Bolsillos, la nueva batalla del feminismo
Tener o no tener, esa es la cuestión. ¿Quién hubiera pensado que un “detalle” en pantalones, abrigos y chaquetas se convertiría en un tema de polémica sobre la desigualdad entre hombres y mujeres?
Los debates en torno a la moda siempre han reflejado las preocupaciones de cada época, ya sean el corsé y los pantalones o, más recientemente, el uso del corpiño o los tacos aguja. Ahora, la manzana de la discordia son los bolsillos.
Diarios como The Guardian y The New York Times han dedicado largos artículos a la cuestión y varios libros, el último de los cuales - Pockets: An Intimate History of How We Keep Things Close, (Bolsillos: una historia íntima de como mantenemos las cosas cerca, NDLR) de Hannah Carlson - denuncian la desigualdad en cuanto a los bolsillos.
¿Cuál es el reclamo? A las mujeres se les ha privado de los bolsillos para obstaculizar su libertad de movimiento y, en consecuencia, ponerlas en situación de desventaja. Devolver los bolsillos a la ropa femenina es también una forma de apoyar la lucha por la igualdad de género.
Un poco de historia
Hasta 1790, la moda femenina consistía en vestidos largos y múltiples enaguas. Entre todas estas capas de tela, las mujeres deslizaban una pequeña bolsa de tela que anudaban en la cintura: el ancestro del bolsillo. Pero a partir de entonces, la moda cambió: el vestido se acercó al cuerpo y la guerra al bolsillo quedó declarada. Así, mientras los sastres se aplicaban para ofrecer a los hombres numerosos bolsillos externos e internos que les permitían desplazarse ágilmente llevando encima todo lo que necesitaban, las mujeres fueron totalmente ignoradas y para suplir esta carencia se vieron obligadas a cargar con un elemento externo - la cartera - que no sólo monopolizaba una de sus manos, reduciendo sus movimientos, sino que era fácil de perder o de ser robada.
A fines del siglo XIX y principios del XX, el Movimiento de las Sufragistas trató de cambiar esa situación al afirmar que las mujeres merecían prendas que se ajustaran a sus necesidades, incluyendo tantos bolsillos como quisieran. En 1881, se fundó en Inglaterra la Rational Dress Society cuyo objetivo era hacer más práctica la moda femenina y en 1910 nacía el traje sufragette con sus amplios bolsillos en la chaqueta y la falda, una verdadera revolución vestimentaria.
Sin embargo, la batalla por el bolsillo femenino estaba lejos de la victoria. Las siluetas New Look de Christian Dior, tan populares en los años 50, no iban en esta dirección. Se marcaba la cintura, las faldas eran abullonadas y había poco espacio para los bolsillos. Más aún, el modisto no tenía ningún reparo en afirmar: “Los hombres tienen bolsillos para guardar cosas, las mujeres para decoración”.
Por su parte, Gabrielle Chanel creó su mundialmente famoso traje de tweed, con su chaqueta con bolsillos de parche… pero éstos seguían siendo muy pequeños. De esta manera las carteras se convirtieron en un accesorio esencial del guardarropa femenino impulsando una industria hoy en día billonaria…. y muy influyente.
En su libro, Carlson cuenta que cuando, en 1962, la decana de la moda Diana Vreeland asumió la dirección de Vogue USA, quiso expresar su aversión por este accesorio que, según ella, era "un estorbo", y dedicar un número a celebrar los bolsillos, pero no le fue permitido pues los editores señalaron lo mucho que dependían del patrocinio de la industria de las carteras.
En el otro extremo del espectro, el auge del fast fashion se tradujo también en menos bolsillos ya que son los primeros en desaparecer cuando se intenta reducir costos o tiempo y aumentar los beneficios. Y, cuando los bolsillos existen, son más pequeños: un análisis realizado en 2018 por la publicación digital The Pudding sobre el tamaño de los bolsillos en los jeans demostró que en los de las mujeres éstos son 48% más cortos y 6,5% más angostos. Y que sólo en el 40% de los bolsillos delanteros de los jeans femeninos cabe un smartphone.
Algo empieza a cambiar...
En las pasarelas de primavera-verano 2023, el bolsillo hizo una aparición remarcada. Según Tagwalk, la web que referencia todas las prendas, accesorios, detalles y colores de los desfiles de París, Milán, Londres y Nueva York, esta temporada el 46% de los diseñadores recurrieron a ellos y su uso aumentó un 126% con respecto al año pasado.
Este fenómeno de llevar todo en los bolsillos también se ve impulsado por las jóvenes de la Generación Z que salen a bares, discotecas y festivales y el hecho de poder bailar sin estar constreñidas por una cartera o un clutch les brinda una gran sensación de libertad. Hoy en día esto es posible pues un smartphone contiene una tarjeta de crédito, una agenda y un GPS. Así pues, además de una llave y tal vez un peine y un labial... es realmente todo lo que una mujer puede necesitar.