámara sólo intervenía para preparar las prendas y los detalles finales. Otra razón a la que suele aludirse es que nobles y militares llevaban la espada a la izquierda para poder desenvainarla con la mano derecha. Al estar situados a la derecha, se evitaba que la espada pudiera engancharse en los botones al desenfundarla.
Muchas costumbres vestimentarias pasaron al olvido. Sin embargo, la práctica del abotonado en función del sexo se convirtió en una norma que se sigue respetando en el presente. ¿Por qué? En realidad no hay una respuesta. Pero la diferencia del lugar del botón entre la ropa de hombre y la de mujer es un vestigio del pasado que nunca se ha corregido, y aún en esta época de unisex a ultranza sigue siendo una práctica aparentemente inamovible; a pesar de los cambios revolucionarios de los que fue objeto la moda en los últimos cien años.