Moda

¡No culpes a la playa! Historia del veraneo y los trajes de baño en Chile

Nuestra relación con el veraneo en la costa –y con las prendas de ropa que esa vida conlleva– ha sido bastante acontecida. Un vistazo a los archivos del Museo Histórico Nacional da cuenta de una revolucionada historia entre los chilenos, los balnearios y los trajes de baño.

Copyright © Colección Museo Histórico Nacional.

En el Chile de hoy, suben las temperaturas y automáticamente nos ponemos a soñar con un verano en la playa. Ya sea por largas y merecidas vacaciones en la costa o una escapada de fin de semana para, como mínimo, “mojarse las patitas”, todos los meses de enero y febrero somos testigos de los miles de afortunados que migran a sus playas favoritas, ya sea en el norte, sur o centro de Chile. 

Pero esa costumbre que hoy damos por sentada es, en realidad, más reciente de lo que creemos.

LOS PRIMEROS BALNEARIOS 

Recién a principios del siglo XIX comenzaron a gestarse los primeros balnearios en Chile, a cargo de la clase alta que, inspirada por las costumbres que había observado en sus viajes a Europa, decidió recrear en el país las dinámicas veraniegas del Viejo Continente. Zapallar y Viña del Mar fueron los primeros experimentos, a cargo de las familias Ovalle y Subercaseaux Mackenna, respectivamente. Por supuesto, optar por la playa era un privilegio reservado sólo para la élite. No sólo por el hecho de poder contar con una segunda vivienda, sino también por la inaccesibilidad del transporte y la inexistencia legal del tiempo libre. “No existían las vacaciones pagadas, por lo que los únicos que podían hacer turismo eran las personas que podían dejar de trabajar en una época determinada y eso era mucho tiempo; uno, dos o tres meses”, dice Rodrigo Booth, historiador y docente de la Universidad de Chile. 

En ese entonces, las actividades playeras consistían en caminar por la arena, dejar a los niños pequeños darse un chapuzón y simplemente apreciar el paisaje marino. Para eso, los atuendos usados eran prácticamente idénticos a lo que se veía en la ciudad: hombres de traje, con chaqueta y corbata; mujeres con vaporosos vestidos largos, collares de perlas, medias y zapatos de tacón. 

Copyright © Colección Museo Histórico Nacional.
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Foto 1: Traje de baño infantil de lana, 1920 (MHN 3-3792). Fotos 2, 3 y 4: Traje de baño de lana, 1925-1930 (MHN 3-31300). Fotos 5 y 6: Traje de baño infantil de lana, 1940 (MHN 3-3790). Fotos por Marina Molina, Museo Histórico Nacional.

BIKINI Y PECADO

La llegada del ferrocarril a Chile en 1884 significó la democratización de la costa nacional. A mediados del siglo XX, las playas comenzaron a popularizarse como destino turístico. Sin embargo, la elegancia y el decoro seguían siendo prioridad. Ya en 1952, el cardenal José María Caro calificaba de “actos gravemente ilícitos” a los baños de sol mixtos “y el uso de traje de baño indecoroso, de una o dos piezas, con que se exhiben las mujeres, en forma que suele constituir ocasión de pecado”.

A pesar de la resistencia, el veraneo era ya un terreno conquistado al que ni hombres ni mujeres pretendían renunciar. Las playas eran cada vez más masivas, y las faldas eran cada vez más cortas. Pronto, la vestimenta santiaguina fue abandonada en pos de un traje de baño, que permitiera más comodidad y libertad al sumergirse en las frías aguas chilenas. 

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Copyright © Colección Museo Histórico Nacional.
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Fotos 1 y 2: Traje de baño "Catalina", 1950 (MHN 3-32244). Fotos 3 y 4: Traje de baño "Sea Vogue", 1958 (MHN 3-42989). Fotos por Marina Molina, Museo Histórico Nacional.

El verdadero escándalo, sin embargo, llegó con el bikini. En ese entonces, la mentalidad criolla estaba a años luz de la norteamericana y de la europea, que ya habían superado el impacto de ver aparecer esta prenda en Francia, en 1946. A Chile llegó 15 años más tarde y en 1967 el debate de si usar bikini significaba estar desnuda continuaba, pese a que en ese año su uso ya se había masificado en las playas del país. Hace poco más de 50 años, Emilio Tagle, Arzobispo de Valparaíso, le declaró la guerra al traje de dos piezas en su localidad. Aunque parezca increíble, amenazó con la excomunión a las mujeres de cualquier edad que lucieran un bikini en las playas de la diócesis de Valparaíso, culpando al cine por propiciar esta "indigna" moda. 

Poco caso le hicieron las veraneantes, que de todas formas lucieron sus cuerpos en las playas de Reñaca, pese a que los sectores conservadores las tildaban de "libertinas". No obstante, la amenaza se mantenía presente. En una época en que el debate público giraba en torno al uso de anticonceptivos femeninos, la guerra del bikini parecía banal pero, al mismo tiempo, pertinente. La culpa y rebelión de la moral cristiana pesaba sobre todas, especialmente en las esferas más religiosas de la sociedad. 

Copyright © Colección Museo Histórico Nacional.
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Fotos 1, 2 y 3: Traje de baño "Catalina", segunda mitad del siglo XX (MHN 3-31302). Fotos 4, 5 y 6: Traje de baño "Catalina", 1980 (MHN 3-43439). Fotos por Marina Molina, Museo Histórico Nacional.

Fotos patrimoniales de la colección del Museo Histórico Nacional muestran el uso común de los trajes de dos piezas a partir de los años 70 y 80. Es más, dentro de los archivos del museo, se encuentra una donación envidiable: un colorido bikini Dolce Gabbana de 1985, escotado y de tiro alto.

Aunque el topless en playas públicas nunca fue una de las luchas de la mujer chilena, sí lo fue (y sigue siendo) la deconstrucción de la idea de que, para usar un traje de dos piezas, es necesario tener “un cuerpo escultural”, como aseguraba Pablo Hamburguer, gerente de Catalina, la famosa fábrica de trajes de baños que en ese entonces patrocinaba el concurso Miss Chile.

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Bikini Dolce & Gabbana, 1997 (MHN 3-39180). Fotos por Marina Molina, Museo Histórico Nacional.
Esta nota fue publicada originalmente en febrero de 2024, y re-editada en enero de 2025. 

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