Kimono inmortal
La actual exposición en el Museo du Quai Branly de París está dedicada a kimono, una prenda que ha atravesado épocas, continentes y – créase o no - estilos.
La exposición que acaba de llegar a París, (previamente montada en el Museo Victoria & Albert de Londres), recorre la historia de esta ancestral vestimenta que se remonta a más de mil años. A través de doscientos ejemplares de exquisita belleza, la muestra no sólo destaca la delicada manufactura de estas indiscutibles obras de arte, sino que hace hincapié en la adaptabilidad de una prenda que supo seducir a gran parte del mundo.
En efecto, si bien se tiende a creer que el kimono - prenda tradicional y símbolo de Japón por excelencia - permaneció inmutable a través de su larga existencia, en realidad fue variando a través del tiempo y se ha ido adaptando a la moda, tanto en su país de origen como en Occidente, donde también ejerció su influencia.
Una "cosa para usar"
Fue durante el periodo Edo (1603-1868), en que el kimono (literalmente “cosa para usar”) se convirtió en la vestimenta de toda la población nipona, tanto de hombres como de mujeres. Japón era entonces un país totalmente cerrado al mundo. Pero cuando se permitió a la Compañía Holandesa de las Indias Orientales establecer vínculos comerciales entre el archipiélago y el extranjero, Japón comenzó a exportar kimonos a América y Europa, donde la fascinación por esta curiosa vestimenta fue inmediata. Por ejemplo, el modisto Paul Poiret, que reinó sobre la moda en París entre fines del siglo XIX y principios del XX, fue un gran admirador y la adaptó en decenas de variaciones en seda, terciopelo y brocado. En ese entonces, no había dama elegante que no tuviera su vestido o abrigo “kimono”.
Debido a su popularidad en Europa, los comerciantes holandeses encargaron para la exportación, versiones más acordes al gusto occidental, con mangas ligeramente modificadas y estampados más osados. Pero puesto que los japoneses no llegaban a responder a la gran demanda, los kimonos empezaron a fabricarse en Europa, esencialmente para su uso en la intimidad del hogar. Los hombres y mujeres sofisticados adoraron estas “robes de chambre” (vestimenta para la habitación), que usaban de manera doméstica e informal y que son finalmente las antepasadas de nuestros actuales batas de entrecasa.
Tras la Segunda Guerra Mundial, Japón intentó adaptarse al mundo moderno y adoptó la moda occidental. Pero si bien los hombres dijeron unánimamente sí al traje, las mujeres continuaron vistiendo el kimono en ocasiones especiales y fiestas tradicionales. El corte siguió siendo el mismo, pero los diseños se modernizaron y puesto que las grandes tiendas comenzaron a ofrecer kimonos de seda a un precio asequible, ¿por qué privarse?
Hoy en día, el kimono sigue ejerciendo una gran influencia en la moda internacional que fue reivindicada por muchos diseñadores japoneses como Kenzo Takada, Junko Koshino y Yohji Yamamoto. Pero también los europeos Yves Saint Laurent y John Galliano se inspiraron en él, reinterpretando sus códigos y cánones estéticos. La muestra parisina cuenta con varias piezas icónicas: un kimono rojo diseñado por Jean-Paul Gaultier que lució Madonna en su vídeo Nothing Really Matters de 1998, el que Alexander McQueen creó para la cantante Björk ese mismo año, o el que llevaba Obi-Wan Kenobi en Star Wars, así como un poster original de David Bowie en la piel de su personaje Ziggy Stardust … en kimono.
Kimono, hasta el 23 de mayo 2023, Museo du Quai Branly, París.