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Maite Alberdi: La excepción a todas las reglas

Para la directora pareciera no haber obstáculo que sus películas no puedan sortear. Responsable de poner a Chile en el mapa mundial de la industria cinematográfica, con La memoria infinita volvió a romper récords de audiencia y a hacernos soñar con un Óscar para el país.

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Vestido, FERRAGAMO.

El fenómeno de Maite Alberdi (40) resulta una rareza. ¿O conoces a otra persona que, habiéndose dedicado al cine documental en Chile, goce de su mismo estatus de celebridad? Con cinco largometrajes en poco más de una década, su nombre se ha transformado en una especie de patrimonio nacional; una figura que trascendió los límites de la industria y llegó más allá del público especializado.

El agente topo, estrenada en 2020, ayudó en gran parte a esa causa. La película acerca de una casa de reposo para adultos mayores ubicada en la comuna de El Monte marcó un hito en la historia de nuestro país: lideró los ratings de audiencia durante su estreno en televisión abierta, fue nominada a los premios Óscar en la categoría de mejor documental y transformó a su protagonista octogenario, Sergio Chamy, en una estrella con 162 mil seguidores en redes sociales.

Con una técnica cinematográfica que juega con los límites de la realidad y la ficción, quizás era natural que la carrera de la directora también comenzara a desafiar las fronteras de lo que es posible o no. La memoria infinita, su última entrega, en la que retrata el matrimonio de Paulina Urrutia y Augusto Góngora, afectado con alzhéimer, arrasó de manera implacable tanto aquí como en el resto del mundo. En enero se anunció su nominación al Óscar, pero ya en 2023 rompió récords en las salas de cine chilenas al atraer a más de 50 mil espectadores el día de su estreno, superando los éxitos de taquilla internacionales Barbie y Oppenheimer. Fue ganadora en los Premios Goya como “Mejor Película Iberoamericana” algo excepcional para un filme de este género y más de mil personas asistieron a su proyección y posterior conversatorio en el IDFA, en Ámsterdam, el festival de cine documental más importante del mundo. Alberdi obtuvo el reconocimiento más importante de su trayectoria hasta ahora, al recibir junto a Michael Moore el Premio a la Excelencia en NYC DOC, el festival de cine documental más grande de Estados Unidos. Por si fuera poco, Sundance la homenajeó en su última edición, junto a Christopher Nolan y Celine Song, por su “estilo único, su hábil enfoque y su retrato íntimo de pequeños mundos”.

Los relatos de Maite Alberdi son domésticos, sencillos y cercanos. ¿Cómo se explica, entonces, un triunfo global tan avasallador? ¿Y qué dice eso de nosotros, como público, como sociedad?

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Gilette, FERRAGAMO. Pantalón, CHER en PLACARD. Zapatos, FERRAGAMO.

Tiempo al tiempo

Entender lo que hace especial las obras de Alberdi significa entender su particular forma de trabajar. Extraer la universalidad que existe dentro de cuatro paredes “tiene que ver con detenerse a observar lo que nadie observa con tiempo, algo que no pasa”, explica. “En el cine no hay tiempo. Y eso es algo que he aprendido a defender; tener tiempo para filmar. Son años, algo que está fuera de cualquier parámetro normal de una producción; no hay deadline que te aguante los tiempos que nosotros nos tomamos”.

El sello de su cine se basa en la intención de hacer documentales que no lo parecen. “Todo el mundo piensa que está actuado porque nadie defiende estar cien o doscientos días filmando. Yo tengo el tiempo para estar ahí cinco días, esperando, hasta que aprieto REC y me aparece la toma perfecta. Hay veces en que no presiono el botón, que voy y no grabé nada, y para mí no es un mal día necesariamente. Otras veces, en dos días tienes la película entera”, señala la directora. “Mis películas son sobre procesos; la vida de las personas no cambia en un mes. No me sirve de nada un rodaje de 30 días seguidos porque no pasa nada. Solo el tiempo te entrega algún tipo de narrativa o pequeña transformación”. Y reitera: “Tienes que estar dispuesta a esperar, esperar, esperar”.

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Top, GIORGIO ARMANI en MONTEMARANO. Pantalón, ZADIG&VOLTAIRE en PLACARD.

Flechazo

La memoria infinita, sin embargo, no se la esperaba. A diferencia de la mayoría de sus cintas anteriores, Alberdi no estaba en búsqueda de temas para nuevos proyectos, sino que, simplemente, se le presentó de casualidad. “Me encontré con ellos en una universidad donde la Paulina trabajaba”, relata. “La vi con Augusto y no podía creer la relación que tenían. Fue un flechazo, pero eso no me suele pasar”.

Ese no fue el único aspecto inusual en el desarrollo de este título. Tras unos cuantos años filmando a la pareja en su rutina cotidiana, la pandemia irrumpió y arruinó todo el plan de rodaje. La directora, asustada de que la relación con el matrimonio se desvaneciera en el aislamiento, decidió, por primera vez, entregarle una cámara a Urrutia para que ella misma grabara durante la cuarentena. “Pasarle la cámara fue mi reacción para mantener el vínculo, no para servir a la película”, confiesa Alberdi. “Pero ese material tiene sentido: son decisiones de ella, de cuándo empezar a grabar, de los momentos en que ella también siente inconscientemente que necesitaba dejar testimonio, de tener un testigo de su soledad y de lo que ella también estaba viviendo”.

El resultado es una especie de documental híbrido, con aires de película de ficción, videodiario y material de archivo. “Yo trataba de decirle [a Paulina] cómo usar la cámara y nunca aprendía, lo que llegaba se veía cada vez peor. Todo desenfocado. No había caso”, cuenta riendo. “Y está bien, al final está bien no verlo tan nítido. Confío en mis parámetros. Pero acá me pasó mucho que es mi primera película que pasé una cámara y que no todo el material es mío, y que está la mitad fuera de foco y yo lo encontraba horrible, pero te das cuenta de que al público no le importa. Yo siempre buscando la perfección… Hay tantas escenas que se ven horribles, pero son tan profundas, tan lindas, tan íntimas, tan emocionantes, que a la gente no le importa. Fue como volver a entender que lo más importante es sentir en el cine, más allá del encuadre. Obvio que si tienes las dos cosas es magnífico, pero la prioridad está ahí. Confiar en la narrativa y en la emoción”.

¿Qué crees que dice el éxito de tus películas sobre nosotros, las personas que las vemos y disfrutamos?

A la gente le gusta ver realidad en el cine, pero cuando es muy pesada es menos tolerable que la ficción. Yo puedo ver una ficción de una gran tragedia, pero cuando el documental es sobre una gran tragedia, mi capacidad de soportarlo es bastante menos. Lo que vienen a hacer mis películas es eso: nos estamos haciendo cargo de la realidad, pero también hay otras emociones cruzadas y no todo es negro. Lo disfrutas, que es lo que me pasa mí como directora. A veces me llegan proyectos a los que me invitan y los leo y digo “yo no puedo dormir en la noche si filmo eso”. Tengo que filmar películas que me hagan sentir bien, tranquila, que vaya a filmar y esté contenta de estar en ese lugar. Ya es demasiado terrible la realidad como para sentarse en una sala de cine a que te la machaquen más.

Dicho todo eso, "La memoria infinita" de todas formas tiene momentos desgarradores.

O sea, yo no paro de llorar. En las proyecciones no entro a verla. Pero al final no lloro por la enfermedad, lloro más por la relación amorosa. Y eso es algo que el público agradece; en el papel es un drama. Pero entras a la sala y está todo el mundo cagado de la risa, es luminosa… Para mí es una celebración de la buena vida, de un buen amor.

¿Qué fue lo más difícil?

A mí no me tocó pasarlo mal filmando. El único día que dije “Augusto ya no puede más”, terminé de filmar. Todo el resto me tocó ellos pasándolo bien… Creo que lo más difícil fue decidir parar, porque él no se estaba muriendo. Fue decir, “él no está más”. Decirle a la Paulina “ya, hasta acá. La persona que estuve filmando estos cinco años ya no está”.

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Blazer, SARIKA RODRIK. Vestido, FERRAGAMO.

Una nueva carrera

Desde su estreno en el festival de Sundance el año pasado, el recorrido de Alberdi con La memoria infinita ha sido exhaustivo y esperanzador. Cada función internacional de la película, cada charla, entrevista y foro de conversación en el que participó junto a Paulina y el resto del equipo fue parte de una campaña cuidadosamente diseñada para lograr entrar en el circuito de distribución estadounidense. Afortunadamente está rindiendo algunos de los frutos esperados: antes de ser nominada para los Premios Óscar en la categoría de mejor documental, fue seleccionada por The New York Times como una de las mejores cintas de 2023.

Y aunque la felicidad es innegable, bien sabe Alberdi que un buen filme no llega por sí solo a la premiación más importante del cine, ni mucho menos se lleva la estatuilla más codiciada. “No doy nada por hecho”, dice la directora. “He trabajado un año con Paramount porque es nuestro caballo de batalla. El hecho de que alguien crea en tu película aunque esté en otro idioma es algo que asumo con mucha responsabilidad… Ya con El agente topo sentíamos que habíamos hackeado el sistema. Ha sido todo muy pasito a pasito. Se ha hecho de todo y no siento arrepentimiento de nada”, concluye.

Fotos: Carlos Ortega 

Styling: Romina Meier 

Maquillaje y pelo: Josefa Inostroza

Asistente de styling: Thiare Vega y María Bolocco

Agradecimientos: Mandarin Oriental Santiago

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